La gira pospuesta de Carlos Varela

Los cinco conciertos de Carlos Varela en varias ciudades del país fueron pospuestos para el próximo año. Foto: Archivo.

Hace pocos días el cantautor Carlos Varela, a quien admiro desde hace muchos años, escribía un mensaje en sus redes sociales anunciándoles a sus seguidores que los cinco conciertos que estaban en agenda en varias ciudades del país quedaban pospuestos para el año próximo, y no por decisión propia. Así se esfumaron los deseos de verlo actuar, y de disfrutar en vivo de su nueva producción discográfica titulada El grito mudo, aunque, según lo escrito por Carlos, de manera diáfana, respetuosa y directa, se trata de cambios de fechas y no de cancelaciones.

Y utilicé esas tres denominaciones (diáfana, respetuosa y directa), pues en la publicación el querido y célebre cantautor expone las razones dadas para el aplazamiento de su gira. En ese caso se aducen las mismas causas que han llevado a postergar no pocos conciertos de otros artistas por el país, motivadas en todo momento por la complicada situación económica en Cuba a partir del mes de septiembre.

Pero a pesar de no tener otras lecturas ni dobles raseros la publicación de marras, ha sido numeroso el eco de valoraciones en las que se han usado términos bien dañinos y peligrosos, inclusive escritos por profesionales, lo cual me ha sorprendido de manera llamativa y pujante. Parte de las tesis expuestas –siempre por terceros, aclaro– han sido de tipo casi conspirativo: es decir, la única gira aplazada en este tiempo ha sido la del gnomo, todo lo demás está de maravillas. ¿Cierto?

Quienes muchas veces escriben y ven fantasmas –y no en las noches de quietud– de censuras apocalípticas absurdas, debían estar más empapados del engranaje musical del país y de la repercusión de las medidas de austeridad que han tenido un impacto directo en estos temas.

Puedo citar muchos, como por ejemplo, cambios en los horarios de ensayos de la Orquesta Sinfónica Nacional y, además, sin aire acondicionado para no coincidir con el pico eléctrico; cancelación –no aplazamiento– de presentaciones de reconocidas orquestas del país en carnavales y teatros, reacomodo de horarios de funciones en teatros como el Karl Marx, dificultades en la transportación masiva de artistas hacia distintos polos turísticos, suspensiones de peñas, giras y muchas otras más.

Es decir, no creo que exista cruzada alguna contra Carlos ni sea el deseo de ninguna institución de la música, simplemente hay un escenario bastante adverso que parece que solo vemos y sufrimos algunos. Y créanme que también me duele no verlo cantar en esas fechas, como estaba previsto, pues no soy de los que ha descubierto a Carlos por discos ni enarbolo ahora un discurso psicodélico o de enajenación cultural radical adolescente.

Soy de los que se agolpaban en los cines Chaplin o 23 y 12 para verlo, allá por 1987. Estuve en el estreno de Como los peces, y a muchos de los músicos de aquella banda celestial los veía por los pasillos de la Escuela Nacional de Arte (ENA), uno hasta fue mi maestro de armonía: hace 30 años que vivo con su música y sus canciones, las que hago mías desde entonces.

Es por ello que atizar el fuego en cuestiones de opinadores digitales en música se traduce en un peligroso ejercicio, no por lo polémico del asunto, sino por la propia credibilidad que, en lo personal, debían tener aquellos que actúan como francotiradores sin ley.

Y aunque también es cierto que esta situación se ha ido revirtiendo, y que el Ministerio de Cultura (Mincult) trabaja porque nuestros músicos retomen los espacios perdidos temporalmente, ello no significa un repunte vertical inmediato. Una vez superada esta etapa, y tal vez más rápido de lo que creemos, se impone entonces concertar las nuevas fechas para los conciertos aplazados al querido cantautor.

(Tomado de Granma)