Si ateo es quien vive despotricando contra la religión, no soy ateo

Entrevista a Luis Pérez Guerra, médico

RM - ¿Es usted ateo? ¿Recibió una educación atea?

LPG - Mi padre era absolutamente ateo, no creía en nadie, ni en nada. Nos contaba a mis hermanos y a mí anécdotas de los guanches de su natal Canarias, siempre con tonos muy realistas. Mi madre sí creía en espíritus, y se relacionaba con una espiritista que vivía muy cerca de nuestra casa. Un día tuvo un percance con esta señora espiritista, que al parecer le robó una gallina, aunque por todas las vías le negó el hecho, y esa deslealtad la marcó. También tenía sus creencias católicas, y en el año 1958, seis meses antes de que triunfara la Revolución, los casquitos batistianos bombardearon su casa y la convirtieron en cenizas, literalmente en cenizas; pero antes de ejecutar el bombardeo alguno de ellos descolgó de la pared de la sala un cuadro muy grande del Sagrado Corazón de Jesús y lo recostó junto a una palma real que se erguía a unos metros de la casa. Cuando mi madre regresó a los pocos días y se detuvo ante aquel aterrador espectáculo, lo único que recuerdo fue que dijo: "Si esos asesinos creen en este Dios, ese no es el mío". Fueron dos hechos que la hicieron desprenderse de ambas prácticas religiosas, que parecían firmes.

RM - ¿Pero su madre le inculcaba ideas religiosas?

LPG - No. Nunca.

RM - ¿Y el ambiente en que creció no era religioso?

LPG - Como vivía en un ambiente rural del oriente de nuestro país, veía y oía los bembé de los haitianos, que siempre me parecieron ceremonias muy curiosas por su colorido y movimiento, pero nunca me involucré sentimentalmente con aquello. Sin embargo, entré a estudiar para cura.

RM - ¿Qué edad tenía?

LPG - Doce años.

RM - ¿Y que tiempo estudió allí?

LPG - Un año.

RM - ¿Por qué lo dejó?

LPG - Porque me botaron.

RM - Cuénteme, por favor.

LPG - El reglamento de la escuela exigía que el estudiante tuviera seis sotanas, otros tantos pantalones, zapatos, camisas, etc., y mis padres no lo podían comprar. Al terminar el primer curso, el director de la escuela me dijo que no podía seguir.

RM - ¿A esa edad usted creía en Dios?

LPG - No, no creía en Dios. Nunca me preocupé por si Dios existía o no. Como nos habían quemado la casa, esa parecía una salida para vivir, aunque fuera por un tiempo. Pero creencias religiosas no tenía. Déjame decirte que, a pesar de mi corta edad, me ponían en aquella escuela bajo una disciplina rigurosa, por ejemplo, una semana completa de retiro espiritual.

RM - ¿De comunicación con Dios?

LPG - Exactamente.

RM - ¿Y qué hacía durante ese tiempo?

LPG - Lo que se podía con esa edad y lejos de la familia. Nunca me comuniqué con Dios. También nos hacían lecturas de vidas ejemplares, por ejemplo, de Santo Tomás, de otros santos, y recuerdo que era muy interesante escucharlas. Eso sí me interesaba, y hasta hoy día son lecturas que hago con agrado.

RM - ¿Qué hizo después?

LPG - Terminar la secundaria y continuar por ahí. Vine para una escuela en La Habana que era como el embrión de los Camilitos donde estudiaban los muchachos víctimas de la guerra, que habían perdido los padres, las casas. Nos vestíamos con uniforme militar, los profesores eran del Ejército Rebelde. Ya admiraba a Fidel, porque al conocer su historia me sentí totalmente identificado con él. Eso ocurrió cuando cayó en mis manos La historia me absolverá. Después de unos años me incorporé a la AJR (Asociación de Jóvenes Rebeldes), que luego fue la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas), fui dirigente, y continué organizando mis  ideas y mi vida en torno a la revolución y en torno a la ciencia; me hice médico.

RM - ¿Usted tiene amistades religiosas?

LPG - Ahora hay gente que me habla de religión. Antes no las recuerdo con esos temas.

RM - ¿Qué hace? ¿Discute?

LPG - No. Nunca discuto de religión. No creo que sea un tema para discutir, al menos no para discutir en términos emotivos. Es una ilusión creer que, con argumentos y razonamientos lógicos, se puede convencer a una persona de que Dios existe o no existe, o de que su práctica religiosa es valedera o no lo es. Más bien provoco conversaciones para oír a los religiosos y aprender de ellos un poco; sobre sus rituales, sus visiones del mundo, las soluciones que le dan a sus problemas de salud, que, como médico, me interesan. Cada cual debe creer en lo que quiera y debe tener libertad para hacerlo. A mí me gustó la decisión de que los religiosos pudieran pertenecer al partido. Es justo. Por ahí anda mi lógica.

RM - Vuelvo sobre la pregunta inicial: ¿se considera usted ateo?

LPG - Si atea es la persona que no tiene creencias en dioses, soy ateo. Pero si ateo es quien vive despotricando contra las religiones, no lo soy. Porque conozco algo del llamado ateísmo científico, y parece que este no tenía casi nada de comprensión real del hombre religioso. El hecho de que yo no tenga necesidad de un Dios, no quiere decir que deje de reconocer lo que hoy significan las religiones para gran parte de la humanidad y lo que han significado a lo largo de la historia. Es una historia de vaivenes, con muchas luces y muchas sombras, pero sin dudas no es dable comprender la historia sin involucrar los sentimientos, las creencias, las instituciones y las prácticas religiosas. En particular, no creo sea posible pensar en una América Latina hoy mismo, prescindiendo de los movimientos religiosos de cada uno de los países. Quisiera tener mucho más tiempo para informarme sobre este tema que es fascinante. Mi máxima es estar al tanto de las cuestiones importantes de mi tiempo, y creo que esta es una de ellas.