Mi padre, mi héroe

Mario Antonio Sánchez Dominguez junto a dos de sus pacientes. Foto: Daylis Sánchez.

Hoy te aplaudo más que nunca, las palmas se me enrojecen…te aplaudo al compás de los latidos del corazón y con cada aplauso te agradezco mi existencia.

Hoy decidí abrazarte en la distancia, ceder al pensamiento de saberte amado por muchos que como yo, conocemos tu grandeza. El orgullo se torna preocupado pero no se desvanece, al contrario se vuelve más fuerte y se camufla en efímeras llamadas a kilómetros.

La inseguridad evidente se va a dormir cuando te escucho y solo entonces sé que tus manos se guardan tras los guantes, que tu rostro no se deja ver tras la mascarilla y que tu cuerpo se escuda en una bata verde, como la esperanza que me das, que regalas, aseguras.

Hoy decidí sonreír, sonreírle a todos los que me preguntan por ti, como una niña pequeña me aferro a la idea de que eres mi héroe, pues lo has sido desde que te conozco, pero justo ahora te enfrentas a una de tus batallas más difíciles.

Tienes un alma gigante, una estrella que brilla tanto que se te sale del pecho, una luz que compartes y deslumbra. Eres un gigante que tiene tanta ternura para dar, que muchísimos pequeños se vuelven tus amigos. Pero justo hoy, espero que esos que se aíslan bajo tu tutela en aquellas cuartos herméticos, les llegue esos destellitos de tu cariño inevitable, antídoto fugaz que reverdece.

Hoy una vez más, digo muy dentro de mí: ese es mi padre, ese valiente que nació para sanar, que se desdobla ante un niño afligido y con un don mágico tranquiliza, cura, emociona y renace voluntad. Hace muy poco Bolivia te devolvió a tu Isla, pero recuerda que no somos más que misioneros prestos a hacer el bien, lo sabes.

No está de más decirte a todo pulmón y para siempre: gracias por ser uno de los tantos que estuvo cara a cara en esta batalla, que ganaremos. Recuerda, papá, hoy te aplaudo en cada latido.

Tu hija,

Claudia Sánchez del Risco