Los Van Van, alegorías breves (+ Video)

Los Van Van años atrás. Foto tomada de cubamusic.com

A los Van Van de siempre y a todos los vanvaneros, 46 años después

Los Van Van siempre dependerán de algo simbólico, sintomático si se quiere. Hay una escena del documental “Eso que anda” donde en una terminal de trenes aparece un hombre ebrio, con pulóver blanco y mangas en rosado que dice Arizona, un bolso negro, de mujer (o al menos parece de mujer), colgando de su hombro derecho, y un sombrero que agarra con la mano izquierda. Ese hombre y sus circunstancias bien podrían representar una analogía común, una catarsis manida. Los trenes, el hombre, el bolso, el sombrero. El paso del tiempo, la vestimenta, el trabajo, la juerga.

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En el tránsito de las simples cosas hacia lo anecdótico es donde se convierte la escena anterior en cuadro sinóptico, en mapa conceptual. Como mismo ocurre con la canción que cantará después el borracho: “Por encima del nivel”. Por encima del nivel, lo anecdótico; la sandunguera, la cosa. De lo uno a lo otro, lo sintomático, o cualquier elemento que podamos considerar como tal.

Todo parece simplificarse, como si no existiese otra alternativa a la simplificación que no fuese sugerirla. Donde comienza la insinuación también inicia lo simbólico y las canciones se vuelven cíclicas. "Por encima del nivel" vuelve hacia "Anda, ven y muévete", y viceversa. Cíclicas como consecuencia rara de la retroalimentación. Cíclicas como garantes de continuidad. Cíclicas como agregado estable de lo popular.

El mérito de Van Van está precisamente en lo cíclico a manera de narrativa. Mientras la sociedad atenaza y se expande, contradictoriamente o no, Van Van relata y aprovecha para modernizarse, y es esta modernización otra manera de narrativa de la que debería aprender la propia sociedad.

Su virtud está también en la relación entre el ídolo y las masas. Juan Formell a suerte de líder de una coalición formada por Van Van y los ‘vanvaneros’ –vínculo sin precedentes en la historia de la música cubana que implica que se reconozcan casi por igual al hombre, su proyecto y sus seguidores-. Una microsociedad de la que puede formarse parte atendiendo básicamente al sentido de pertenencia, esto último como lo indispensable para mantener el equilibrio “social”. Algo así como otra patria. Como la patria, conceptualmente hablando.

A la par de lo anterior se va creando alrededor de la agrupación, un estado de cosas donde confluyen el disfrute y el discurso de miles de personas. Identificarse con ese escenario es el primer movimiento. De ahí en adelante, solo resta desentrañar en qué verso o acorde volverán a encontrarse todos. O casi todos. O una gran parte. Los versos o los acordes como espacio público, tribuna, plaza. O mejor, como explanada en cualquier lugar.

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El borracho del primer párrafo se enterará segundos más tarde de que la orquesta estaba de gira. Balbuceará algo incoherente y luego dirá: que Dios los bendiga a todo el mundo. Dios, la bendición, el mundo; que es como decir, el líder, la devoción, los seguidores…