Esquirlas de pasado en la memoria

Durante la Invasión a Playa Girón
Foto: Joaquín Viñas.

Hace unos días solicitaron mi ayuda para una serie documental. La ayuda consistía—según me explicaron después— en revisar la manera en que el diario cienfueguero La Correspondencia informó sobre los hechos ocurridos entre el 15 y 19 de abril de 1961. Aunque no era especialista en el tema —ni había ceremonia de iniciación de por medio—, acepté la propuesta.

Una vez en el local de Fondos Raros y Valiosos de la Biblioteca Provincial, pude leer declaraciones, discursos oficiales y testimonios a los que anteriormente no había tenido acceso. Pude ver las convocatorias para que las personas no dejaran de sumarse a la Campaña de Alfabetización, a la zafra, a la Reforma Agraria, para que los padres no dejaran de mandar a los niños a la escuela, para que las mujeres ayudaran con los primeros auxilios a los milicianos heridos. Pude comprobar cómo los titulares de la primera página del mismo día 15 ya daban cuenta del bombardeo a los aeropuertos de La Habana, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba.

Me llamó la atención, por otra parte, la forma en que se yuxtaponían en La Correspondencia, casi por contraste, las noticias de Girón y los anuncios de negocios privados, carteleras de los cines, así como la boda de dos jóvenes pertenecientes a sendas familias distinguidas de la provincia. En medio de ese extraño eclecticismo ideológico pensé en la frase gramnsciana de los monstruos que aparecen en los claroscuros de lo viejo que no acaba de morir, y lo nuevo que no acaba de nacer.

Entonces decidí mirar un poco más, y mejor, a los pormenores de un hecho que a 60 años de distancia parecen disolverse en el olvido. Por suerte encontré esa edición ochentera de Girón en la memoria, de Víctor Casaus, que publicó Letras Cubanas una década después de la mención especial en la categoría de testimonio del Premio Casa de las Américas que un jurado conformado por Raúl Roa, Ricardo Pozas y Rodolfo Walsh le otorgaron al volumen por ser un “una evocación vívida, plástica, muy lograda del episodio de Girón y, a la vez, desde el punto de vista técnico (…), algo ejemplar”.

No hacía mucho había leído en el más reciente libro de ensayos de Yamil Díaz, que el texto de Víctor Casaus era nada menos que un clásico del testimonio cubano. Olvidado, tal vez. Subvalorado, tal vez. Menospreciado, tal vez. Pero no por ello menos valioso en cuanto a proeza narrativa, calidad investigativa y documento histórico de obligatoria consulta si se quiere entender la guerra, en general, o el enfrentamiento a la invasión del 61, en particular.

Es un libro que trasciende la concepción melodramática y almibarada de la historia, con todo y que no sostenga un enfoque estrictamente filosófico desde el punto de vista dialéctico materialista, porque como sabemos desde Platón —y así lo afirma Claudio Magris en su ensayo ¿Fuera los poetas de la República?—, la literatura no es ni puede ser filosofía, sino otra cosa en la que se funden armónicamente lo trascendental y lo aparentemente intrascendental, en la que podemos entrever el contexto (o al menos la imagen del contexto que tiene el autor) a partir de conflictos individuales que muchas veces mantienen una relación estrechísima, dialéctica, con los conflictos colectivos.

En Girón en la memoria, Casaus estructura un collage donde utiliza declaraciones de los combatientes, fragmentos de libros de ficción como La guerra tuvo seis nombres, Los hombres de Panfílov y La carretera de Volokolamsk; de no ficción (Los mil días de un presidente, El gobierno invisible, Amanecer en Girón), fragmentos de notas de prensa, tanto del diario Revolución como de la emisora Bohemia Libre (opositora, por demás), declaraciones de prisioneros capturados por los milicianos y hasta imágenes tomadas por Ernesto Fernández, primer fotógrafo en llegar a la zona de operaciones.

Insertándose en una tradición que va desde la literatura testimonial latinoamericana y, específicamente, cubana, hasta el neorrealismo cinematográfico, pasando por Akutagawa (y Kurosawa, por transitividad), y teniendo como único intermediario a un poeta que con excelente dominio del montaje cinematográfico nos presenta un relato colectivo hecho (y perdónenme la cursilería) con las esquirlas de ese pasado, pocos libros como el de Casaus permiten vivir la guerra como lo vivió un cubano de los años 60.

Pocos libros como Girón en la memoria permiten mirar la guerra con los ojos de un adolescente atrevido que fue “a probarse” bajo las balas; de un artillero que vino a sentir el miedo cuando advirtió que un proyectil de 50 mm le había perforado el estuche de los binoculares; de un soldado que vio morir a sus amigos, precisamente, por el mortero de su propio ejército —“Una equivocación, está bien, pero es la guerra. ¿Qué tú le vas a hacer?”—. Mirar la guerra desde una trinchera y desde la otra, aunque más por una cuestión de objetividad que de imparcialidad. Mirar la guerra con agonía y orgullo, mirar la guerra con miedo y con rabia —“la rabia simple del hombre silvestre, la rabia bomba, la rabia de muerte”—.

En algunos momentos puede que el libro nos parezca difícil, o que sobran testimonios que lejos de esclarecer, entorpezcan la comprensión de los hechos. Así ocurre especialmente en las primeras páginas, donde la reconstrucción de los bombardeos de San Antonio de los Baños no alcanza la consistencia, armonía y dinamismo del resto del volumen. Puede que en ocasiones no sepamos si sentir admiración o repulsión ante el atrevimiento de intercalar en un mismo texto varios discursos que avanzan simultáneamente, dejando como resultado un bloque polisémico de extraordinaria fuerza, a la par que un dolor de cabeza que probablemente nos dure toda la jornada.

Pero lo que jamás nos pasará en Girón en la memoria es que extrañemos a ese personaje en ocasiones descuidado, que en los relatos históricos y periodísticos termina la mar de las veces arruinando la naturalidad y verosimilitud del texto: el narrador (al menos en el sentido más convencional del término). Tampoco pasará que nos vayamos del libro sin entender, finalmente, el lugar exacto que debe ocupar la victoria de Girón en nuestra memoria colectiva.

Porque Girón en la memoria es como estar en un avión destartalado, avión de “Patria o Muerte”, que gira, que sube, que ataca, que acierta.

Girón en la memoria es como estar en la guerra, bajo las balas, bajo la sombra del pájaro negro que nos asecha desde lo alto.

(Tomado de Horizontes)