Pintadas las piezas y terminada la reparación de todas las partes, Daniel probó el funcionamiento del reloj antes de ensamblarlo completo, salvo las transmisiones de la sonería. Dejó que el reloj funcionara fuera de su nicho original en la torre de Quinta Avenida por más de 72 horas, sin parar.
Finalizada la prueba, volvió a desmontarlo para darle el acabado final y pintarlo del color original, que había mientras lo limpiaba. Era verde y dorado, como otros relojes del mismo fabricante y fecha de construcción.