Luego un tweet me lanza 175 misiles Tomahawk destinados a restaurar la democracia en Libia. Democracia para sobrevivientes, debieran añadir. Mientras otros reciben rescates económicos, Libia es congraciada con 122 destructores millones de dólares cortesía de la OTAN. God bless them. Y mientras Gadafi y las potencias occidentales se reniegan mutuamente, los habitantes de un Trípoli en llamas se reúnen en triste cortejo para despedir a sus muertos, que nunca tendrán la publicidad de los apagados ojos violetas de una Liz Taylor mucho más noticiable que todos los niños afganos, irakíes y libios que has desaparecido jugando con el rey de las flores en los últimos años.
Terrible, un mundo terrible y no son ni las diez de la mañana. Y aún no me he puesto a pensar en los mil tropiezos de mi paisito, que al lado de estos desmanes parecen quejas de señoras burguesas, pero los callos propios duelen más que los cánceres ajenos.
Pienso en cómo iba el mundo a las diez de la mañana cuando yo era pequeño. Entonces los periódicos eran para hacer papalotes, la radio para escuchar los episodios de Elpidio Valdés y la televisión, bueno, la televisión a las diez de la mañana ni siquiera tenía transmisiones. Por aquellos días, si alguien me hubiese mencionado la palabra Internet, habría pensado en algún evento deportivo.
Repasando aquellos años me pregunto en qué momento el mundo se fue al carajo y se llenó de desastres apocalípticos, guerras irracionales y muertes inoportunas, pero en el fondo sé que no, que el mundo no ha cambiado tanto; en aquellos días Libia se llamaba Yogoslavia y los Tomahawk eran tan eficientes destruyendo historias como hoy.
Nada, que hay días en que ser mayor y privilegiado tecnológico tiene sus desventajas.
(Tomado de El Microwave)