El factor humano: Una reflexión colectiva sobre los accidentes del tránsito y sus consecuencias (+ Fotos)

En Matanzas ocurre 1,2 accidente de tránsito como promedio diario. Imagen tomada de TV Yumurí.

A veces se trata de un ramo de flores o un girasol solitario colocado con esmero a la orilla de la carretera. Cuando uno viaja rápido sobre el asfalto se hace difícil reparar en los detalles. De vez en cuando un semáforo en rojo o el imperativo de reducir la velocidad en una curva permiten echar un vistazo. Algunas de esas ofrendas mantenidas con fidelidad por familiares o amigos llevan la foto del ser amado que perdió la vida en ese punto. Hay historias de conductores ebrios, de peatones distraídos, de rescatistas heroicos, de pasajeros que dormían y no despertaron más, de choferes con un historial impecable que aquel día se dejaron llevar por la prisa. Hay de todo.

Según cifras oficiales de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONEI) y la Unidad Provincial de Tránsito, en la cubana provincia de Matanzas ocurrieron dos mil 484 accidentes de tránsito en los últimos cinco años, con un saldo de 246 fallecidos y dos mil ocho lesionados. Pero este reportaje va más allá de los números, esclarecedores pero impersonales, para ahondar en las vivencias de quienes lidian a diario con las consecuencias que provoca un siniestro, mucho más difíciles de cuantificar.

La vida y la vía

Las motos destacan entre los vehículos con mayor presencia en las estadísticas de accidentalidad en la provincia.

“Llegar al lugar de un accidente nunca es agradable”, lo dice el capitán José Luis Montenegro Ortega, primer oficial de Educación Vial de la Unidad Provincial de Tránsito, que ha tenido el deber de estar en varios. Con 21 años en Tránsito, de los 34 que lleva de carrera en el Ministerio del Interior (Minint), uno podría pensar que ya estaría acostumbrado a todo a estas alturas, pero no. Más de una vez le tocó encontrarse con caras conocidas entre los implicados en un accidente, lo que puede hacer aún más difícil el trabajo.

“Como ser humano lo sufrimos como cualquier otro, porque tenemos familia, vemos un niño herido y pensamos en nuestros hijos, en los nietos. La gente nos dice: no sé cómo ustedes pueden. Si no existieran médicos, paramédicos, rescatistas, o policías que acudieran a estos lugares, ¿qué sería de la vida de las personas que necesitan nuestro apoyo? Muchas veces son los patrulleros o los del Sistema Integrado de Urgencias Médicas (SIUM) los primeros en llegar. Siempre es doloroso, pero hay que hacerlo”.

Al cierre de 2021, la provincia creció en sus tres parámetros de la accidentalidad, a saber, la cantidad de esos hechos, así como también las cifras de muertos y lesionados. Las causas fundamentales identificadas fueron no atender el control del vehículo, no respetar el derecho de vía, desperfectos técnicos, y animales sueltos pastando en la carretera.

Curiosamente, aunque no deja de ser un problema planteado en reiteradas ocasiones por todos los choferes, el mal estado de algunas vías no destaca entre las principales causas. De acuerdo con el capitán Montenegro Ortega, cuando se analiza el lugar de la tragedia suele tratarse de uno de los tramos en mejor estado, con adecuada señalización y buena visibilidad. “Lo más reiterativo es la falta de responsabilidad de quien conduce, la persona que viola las leyes del tránsito, no atiende el control del vehículo o no guarda la distancia requerida, por eso insisto en que el factor humano es determinante”.

“Matanzas en una provincia podríamos decir céntrica, es decir, las vías nuestras coinciden con las principales de interés: la Autopista Nacional, la Vía Blanca, la Carretera Central. Además de los propios del territorio existe una gran circulación de medios de transporte procedentes de todo el país, sobre todo los que van del Oriente de la Isla a la capital, o viceversa.

“Se hizo un estudio que abarcó los últimos cinco años con el fin de adoptar nuevas medidas. Sabemos los sectores donde existen las mayores dificultades (Autopista Nacional, el Circuito Sur, la Carretera Central), los horarios de mayor ocurrencia (entre las 15 y las 21 horas) y el de mayor peligrosidad con más víctimas (de las 19 a las 21)”.

Las acciones para revertir el actual panorama incluyen mayor exigencia en la revisión técnica de los equipos, la recalificación de los choferes profesionales, sanciones más severas (multas, decomiso) para los poseedores de animales sueltos en la carretera, reparación de viales, mejoras en la señalización, y más presencia de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) en determinadas zonas en ciertos horarios. Sin embargo, no existen fórmulas mágicas.

Pese a la prohibición vigente y la severidad de algunas sanciones todavía es frecuente encontrar caballos, reses y ganado caprino alimentándose a la orilla de la carretera, sin ninguna restricción de movimiento. Esto ocurre tanto en áreas menos transitadas como en sectores principales, incluido el corredor turístico entre La Habana y el balneario de Varadero, donde existe un constante flujo de vehículos de todo tipo, entre ellos transportes de mercancías y pasajeros. También sucede en Vía Blanca, sobre todo en el tramo Bacunayagua-Matanzas, y la carretera de Cidra a Unión de Reyes.

“Toda persona que conduce tiene una responsabilidad, sea en un vehículo particular o estatal. En el caso de los profesionales tienen que sentir mayor exigencia. Tanta culpa tiene el chofer que maneja consciente de que su medio de transporte tiene desperfectos técnicos, como el directivo de su empresa al permitirlo”.

Pero la culpa también recae en el peatón. Fueron 39 los peatones implicados en siniestros en la vía durante el año 2021 en la provincia matancera, de los cuales 12 fallecieron y 27 sufrieron lesiones. “Es muy lamentable cuando se pierde la vida de cualquier persona, pero sobre todo si se trata de jóvenes con un futuro por delante y mucho para aportar a la sociedad”.

“¿Cuántas veces hemos visto a los muchachos transitar por la calle mientras oyen música con audífonos o entretenidos con los celulares? Las personas no acaban de entender que eso los distrae, y tanto es así que pierden la noción de su entorno. Cuando analizamos los accidentes donde recibe un impacto algún peatón es reiterativo que cruzan sin prestar atención o no se percatan de la proximidad de un vehículo”.

Otra pandemia

El mal estado técnico de algunos vehículos con varios años en explotación eleva el riesgo de un desastre en la vía. Imagen tomada de TV Yumurí.

Resulta curioso que en 2021, incluso bajo restricciones a la movilidad vehicular impuestas durante el pico de la pandemia de la COVID-19 en Matanzas, en la provincia ocurrieron 501 accidentes, 114 más que en el año anterior. En opinión del primer oficial de Educación Vial, esto se explica porque no se aplicaban iguales prohibiciones a todos los equipos. En ese período se incrementó la circulación del ciclomotor y de todo tipo de medios alternativos. “Quien no podía moverse en su auto debido a las prohibiciones podía hacerlo en un transporte de tracción humana o animal”, rememora Montenegro Ortega.

“Los accidentes del tránsito son una pandemia mundial. Aunque también pueden ocasionar daños económicos, lo más terrible es el impacto en la sociedad. El dolor de una familia que pierde a alguien nunca llega a curarse del todo. La pérdida de ese ser querido no se supera”.

Montenegro Ortega nunca conserva imágenes de los accidentes. “No me hace falta tomar fotos para recordar ningún detalle ni para cumplir con mi trabajo. ¿Para qué quiero fotos si yo lo veo en vivo?”. No obstante, se lleva en la memoria lo más demoledor de cada caso: la certeza de que podría haberse evitado.

“Recuerdo el choque de un camión con un auto que ocurrió hace años en la Vía Blanca. Cuando llegamos al lugar había una persona con vida atrapada en el interior del vehículo. La vimos fallecer porque no la pudimos sacar a tiempo a pesar de todo el esfuerzo que se hizo. Era un hombre que viajaba con su esposa. Ambos murieron.

“Pero realmente la vivencia más fuerte para mí no ocurrió directamente en el terreno. Fue el valor de una madre al contar la pérdida de su hijo. Lo hicimos a través de los medios de comunicación, de la televisión, y eso alarmó en aquel momento a mucha gente. No se trataba de hablarle al pueblo solo de cifras: queríamos mostrar el dolor real de una madre y su mensaje para que algo así no volviera a sucederle a nadie más.

“Cuando acudimos ella estuvo dispuesta. Nos dijo: siempre y cuando sea para denunciar la indolencia de un conductor yo lo voy a hacer, porque ya perdí a mi niño pero puedo ayudar a salvar a otros. Eso me marcó. Ella contó como volvía a casa muy contenta con un cake para el pequeño que cumplía años pero él nunca lo pudo probar. Un chofer en estado de embriaguez se subió con el vehículo a la acera y mató al niño en la misma puerta de su casa”.

Las reses se mueven libremente por la carretera entre los poblados rurales de Caoba y Bolondrón. Crédito: Jeidi Suárez.

Apoyo vital

El ambiente de calma que se aprecia un día cualquiera en el centro coordinador provincial del SIUM en Matanzas contrasta con la crudeza de cualquier escenario de un accidente en la vía. Cuando se recibe por vía telefónica una petición de auxilio se dispone de escasos minutos para recopilar toda la información esencial que la tripulación de una ambulancia necesita para llegar mejor preparada al lugar: qué ocurrió y donde, cuántas personas involucradas, cuántos vehículos, son algunas de las interrogantes que se formulan para hacerse una idea más clara del panorama.

Ramón Iglesias Valdés, experimentado doctor y máster en urgencias y emergencias comparte turno en la base con el joven Rubén David Fumero Prior, enfermero emergencista. Minutos antes, uno de los carros tuvo que responder a una petición de ayuda desde una concurrida zona de la ciudad de Matanzas: una anciana que cruzaba la calle fue atropellada por una moto. Nunca se sabe cuándo harán falta sus servicios. Hay que estar listos en todo momento.

“Un enfermero del SIUM y el médico que lo acompañe tienen que ir preparados y conocer la cinemática del trauma”, explica Iglesias Valdés. “Por ejemplo: en más del 90 por ciento de los accidentes del tipo colisión frontal el chofer y la persona que viaja delante junto a él sufren lesiones en la parte superior del cuerpo. Tener datos de lo que sucedió le da al equipo una idea de lo que puede encontrar. La activación debe ocurrir en un minuto de respuesta para la salida del carro. En la escena no se deben sobrepasar los 10 minutos de actuación. Hay que trabajar muy rápido en las lesiones que pueden provocar la muerte: detener sangramiento profuso, canalizar una vena, pasar líquido abundante, desobstruir vías aéreas”.

Procedente del municipio matancero de Jagüey Grande, el médico se graduó en el año 1992 y desde muy joven se sumó al trabajo del SIUM. La experiencia le confirma que la labor del centro coordinador es esencial para orientar al equipo, e incluso, si fuera necesario, solicitar la participación de otras fuerzas como bomberos, la policía o la Defensa Civil.

“Hay que asegurarse de que la escena esté segura para poder actuar, porque debemos velar por la seguridad de nuestra gente. Un rescatista muerto no puede ayudar a nadie. En un accidente en Bacunayagua tuvimos que activar a los bomberos porque el carro quedó atrapado entre la maleza. Tuvieron que llegar con las sierras y hacer una trocha para que pudieran entrar los rescatistas”.

Las tripulaciones del SIUM son frecuentemente los primeros en acudir a la escena de una tragedia en la carretera.

Una buena coordinación también puede ayudar a quien llama por teléfono para iniciar un proceso de ayuda al paciente, tal vez a controlar una hemorragia, o evitar que extraiga a quien está atrapado en un vehículo provocándole más lesiones debido a su desconocimiento, una práctica bastante común en la actualidad.

“Para el cubano es algo natural brindar su solidaridad, pero en el lugar de un accidente eso puede generar más problemas. Hoy no tenemos las estadísticas exactas, pero es frecuente que con el ánimo de ayudar se mueva a una persona accidentada y se le ocasionen otros daños, porque se actúa sin tener preparación. La extracción vehicular debe hacerse con determinados dispositivos, una tabla espinal corta, collarín cervical.  Se fija el paciente antes de extraerlo del vehículo para evitar más lesiones. Existen varios procedimientos técnicos”, asegura Iglesias Valdés.

El médico se lamenta de que hoy no haya costumbre de esperar por la ambulancia para recibir una atención profesional. Algo similar ocurrió en el año 2018 en la Vía Blanca cuando se volcó un camión que trasladaba café, cerca del puerto de la ciudad de Matanzas. Solo cuatro minutos le tomó al equipo llegar al lugar, pero ya la gente había movido a todos los lesionados. “Uno de ellos tenía una fractura cervical y el traslado sin el debido conocimiento le provocó una lesión en la médula. Quedó parapléjico”.

Ramón es hoy un veterano acostumbrado a lidiar a contrarreloj con situaciones extremas, al igual que la mayoría de sus colegas, pero unas dos décadas atrás era un muchacho iniciándose en el ejercicio de su profesión que tuvo que enfrentarse a la crudeza de un accidente masivo.

“Es el más impactante en el que he estado: el descarrilamiento de un tren en Coliseo (localidad rural). Aquel día yo estaba en el hospital municipal de Jovellanos cuando empezaron a llegar algunos lesionados. Espontáneamente me monté en una ambulancia del entonces servicio de la Cruz Roja para ir a apoyar. Me impresionó la cantidad de personas y las lesiones tan graves que tenían. Yo estaba joven, recién graduado de Medicina y no tenía mucha experiencia. En un momento casi me paralicé. Fue muy impresionante por la cantidad de víctimas y la magnitud de sus lesiones. Había muchos adultos y también niños. Los amasijos de hierro de un tren pueden hacer mucho daño.

“Otro suceso que me impactó mucho ocurrió en Jovellanos. A un camión en el que viajaban varias personas se le desprendió la baranda hacia un lado. Una embarazada cayó a la carretera, se golpeó el vientre y perdió a la criatura. Cuando llegamos seguía con vida pero ya estaba muy débil. Aunque trabajamos con ella fue imposible salvarla. Falleció en el lugar”, relata Iglesias Valdés.

El enfermero Rubén David, de 32 años de edad y asignado a la ambulancia de apoyo vital avanzado, asegura que todas las escenas de accidentes de tránsito son complicadas, pues “uno sale rumbo al terreno con una idea pero la realidad siempre sorprende. No hay una que no sea impactante, aunque hay lesiones más desgarradoras que otras. Me enfoco en no dejarme impresionar, seguir el protocolo, hacer un buen triage (clasificación de los pacientes según la gravedad)”.

“Un día casi a punto de salir de la guardia nos activaron por un choque de dos motores cerca de la Universidad de Matanzas. Para allá fuimos. Un muchacho que estaba allí había llamado. Vimos un gran tumulto. Un motor donde viajaban dos tripulantes chocó por detrás con otra moto con sidecar que transportaba a tres personas.

“La primera imagen fuerte fue la de un joven bocabajo en un gran charco de sangre. A primera vista parecía fallecido, pero comprobamos que todavía respiraba, aunque estaba a punto de ahogarse. La sangre se le coaguló en la boca y no le permitía ventilar. Tenía un gran trauma facial. Tuve que usar una sonda neonatológica para aspirar la sangre y eliminar el coágulo. Poco a poco el paciente pudo empezar a respirar. Se informó de la magnitud de sus lesiones al centro coordinador y cuando lo llevamos al hospital de inmediato le practicaron una traqueotomía. Cuando estás trabajando concentrado te parece una eternidad pero luego miras el reloj y te das cuenta de que solo pasaron unos minutos”, admite.

“Un caso complejo fue el de una paciente extranjera que se trasladaba en ambulancia hacia La Habana para someterse a una intervención. Alrededor del kilómetro 104 de la Autopista Nacional el carro se salió de la carretera. Dicen que dio varias vueltas. Cuando llegamos nosotros ya había una tripulación del SIUM en el lugar. Siempre nos afecta mucho ver una ambulancia accidentada porque pensamos en nuestros colegas. La paciente había caído entre dos árboles. Fue muy trabajoso estabilizarla en la misma escena en medio de la hierba alta y el fango, bajo una fuerte lluvia, por las condiciones del lugar y porque se trataba de una persona obesa.

“Yo trato de no familiarizarme demasiado con la escena. Me enfoco en el trabajo para que no me afecte. A pesar de eso muchas veces preguntamos a los médicos de la siguiente guardia por la evolución de los pacientes que rescatamos. Con frecuencia algún familiar nos reconoce y nos felicita. También recibimos llamadas en la base para reconocer nuestro trabajo. Esas muestras de agradecimiento siempre conmueven”.

El trabajo de los rescatistas del SIUM en una escena de accidente no debe superar los 10 minutos de actuación.

La culpa

Lianet Abreu Monzón es psicóloga infantil del hospital pediátrico provincial Eliseo Noel Caamaño, de Matanzas. Aunque joven, su destreza profesional le ha permitido ofrecer el tan necesario apoyo a más de una familia marcada por una tragedia en la vía. De acuerdo con su experiencia, incluso cuando las consecuencias de un accidente de tránsito no llegan a ser fatales, queda una huella profunda en el bienestar psicológico de quienes sufrieron de un modo u otro la experiencia.

“Es frecuente el sentimiento de culpa, que es una especie de cáncer de las emociones, tanto en niños como en sus padres, y luego de esto una marcada sobreprotección. Para lidiar con eso se requiere terapia a largo plazo.

“En el caso de los pequeños siempre reflejan algún mecanismo de defensa luego de la recuperación y en estado hospitalizado. Recuerdo un caso en específico: el niño cruzó la calle convencido de que le daría tiempo, pero fue atropellado por un motor con sidecar y, como consecuencia de sus lesiones, perdió una mano. Hubo que operarlo de inmediato. Me correspondió valorarlo y explicar a lo que estaría expuesto cuando llegué a él. Sólo chiflaba la melodía de una canción y al preguntar por qué lo hacía me dijo que para no llorar. En ese momento lo respeté y lo acompañé hasta que terminó. Luego comenzamos con la psicoterapia breve. En esa como en otras experiencias siempre corresponde manejar la culpa que luego los invalida. También se manifiestan otros síntomas como ansiedad, depresión, o marcada inseguridad”.

De acuerdo con la doctora cada paciente requiere de un tiempo determinado, pues sus modos de afrontamiento no son los mismos, pero en cada caso obtuvo buenos resultados con la modificación de actitudes. Otro momento es la orientación psicológica a la familia que debe hacer frente al episodio doloroso.

Algunos permanecieron sin hablar durante dos meses, otros tuvieron ideas suicidas porque otro individuo, amigo o familiar, murió debido al accidente de tránsito. “Cada uno es único e irrepetible pero ante una situación tan difícil siempre se lacera la subjetividad humana. De ahí la importancia de mantener un tratamiento psicológico durante la hospitalización y también posteriormente”.

“Como profesional he tenido varias experiencias con pacientes afectados por accidentes. La primera vez que tuve que asumir un caso de este tipo yo trabajaba en el hospital materno provincial. Me mandaron a buscar porque la familia de una puérpera me estaba buscando. Querían orientación pues el esposo de la mujer que acababa de dar a luz había sido detenido por ocasionar un accidente de tránsito.

“Apenas unas horas después me llamaron para tratar a otra gestante ingresada por hipertensión cuyo esposo, un joven de unos 28 años de edad, acababa de morir. Se había quedado dormido en la carretera mientras conducía. Me tocó darle la noticia porque no había nadie más. Normalmente como especialista nunca me encargo de esto, pues en estas circunstancias preparo a algún familiar que mantenga un vínculo adecuado con la persona. En ese momento me tocó ver ambas caras de una misma realidad”.

Jugar con la muerte

Fueron 39 los peatones implicados en siniestros en la vía durante el año 2021 en la provincia matancera.

El “Enano” ya no se deja convencer, como antes, para poner a prueba su valor sobre el asfalto a 200 kilómetros por hora. Daniel González Ramírez, su nombre verdadero aunque casi nadie le llame así, ahora piensa primero que todo en sus hijos. Quien se deje engañar por su corta estatura no podrá imaginarse a este residente de la ciudad de Cárdenas, famoso por sus dotes de mecánico, como un temerario participante en las carreras ilegales de motocicletas.

“Yo corría en la moto desde que era un chiquillo. Lo hacía a escondidas de mis padres porque me gustaba, pero nunca para ganar dinero. Cuando me subí por primera vez encima de una tenía 11 años. Para mí era una diversión pero no sabía que jugaba con la muerte. Participé en carreras ilegales durante muchos años. Tengo suerte de estar vivo todavía”.

Sorprendido él mismo de su récord cuenta que tiene en su haber 27 caídas del motor, en cuatro de las cuales perdió el conocimiento. El último accidente fue hace alrededor de siete años. La medicina cubana lo salvó cada una de aquellas veces. Sufrió varias heridas: lesiones en la cabeza, la cervical y por todo el cuerpo. Las secuelas son un recordatorio. “Cuando anda por ahí un frente frío yo lo siento en los huesos mucho antes de que llegue”.

“Cuando sufres un accidente todo pasa muy rápido. Luego vienen las secuelas, pérdida de retentiva, problemas de la vista, dolores. En las carreras ilícitas se ha perdido mucha juventud. Es un desastre para cualquier familia porque quien pierde a un hijo nunca más vuelve a ser persona. Ese dolor te destruye. Una moto modificada desarrolla una velocidad de más de 200 kilómetros por hora. Yo soy mecánico y hacía muchos trucos para ir más rápido: alterar la carrera del cigüeñal, el diámetro del pistón, los conos de aceleración del tubo de escape o la relación de transmisión.

“Por arriesgarme y no tener percepción del peligro he perdido varios amigos, uno de ellos chillando gomas mientras estaba en estado de embriaguez. Las motos pueden ser muy peligrosas, porque la carrocería es uno mismo. Hay mucha indisciplina. Sobre todo los más jóvenes no calculan el peligro, por eso es tan importante el papel de los padres para orientarlos y dar consejos que permitan evitar una tragedia.

“Tuve la amarga experiencia de ver morir a un amigo en una carrera clandestina. Fue en el año 2006. Esa noche hubo un concierto. Un grupo de jóvenes que siempre andábamos en moto salimos a pasear por Cárdenas. Un muchacho me invitó a correr pero yo no quise. Al final terminamos todos en la vía rápida echando competencia. Mi amigo, un muchacho muy querido por todo el mundo, corrió y chocó a toda velocidad contra otro que venía en contra. Yo estaba mirando la carrera y lo recogí del suelo para llevarlo lo más rápido posible al hospital. Durante mucho tiempo tuve guardada su camisa manchada de sangre. En ese accidente se perdieron dos vidas jóvenes. Sentí un dolor muy grande. Mi amigo no había cumplido 20 años”.

Un cuarto oscuro

Pasajeros y peatones también tienen responsabilidad como usuarios de la vía.

En 1991 José Alberto de La Paz Trujillo tenía 27 años de edad. Era cantinero en el hoy destruido hotel Europa, en la ciudad de Cárdenas. Un día como otro cualquiera manejaba su motor con sidecar rumbo a la casa de la familia. “La calle Calzada cuando aquello era una doble vía. Venía un carro, parece que de Varadero, haciendo zigzag, y yo huyendo para esquivarlo me subí con el motor sobre la acera. Choqué con la columna del portal de una casa y el techo me cayó arriba. Al oír el estruendo los vecinos de la cuadra salieron y me rescataron. Me montaron en un carro y me llevaron para el hospital”.

José Alberto sufrió múltiples lesiones. La sangre le salía de la nariz y los oídos. Después de varias pruebas de rigor los médicos le comunicaron que tenía fracturas en el cráneo. “Cuando yo recuperé el conocimiento creí que estaba en un cuarto oscuro, porque no podía ver nada”.

“Me trataron por neurocirugía. Cuando me llevaron al hospital naval de La Habana allí me dijeron que la inflamación me había atrofiado el nervio óptico. Perdí la vista en ambos ojos. Nunca antes tuve problemas de visión y ni siquiera usaba espejuelos. Recuerdo muy poco del carro. Solo sé que era un Moscovitch con chapa de Villa Clara. El conductor siguió su marcha.

Perder la visión fue un cambio muy brusco pero el joven se las arregló poco a poco para reponerse, tomándolo “con carácter deportivo”.  El apoyo incondicional de la familia marcó una enorme diferencia y le permitió seguir adelante en el empeño de hacerse camino en una nueva vida. “Mi padre me inculcó que debía valerme por mí mismo porque no siempre podría depender de que me sacara él, mi madre o mi hermana. Así fue. Ingresé en la Asociación Nacional de Ciegos de Cuba (ANCI), y ahí los compañeros me rehabilitaron. Su presidente en aquel entonces, a quien le debo mucho, me dijo: Jose, tienes que coger calle”.

De la Paz Trujillo aprendió el manejo del bastón, conoció a otras personas privadas como él del sentido de la vista, pero provistas de otras capacidades. Practicó deportes y llegó a competir en judo, taekwondo y atletismo. Siempre estuvo activo. Entre los nuevos amigos compartió historias con otros que también perdieron la visión en accidentes de tránsito y se apoyaron mutuamente: era una forma de desahogarse.

“Me siento bien en la ANCI y soy parte de su dirección en el municipio de Cárdenas. Actualmente atiendo lo que tiene que ver con la rehabilitación de los asociados y estoy a cargo de entrenar a una de las compañeras en el uso del bastón, para que pueda caminar por la calle ella sola. Yo al principio pasé mucho trabajo para salir de la casa porque tenía miedo, pero poco a poco adquirí habilidad y destreza para caminar con el bastón y hoy voy a todas partes”.

En Cuba, donde la cifra de conductores no llega al 20 por ciento de la población, durante el año 2021 ocurrieron ocho mil 354 accidentes de tránsito, fallecieron 586 personas, y cinco mil 851 sufrieron lesiones, según refirió a Cubadebate Reinaldo Becerra Acosta, secretario de la Comisión Nacional de Seguridad Vial, en reciente podcast.

Como sucede con otras tantas cosas de la vida, desde las enfermedades de transmisión sexual hasta los incendios, las cifras por si solas no bastan para asustar a nadie. Sin embargo las imágenes, igual que sucede con las enfermedades más terribles, sí logran erizarle la piel a cualquiera. Es empatía elemental. Basta contemplar los restos de un auto que chocó con un camión, ahora más parecidos a una bola de papel arrugado que a una máquina, para ponerse en el lugar de sus desafortunados pasajeros. Ser más responsable en la vía y exigir a otros la misma actitud puede ayudar al lector a salvarse de figurar en las estadísticas.