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Ignacio M. Carlotto: 'La recuperación de la memoria es un logro del pueblo argentino'

Ignacio M. Carlotto, nieto de la presidenta de las Abuelas de Mayo en el Auditorio de Sodre en Montevideo. F. PENA

Ignacio M. Carlotto, nieto de la presidenta de las Abuelas de Mayo en el Auditorio de Sodre en Montevideo. Foto: F. Pena.

La presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, vivió en agosto del año pasado uno de los momentos más felices de su vida: recuperaba a su nieto Ignacio después de una búsqueda de 36 largos años y con él lo que un día le arrebató la dictadura militar argentina, que causó al menos 30 mil víctimas entre 1976 y 1983.

Los padres de Ignacio, Laura Carlotto y Walmir Óscar Montoya, dos jóvenes militantes de izquierda, fueron secuestrados y asesinados. Ella dio a luz en un centro clandestino en 1978 y solo pudo pasar unas horas con su hijo, a quien llamó Guido, antes de que se lo arrebataran para ser dado en adopción de forma ilegal. Guido es ahora Ignacio Montoya Carlotto, como él mismo se presenta. Prefiere dejar atrás el nombre que le pusieron sus padres biológicos porque, a pesar de que lo ha intentado, no se siente identificado con él. Sin embargo, sí va a recuperar sus apellidos porque "los ve como algo familiar" y no como una imposición. Su caso está aún por resolver y tanto su padre adoptivo como el médico que firmó el falso certificado de nacimiento deberán explicar ante la Justicia por qué ese niño llamado Guido se convirtió en Ignacio.

Se le nota cansado, pero a la vez "agradecido de tener más respuestas que preguntas". A pesar de lo que ha cambiado su vida en estos últimos meses, asegura que continuará viviendo en Olavarría, una pequeña ciudad situada en la provincia de Buenos Aires, y que seguirá dedicándose a la música. Lejos de sentirse un símbolo de la recuperación de la memoria, este profesor, compositor y pianista, no se ve militando en política; prefiere luchar por la causa como mejor sabe hacerlo: a través de su música. Y, como ejemplo, este mismo sábado, Ignacio Montoya Carlotto será el protagonista del Concierto por la Memoria que se celebra en el prestigioso Auditorio Nacional del Sodre de Montevideo. Como imaginarán, en primera fila habrá una invitada de excepción: su abuela Estela, quien con música o sin ella sigue celebrando haber recuperado a su nieto.

Hace tan solo unos meses que se enteró de que era el nieto de Estela de Carlotto, figura central de esta lucha. ¿Cómo se procesa esa información?
Tal vez si me hace esa pregunta dentro de 10 años tendré más respuestas, pero de momento, se procesa poco a poco. Hay cosas que nunca voy a poder procesarlas y que quedarán ahí como algo que tendré que trabajar. Lo más significativo es el hecho de encontrar a mi abuela, pero detrás de eso hay una serie de circunstancias que hacen que la historia se torne compleja para ser vivida en primera persona. Trato de navegar con lo que me ha tocado vivir: a veces hay momentos de felicidad extrema que antes no tenía, pero también los hay de angustia, es una mezcla muy fuerte y aún lo estoy procesando.

Su caso ha sido muy mediático. ¿Se siente como un símbolo de la recuperación de la memoria?
No me siento así, puede que los demás sí, pero yo no. Cargar con la responsabilidad de ser un símbolo es una mochila demasiado pesada para mi pobre cabeza, pero a los demás no puedo quitarles eso, si creen que soy un símbolo está bien. Veo grafitis con mi cara y me resulta extraño porque no soy yo, sino lo que represento. Haré lo que mi sentido ético y de buen ciudadano me lleve a hacer y será acompañar esta causa durante toda mi vida, pero no sé si responderé a las expectativas.

Se enteró de que era adoptado hace también muy poco. Dice que su historia no le convencía y que, por eso, decidió hacerse las pruebas de ADN. ¿Conoce ya toda esa historia?
Me enteré hace muy poco de mi adopción y, a partir de ahí, siendo consciente de mi edad y dado que había nacido en La Plata, empecé a investigar. Eso en seguida me llevó a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), a las abuelas, y lo demás se desarrolló de manera muy rápida. Los primeros meses fueron un aluvión de información nueva, pero ya quedan pocas cosas por descubrir. Ha sido increíble conocer a mis dos familias, es una situación extraña, pero lo disfruto mucho. Tenemos una gran cercanía y eso lo hace más fácil, se ha construido un vínculo. Han aparecido más respuestas que preguntas, así que no me puedo quejar.

Dice que sus sospechas eran demasiado fugaces como para preguntar a sus padres adoptivos. ¿Cómo es la relación ahora con ellos?
Es buena, soy un hombre agradecido, les debo una parte muy importante de todo lo que soy. No creo que en la información genética estén todos los patrones para la educación de un individuo, sino al contrario, algunas cosas vienen y muchas otras te las da la educación que has recibido, que es lo que te desarrolla como persona. En ese sentido estoy agradecido por los parámetros que me dieron, ya que me han permitido estar fuerte para este momento, para afrontar la búsqueda, para poder preguntarles a ellos. Entender todo esto requiere un aplomo que nunca pensé que tendría. Me ha tocado vivir una vida que no se entendería sola sin el contexto de los otros 115 nietos recuperados. Cada restitución nace a partir de una situación dramática, de un terrible delito, cada uno con una historia diferente. En mi caso tuve mucha suerte de caer en manos de una familia amorosa que me dio la referencia de un padre y una madre. Me dieron una vida que me mantuvo al margen de todo el dolor que atravesaron las personas que me buscaron. Esto, obviamente, no implica negar responsabilidades, que las hay, y cada uno deberá responder por las cosas que ha hecho, pero sin ánimo revanchista, que es algo muy fácil en estos casos.

¿Siente que ha recuperado su identidad?
No, no siento que la he recuperado porque nunca la he perdido. Yo lo que he hecho ha sido conocer a mi familia y esa información me ha permitido completar muchas cosas de mi vida, pero mi identidad ya estaba. Si no lo pienso de este modo, corro el terrible riesgo de que esto no sea una recuperación, sino una sustitución en la que mi identidad actual pase a ser la única que existía y tengo 36 años, hay toda una vida detrás y, además, ha sido buena. No puedo borrarla. Se han agregado cosas que me completan, todo suma.

En España mucha gente dice que es mejor no abrir viejas heridas como justificación para que no se investigue el paradero de las víctimas del franquismo. ¿Qué les diría a quienes sostienen este argumento?
Existe una idea de que la única forma de mirar hacia delante es dejar atrás el pasado. Pero creo que, como animales sociales que somos, si no logramos cerrar esas heridas, por muy duro que sea mirar en ese espejo, el problema es que podemos volver a revivirlo, tal vez en otras circunstancias, en otra época o con otros colores políticos, pero podríamos volver a esos viejos errores. Creo que en Argentina hemos hecho un gran trabajo, que implica poner de un lado a los que quieren revisar la historia para buscar responsables y cerrar estas heridas y de otro a quienes no quieren que suceda, y esos seguramente son los que tienen algo que esconder porque, de lo contrario, ¿por qué negarse a revisar? También es cierto que ese proceso se debe hacer con mucha cautela, con madurez y, a veces, no se tiene.

¿El Gobierno argentino lo está haciendo con esa madurez que menciona?
Sí, no sé si el Gobierno, más bien el pueblo argentino. Esto es algo que comenzó con las asociaciones de derechos humanos y que en estos últimos años el Gobierno ha apoyado mucho, pero era el reclamo de una parte importante de la sociedad. Siempre hay que esclarecer este tipo de cuestiones, aunque la realidad sea terrible. No hay manera de disimular poéticamente el hallazgo de una fosa con cadáveres, es un desastre. Nos queda un rasgo de evolución social grande. El ser humano es capaz de hacer cosas terribles, no ayuda construir carreteras encima de los campos de concentración, sino que se logra escribiendo, haciendo museos, haciendo una revisión entera. La recuperación de los espacios de la memoria es una de las mejores cosas que tenemos en Argentina. Son lugares que han sido transformados en centros culturales y los hijos de quienes estuvieron ahí detenidos ahora van a jugar allí y es algo muy simbólico. Podemos sentirnos orgullosos de eso. Después somos una nación colmada de desastres en todos los sentidos, pero hay cosas como esta que nos hacen entender que a veces tenemos unos rasgos de madurez importantes.

Ha mencionado antes que va a seguir luchando por esta causa, ¿lo va a hacer militando en algún partido o desde alguna asociación en particular?
No voy a militar en ningún partido. La mejor manera en la que puedo hacer difusión de todo esto es con mi música. La mecánica de los derechos humanos en Argentina se ha transformado a través de gente muy capaz y yo dejo que ellos trabajen. Creo que desde donde más puedo aportar es desde mi profesión como músico.

¿Tiene contacto con los otros nietos recuperados?
Somos como una especie de club al que se le agrega de vez en cuando un miembro. Hay reuniones anuales en las que nos juntamos todos. Hace poco asistí a mi primer asado y es una buena sensación porque entiendes que no eres el único al que le ha sucedido y tratamos de ver cómo lo vamos resolviendo. Es bueno contar con ese apoyo, ellos tienen más experiencia y, además, son muy divertidos, tienen un humor muy particular y hay que tomárselo por ese lado, de lo contrario, lo pasas mal.

¿Han cambiado sus proyectos para el futuro?
Dejé la dirección en la escuela de música de Olavarría, donde vivo, pero mantengo la docencia. Por lo demás, mis proyectos no han cambiado, sino que se han potenciado. Poder tocar por ejemplo en el Auditorio Nacional de Uruguay es algo increíble, pensé que no pasaría hasta dentro de muchos años y he tenido la suerte de que se dé ahora, es un deseo cumplido.

(Tomado de El Mundo)