Ni factografía ciega ni especulación hueca

Apuntes para el estudio de las religiones populares en Cuba

Por Rosa María de Lahaye Guerra

No cabe duda de que la Filosofía ha sido la gran ausente en el esfuerzo de naturaleza interdisciplinaria por comprender lo que se ha dado en llamar "religiosidad popular" en Cuba, a pesar de la larga tradición de análisis filosófico marxista de la religión de la que somos herederos y de que, virtualmente, no se encuentra en la historia de la Filosofía a uno sólo de los llamados "grandes pensadores" que no haya dedicado un espacio importante al análisis de esta forma de producción espiritual, tanto en sus determinaciones esenciales como en sus formas particulares de existencia.

No es posible en estas líneas elucidar las causas de este mutis voluntario o involuntario. Me permitiré apuntar, en cambio, que en esta situación es posible atisbar la supervivencia en nuestro medio de ciertos resabios de la vieja concepción de la Filosofía como "supuesta ciencia de las ciencias que parece flotar sobre todas las demás ciencias específicas y las resume y sintetiza" (Engels), o, yendo a las raíces históricas, como doctrina del "ser en tanto que ser" (Aristóteles) y no de una u otra parte suya, con su inevitable vocación especulativa y su desprecio por la investigación empírica, presta a ocuparse de todo en general y de nada en particular, y siempre reacia a "envilecerse" en el estudio de cuestiones tan "mundanas" y, supuestamente, de tan corto aliento, como los modos de pensamiento y actividad práctica propios de las "religiones populares" cubanas.

Si se toma en consideración el predominio absoluto del marxismo-leninismo en el desarrollo de la Filosofía en la Cuba revolucionaria, es posible intuir que en este estado de cosas también haya influido, tras el descalabro del paradigma teórico del marxismo vulgar soviético, el descrédito en que cayó el estudio de la religión, contaminado durante décadas por una visión simplista (vulgar) -ajena al espíritu de la concepción materialista de la historia- de esta vigorosa forma de la cultura material y espiritual.

Una mirada filosófica sobre las religiones populares está llamada a contribuir, de conjunto con la visión que ofrecen las restantes ciencias sociales, a superar, por una parte, la óptica "demasiado personal" y la "toma de partido que enturbia la mirada", a las que ha hecho referencia Miguel Barnet; y, por otra, aquel otro género de "enfoque prejuiciado" sobre estas prácticas y creencias que ve en ellas una especie de "religiones primitivas" (en el supuesto tácito de que es posible tratar de "primitivas", sin más, las formas de producción espiritual inherentes a las sociedades de clases, en particular, a aquellas -capitalistas e, incluso, socialistas- que han sufrido durante siglos los embates culturales del proceso de universalización del capitalismo, incluida la evangelización religiosa) o ni siquiera se muestra dispuesto a reconocerle el status de religión, con la carga de elitismo, subestimación, discriminación y racismo que ello supone, y que condiciona una inevitable adulteración conceptual de la práctica religiosa.

A esta última perspectiva no sólo se encuentra asociada la noción de que estos cuerpos de prácticas y creencias no pasan de ser meras "supersticiones", sino también la denominación "cultos sincréticos", utilizada con frecuencia para designar las religiones populares cubanas, a diferencia de otras -probablemente las conocidas como religiones mundiales o universales- que supuestamente no constituyen el proceso y el producto de la integración de elementos (mitos, ritos, representaciones, normas de conducta y de relación social) propios de religiones diferentes en el proceso de su interrelación histórica.

Por supuesto, no pongo en duda el carácter sincrético de las religiones populares cubanas. Apenas llamo la atención sobre el hecho de que tal adjetivo, empleado selectivamente para designar a estas religiones (o "cultos", como suele decirse no sin cierta dosis de desprecio), y no a las que han devenido hegemónicas y se han afianzado como momentos de la cultura dominante de uno u otro pueblo -incluida la cultura religiosa-, sugiere la idea de la inferioridad de las primeras y denota una postura metodológica en su estudio análoga a la realizada en la elaboración de lo que Evans-Pritchard denomina con el término genérico "teorías de la religión primitiva": las construcciones filosófico-antropológicas imperantes en Europa y Norteamérica desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX sobre las religiones practicadas por "salvajes", "primitivos", "Naturvölker", consistentes, con frecuencia, en una argamasa de "reconstrucciones absurdas, hipótesis y conjeturas insostenibles, especulaciones, suposiciones y sobreentendidos desenfrenados, analogías inadecuadas, errores de comprensión e interpretación," que resulta, entre otros factores, de la inmadurez de las ciencias sociales, la escasa confiabilidad de las fuentes, la desvinculación de la elaboración teórica y el trabajo de campo, la irrupción de literatos y filósofos especulativos en los estudios sobre la religión, el desconocimiento del lenguaje en el que se expresa una u otra cultura, con los problemas de traducción que ello acarrea, y, en no pequeña medida, la premisa explícita o implícita de la superioridad de la "cultura moderna" europea en relación con la cultura de los restantes pueblos del mundo.