Maylín del Toro, el ippon que va por dentro

La cubana Maylín del Toro.

Cuando uno sabe que le faltó un segundo, que tuvo cerca la victoria de su vida, que todo el sufrimiento del entrenamiento y las horas fuera de la familia quedaron rendidas en un tatami en apenas seis minutos de combate, las lágrimas son inevitables y le deja al periodista una frase para titular al estilo más directo: “el ippon va por dentro de mí”.

Así sucedió este miércoles cuando la cubana Maylín del Toro enfrentó a una de las mejores judocas no solo de su división (63 kg) y de Francia, sino del mundo: Clarisse Agbegnenou, que en esta propia jornada levantó su sexta corona en campeonatos mundiales, además de ostentar el título olímpico de Tokio 2020.

Tras quedar bye en el sorteo para la primera ronda, la santiaguera esperó ansiosa por su rival, aunque sabía casi al dedillo que sería la multimonarca del orbe, quien cumplió con rigor su salida inicial ante la serbia Anja Obradovic.

El azul que tanto le recuerda a su Cuba le acompañaría en lo que podía ser un momento crucial en su carrera deportiva. Días antes, la había saludado en el hotel, adonde la francesa llegó con su bebé de meses, algo que nadie recuerda haber visto en un torneo mundial con anterioridad.

Eran tres mujeres sobre el tatami, pues la encargada de hacer justicia también era mujer. Maylín escuchó las últimas orientaciones de su entrenador y salió decidida a que podía vencer lo imposible. No sería la primera vez que una favorita se fuera temprano (en estos mundiales pasa a menudo) y así comenzó a atacarla, inquietarla con su mejor técnica (uchi-mata) y “parársele bonito”, como le dijo su madre días antes que conoció el sorteo.

No paraba de atacar y la voz de mando de Arencibia retumbaba en la Sala AHBA Arena. Llegó el primer shido en su contra, pero no bajó el ritmo. Varias veces pudo hacer un buen agarre y la defensa de su rival lo desarmaba o simplemente no pasaba de eso. Otra penalización para la antillana cuando casi concluía el tiempo reglamentario haría más tensa la decisión, ahora en regla de oro o tiempo extendido.

Por momentos se veía confiada, saltaba levemente y el judogui parecía entallarle en su cuerpo largo y fuerte. En los 60 segundos siguientes, no paró de intentar la proyección, de desbalancear el cuerpo de su rival, y lo arriesgó todo al tirarle la mano derecha a su espalda para iniciar un movimiento que podía definir el combate. Sin tiempo que perder, Clarisse aprovechó el impulso y la soltó por el aire, un recurso que solo su maestría lo describió perfecta.

Maylín se levantó con una leve cuclilla y no era la misma. Era cierto, el ippon iba por dentro, en su procesión de haber vencido lesiones, operaciones y muchas privaciones personales por un resultado que la acercara al quinto lugar mundial del 2018. Pasó tan rápido por la zona mixta que no alcancé a sacarle esa frase que me dijo luego en la guagua camino al hotel.

Maylín del Toro es de las judocas a quienes es raro ver tan serias y tristes. Siempre alienta, sonríe y es bondadosa con sus compañeros. La he visto consolar y apoyar a muchos de sus compañeros cuando el revés llega. Ahora no perdió con una cualquiera. Cayó ante la mejor del planeta en su división desde el 2013. Puede ser que el ippon vaya por dentro, pero afuera siguen muchas personas esperando por más medallas en otras ocasiones.

Ese es el verdadero deporte. No solo el de podios o lamentos. También el de volvernos a levantar.