Cuba frente a la guerra más larga de la historia

El odio alcanza el punto de bloquear la entrada a la Isla de medicamentos y recursos para el enfrentamiento a la COVID-19. Foto: Dominio Cuba.

Estados Unidos, el país de los muchos récords, asume hoy el de mayor número de contagiados y de muertos por la COVID-19, mientras recrudece el bloqueo a Cuba y organiza una agresión a Venezuela.

Suena loco, absurdo, pero no lo es. El presidente Donald Trump, tiene que desviar la atención sobre el fiasco de su plan de medidas para enfrentar la pandemia y del errático sistema de salud estadounidense, considerado entre los peores de los países desarrollados.

En momentos en que esa nación acumula más de 337 mil enfermos y supera los nueve mil 600 muertos, la jefatura de la Casa Blanca considera que un ataque contra la República Bolivariana de Venezuela, cuyo gobierno acusan de supuesto patrocinador del narcotráfico en la región, puede “entretener” a su público, agobiado por la pandemia.

El absurdo llega, incluso, a incrementar la vigilancia sobre cualquier país o empresa que intente negociar o ayudar a Cuba, aliado de la Venezuela de Nicolás Maduro.

El odio alcanza el punto de bloquear la entrada a la Isla de medicamentos y recursos para el enfrentamiento a la COVID-19, a los que se suman otras medicinas y alimentos que logra comprar, casi a escondidas, para burlar el cerco económico, financiero y comercial contra el país.

De nada valen los llamados del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, urgiendo a suspender todos los tipos de bloqueos y medidas coercitivas contra diversos países, tampoco los llamados similares de la comunidad internacional.

Tampoco que brigadas médicas cubanas apoyen en estos momentos el combate al nuevo coronavirus SARS Cov-2 en 15 países. Mucho menos que medicamentos producidos por esta isla estén siendo incluidos en los protocolos contra la COVID-19 en diferentes países. Incluso que pudieran beneficiar al pueblo estadounidense.

Washington no puede permitirle el derecho a la tranquilidad, a crecer y desarrollarse en paz, a los habitantes de esta nación irreverente, decidida desde hace décadas a romper los vaticinios de los gurús y tanques pensantes del Pentágono, convencidos de que con tanta presión, la olla criolla tendría  que reventar.

Cuba anda recogida y con nasobuco cuando hoy se recuerda aquí que hace seis décadas Estados Unidos concibió contra este país la guerra más larga de la historia.

Entonces, los analistas de Washington no concibieron la estrategia pensando que el nuevo Gobierno revolucionario, liderado por Fidel Castro, fuera a durar tanto, por eso muchos militares y gente rica, aliados del régimen de Fulgencio Batista, dejaron parte de sus pertenencias en sus antiguas casas.

Aquel 6 de abril de 1960, el secretario de Estado asistente, Lester D. Mallory, escribió un memorándum sobre Cuba que reconocía: “La mayoría de los cubanos apoyan a Castro”. Y más adelante reconocía que “no existe una oposición política efectiva”.

Ante esa realidad, Mallory propuso como “único modo efectivo para hacerle perder el apoyo interno” al Gobierno cubano sugirió “provocar el desengaño y el desaliento mediante la insatisfacción económica y la penuria”.

La estrategia concebida entonces propuso “poner en práctica rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica (…) negándole a Cuba dinero y suministros con el fin de reducir los salarios nominales y reales, con el objetivo de provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.

Así anda y avanza Cuba desde hace seis décadas, enfrentando la guerra más larga de la historia, a pesar de la maldad imperial, que aunque aislada cada vez más, sigue poniendo duros obstáculos en su camino. Mientras, cada día crecen los aplausos y el respeto en el mundo hacia esta isla por su valentía, su ejemplo y su solidaridad internacional.