Interacción y retroalimentación

Foto: Ognen Teofilovski/ Reuters.

El libro del Génesis, en el viejo testamento bíblico que es común a la mayoría de las religiones monoteístas del Mediterráneo expresa un párrafo fundacional:

26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.

27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Génesis 1:26 – 1:27

Más tarde, se le atribuye al filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) la paráfrasis de que “El hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza”.

Por ello, las religiones que más se han consolidado en la historia humana tienen algunos rasgos comunes, aunque algunas se hayan ido construyendo de forma independiente. Casi siempre se han caracterizado por la definición de lugares donde sus seres divinos se desenvuelven. Suelen estar relacionados con las alturas, con lo que está por encima de los simples mortales.

El panteón griego se dice que habitaba el monte Olimpo, la montaña más alta de Grecia entonces, al norte de Atenas. De ahí ha quedado la expresión de “comportamientos olímpicos” para aquellos donde personas u organizaciones se colocan por encima de los demás, sin interacción con los que habitan las llanuras.

Otras tienen un “cielo”, que aparece asociado al espacio atmosférico que se distancia de la superficie de la Tierra. Un caso interesante y más terrenal es el panteón yoruba, donde el ser supremo no tiene representación humana pero la mitología de su panteón si, y recuerda a la griega, siendo proco probable que se influenciaran mutuamente en la historia. Es quizás una prueba más de lo esencialmente humano de todas las formaciones culturales dedicadas a lo sobrenatural.

Otra característica de las mitologías es que los dioses o semidioses que habitan esos Olimpos tienen sus propias historias y funcionan independientemente de los mortales humanos. Ellos pueden influenciar y decidir sobre los que profesan esas religiones, pero sus comportamientos son poco modificables por los creyentes.

Cuando la religión está activa, sus dioses suelen aparecer en la conciencia de sus seguidores como que responden a los ruegos. Así lo hacían los del Olimpo y sigue siendo una forma de actuación y consolidación de culto en las religiones modernas con sus propios panteones. Cualquier señal que sea interpretada como respuesta de esos entes sobrenaturales los confirman en las creencias de sus fieles.

Los comportamientos olímpicos de dioses omnipotentes que oyen ruegos de sus fieles son también un rasgo de las formaciones humanas, confirmando la frase de Nietzsche. La historia contemporánea está llena de ejemplos.

La revolución que dio lugar a los Estados Unidos se engendró por el comportamiento olímpico del Imperio Británico al desoír los intereses de los poderes económicos nacientes del lado occidental del Atlántico. La chispa que obligó a Martí a preparar y promover la guerra necesaria, y que la hizo fértil entre los cubanos, fue la sordera olímpica de la corona española para atender las necesidades políticas y económicas de la nación cubana a finales del siglo XIX.

La revolución rusa se disparó cuando los desposeídos del imperio zarista, que creían en su emperador como un semidiós, le fueron a rogar en 1905 para que se diera cuenta de lo miserable de sus vidas. La respuesta del Olimpo ruso de entonces fue reprimir a sangre y fuego la demostración, lo que destruyó la fe popular en su Zar. De una forma u otra esto dio lugar años después a una ruptura apocalíptica del sistema y al surgimiento del poder soviético.

Los soviets (consejos populares) eran una forma increíblemente libre, participativa y democrática que floreció en el 1917 de la Revolución de Octubre. Se había venido engendrando en toda Rusia justamente desde los sucesos de 1905. Lamentablemente, algo parecido ocurrió con el experimento socialista al que dio lugar: una desconexión y corrupción del Olimpo de la burocracia política con las verdaderas necesidades de la población condujeron a su autodestrucción casi ocho décadas después, en 1991.

Por el contrario, los sistemas políticos y administrativos que desarrollan esquemas de retroalimentación entre sus componentes son muy estables. Indudablemente, una de las razones de la subsistencia de la Revolución Cubana a pesar de los innumerables obstáculos que ha debido sufrir ha sido su permanente y activo sistema de interacción entre gobernantes y gobernados. Su historia lo demuestra con la presencia directa de Fidel en todos los escenarios decisivos de su época y en lo recurrente de muchos procesos de libre pronunciamiento popular que se remontan al XIII Congreso de la CTC en los años 70 del pasado siglo y cuyo más reciente ejemplo ha sido la discusión masiva de la Constitución de 2019.

La prensa cubana ha evolucionado muy positivamente en los últimos años para llegar a convertirse en muchos casos en sitio interactivo y plataforma de la diversidad de opiniones que suelen conducir a las decisiones más sabias. Un ejemplo es el órgano revolucionario que recoge estas líneas: CUBADEBATE.

Los que intentamos contribuir a la cultura general y científica de los lectores siempre aprendemos de muchas de muchas de sus sabias opiniones, vertidas en los comentarios, hasta para darnos cuenta de donde pueden fallar todas las argumentaciones y razones. Y lo más importante es que solemos responder, tanto con la palabra directa, cuando así lo amerita un comentario, como con los conocimientos que adquirimos aprendiendo de esa interactividad.

Nuestro aparato administrativo estatal resulta muchas veces aludido directamente en las publicaciones y opiniones. Muestra en ello reacciones diversas. Hay organizaciones que tienen establecido el esquema comunicacional interactivo y suelen leer los artículos y sus opiniones, llegando a establecer importantes y mutuamente esclarecedores diálogos públicos a través de los comentarios. Lamentablemente, no es una práctica extendida.

Muchas organizaciones hacen caso omiso de la interacción con opiniones que les son esenciales y se comportan olímpicamente, renunciando u ocultando una retroalimentación imprescindible. Parece que va resultando necesario que el aspecto comunicacional adquiera la jerarquía que le corresponde dentro de las normas de funcionamiento de un aparato administrativo estatal y político socialista contemporáneo. Estamos en un mundo cada vez mejor comunicado e interactivo y nunca los comportamientos olímpicos en política han sido garantes de estabilidad, sino de todo lo contrario.