Sumar aciertos

Foto: Alejandro García Sánchez/ Invasor.

Un entorno complicado afronta la sociedad cubana por razones ampliamente conocidas. Sortear los problemas en la mayoría de nuestras ramas se ha vuelto cotidiano, pero, ¿lo hacemos bien?

Los tiempos difíciles tributan a que las mejores ideas emerjan para contrarrestar efectos negativos. Sucede que, bajo presión, en medio de la escasez, con tensiones diversas a nuestro alrededor y la aspiración de vivir mejor, el pensamiento suele alumbrarse hasta generar resultados.

Para los cubanos la situación no es novedosa si apelamos a experiencias anteriores, como las aplicadas en los años noventa del pasado siglo (1990-1999), cuando tuvimos que ingeniárnoslas en el afán de sobrevivir.

Hoy el panorama se torna parecido en cuestiones clave como el transporte, la obtención de alimentos, medicinas y otros bienes y servicios, cuyas ausencias influyen en la proliferación del acaparamiento, el contrabando, la ilegalidad…

La guerra contra esos males está avisada y existen varias formas de enfrentarla, con énfasis en el empleo de la inteligencia, la ciencia, la prevención y un elemento que, a veces, pasa inadvertido: aprovechar el tiempo. De hecho, la máxima dirección del país ha sido sistemática en cuanto a la urgencia de aplicar el conocimiento científico, de forma tal que las investigaciones no queden engavetadas y se lleven a la práctica cuanto antes.

Este aspecto se aprecia en el incremento de las variantes para obtener energía a partir de fuentes renovables, aunque el paso en esa vertiente dista mucho de lo deseado y no siempre se ejecuta de la forma más provechosa. Así, los parques de energía eólica ya rinden sus frutos, pero algunos de sus emplazamientos se ubican en áreas fértiles, elemento que debió preverse con antelación.

Al transporte esta etapa le ofrece ciertas oportunidades que, por lo general, se aprovechan en los talleres, donde las reparaciones aumentan y los innovadores se crecen, justo cuando las piezas originales no están y todo queda a expensas del talento criollo.

No siempre el trabajo se enfila hacia puntos de mucho impacto social, como el ferrocarril destinado al traslado de pasajeros, afectado por la carencia de coches, de los cuales una parte pudiera rescatarse durante esta parada por la COVID-19. Vale destacar que el cuidado de las vías férreas prosigue, algo lógico, que demanda sacrificio y aporta resultados. Y que conste, los jóvenes son la clave en ese empeño.

Si de aprovechar el tiempo se trata, los trabajadores de deportes, que este 23 celebraron el aniversario 60 del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación, rescatan instalaciones, impulsan la práctica de ejercicios desde las casas y contribuyen al orden de las colas en los centros comerciales.

Esta rama pertenece al sector presupuestado, pero su gente tributa a los ingresos de divisa por la prestación de servicios en el exterior; mientras en Cuba constituye una fuerza de primer orden en la ejecución de labores de pesquisaje, el trabajo en los centros de aislamiento y el laboreo en tierras en desuso que ahora aprovechan en función de la producción de alimentos.

De modo general, la pandemia obligó a poner en práctica variantes de empleo interesantes, como el teletrabajo, aunque ello implica “el telechequeo”, con la finalidad de que una noble intención no se desvirtúe.

Otra dura pelea les toca a los padres, encargados de complementar el conocimiento de niños y adolescentes con el propósito de encaminarlos hacia profesiones u oficios, lo cual demanda el retorno a saberes adquiridos hace décadas y dotarse de la paciencia del más avezado docente.

Justo en el hogar nacen inventivas, enseñanzas, labores, con tal de aliviar dolencias. Es la casa el gran refugio que nos ampara de adversidades externas y, a la vez, la forja donde debe curtirse una pasión vital en cada familia, esa que nos conduce a buscar aciertos y asegurar un futuro sostenible.

(Tomado de Invasor)