Goles son amores: Ronaldinho

Aynel Martínez Hernández

hace 6 años

Ronaldinho ofrece al público su Balón de Oro. Foto tomada de Taringa!

Hay siempre un tiempo en que fuimos felices. Un tiempo breve, quizás. Un tiempo donde lo importante no era el tiempo en sí, sino las formas del tiempo, como probablemente salve Boyhood: la vida es un entramado provisional que adviertes cuando no intentas advertir nada o, lo que es igual, la vida es una forma de tiempo que establece narrativas propias para que la marginemos de su todo. Como dividirla en etapas. La vida, cuando la dividimos en etapas, termina llevándonos a lógicas transitorias o de reemplazo: una época escinde o legitima a la anterior. Cuando separa, el tiempo debe tener, obligatoriamente, forma de tiempo. Cuando legitima, el tiempo no es el tiempo, sino una expresión menos agónica del arraigo.

Cuando anunciaron el retiro de Ronaldinho acabó una etapa que había acabado hacía muchos años. Aún no sabemos por qué y, lo peor, es que tal vez no nos interese. Posiblemente tenga que ver con la apatía de la precepción selectiva: cuando finaliza un período, a veces decidimos apartar lo que lo vuelve ajeno, impropio, absurdo; lo absolvemos y, al recordarlo todo, entendemos que nuestros recuerdos son, para bien o mal, ficciones premeditadas. Ese mismo día, por ejemplo, recordé primero al señor del bigote que aplaude en el Bernabéu luego de un gol de Ronnie. Era un tipo que aplaudía y miraba a la izquierda, quizás pretendiendo ver cuántos lo estaban observando. Era un tipo con una bufanda del Real Madrid. Aplaudía de forma frenética. Es una escena cuasi-deliberada. La memoria, aunque cueste creerlo, siempre ha sido un fanfiction que busca redimensionar lo que retoma.

Ronaldinho se había ido, realmente, dos años atrás. Se había esfumado hacía diez. Entre un trance y otro, pernoctaba como si quisiese desaparecer; como si, a pesar de todo, se hubiese extrañado demasiado a sí mismo y tuviera que huir para seguirse necesitando. Lo rodeaba, acaso, una sensación de idilio falso, de incertidumbre maldita, como en aquella línea el poeta Pedro Salinas desbancaba un agarre vital: “¿Será verdad que tenemos la patria deshecha, la vida en suspenso, todo en el aire?”. En los años felices en que presuntamente hubo patria, al brasileño no le alcanzó para reconocerse en algún lugar. La patria (ese espacio en que sucedía todo) tuvo, entonces, formas que lucieron magistrales, y las vimos en aquel video donde, mágicamente o no, remataba varios balones que golpeaban contra el poste, uno detrás del otro: cada disparo, con edición o sin ella, acabó siendo la muestra definitiva del asco y la sospecha de las patrias perfectas.

P.D: De acuerdo con diversas fuentes, durante su carrera, el astro brasileño marcó 266 goles (94 fueron con el Barcelona) y completó 182 asistencias en un total de 695 partidos.