¿Llegará la Tercera?

Cuando se hace referencia a la posibilidad de otra guerra mundial el escepticismo predomina sobre la prudencia. Se supone que prevalezca el instinto de conservación para advertir que de suceder,  la catástrofe atómica se impondría.

La falta de prudencia y los bajos intereses, que en dos momentos del perturbado siglo XX, permitieron el estallido de dos conflagraciones de gran alcance, parece ser un mal no curado. Hoy se juega con ese fuego que siempre concluye quemando a quien lo provoca y a quien desea contenerlo.

Casi seguro, cuando hace años varios politólogos aseguraron que muchos actos emprendidos por Estados Unidos se dirigían a sofocar la emergencia de China, tendencia ya visible por entonces, y que de igual modo se estaba emprendiendo un cerco contra Rusia, ni siquiera en Moscú muchos creyeron que eso ocurriría.

La ingenuidad política es cara, a veces descomunal.

En Beijing estaban muy pre y ocupados en lograr un desarrollo general, pero asequible para una población que es la mayor del planeta. Menudo empeño. No estaban perdiendo tiempo. Desarrollaron la economía con fórmulas propias sumadas o no, a viejas experiencias. Avanzaron tecnológicamente al punto de contar con una industria que disemina sus productos por todo el orbe, y hasta les aprovisiona de armas nucleares propias, así como de cohetes y satélites espaciales, mientras acumularon enormes recursos financieros y… etc.

Que desde hace algún tiempo se afirme que China superó o está por lograr mayores indicadores económicos que EE.UU., los rumores sobre el yuan como sustituto del dólar, que lidere el grupo de los BRICS y, de nuevo, más etc., provoca reacciones del gobierno norteamericano que inventa pretextos para atacarla subrepticia o abiertamente.

Con un molde que más le valdría cambiar por tan usado en muchos sitios e identificable, alimenta a los oponentes internos para que creen situaciones hostiles y hace otro tanto a partir de viejas rencillas territoriales. Las actuales maniobras en el Mar de China, para, dicen, garantizar la “libertad de navegación”, son provocativas y tan peligrosas como actos bélicos parecidos, también en transcurso, en las fronteras rusas, incluido el Mar Negro.

Porque Rusia, claro, es el otro gran objetivo. Occidente no cumplió con los tratados sobre armas convencionales aunque el Kremlin fuera fiel a esos pactos. También violaron los acuerdos referidos a no llevar la OTAN hacia las lindes rusos, y hasta decidieron abandonar de modo unilateral  tratados sobre armamento ofensivo. Trazaron nuevas fronteras en el Viejo Continente (léase desmembramiento de Yugoslavia y surgimiento de 7 nuevas naciones donde hubo una). Se -eso mismo- en muchos e importantes compromisos, alegre, irresponsablemente.

Aprietan el cerco, al desatar los sucesos en Ucrania (país al borde del delirio, para decirlo de algún modo)  e imponen sanciones contra la Federación rusa, que no se amilana.  Vladimir Putin  firma con Xi Xing Pin,  mega alianzas comerciales y de otro tenor, que aumentan la proximidad de conveniencias entre los dos colosos. Y en la agenda imperial, subrayan con líneas rojas las estrategias contra ambos países.

El ex secretario del Tesoro estadounidense, Paul Craig Roberts, decía recién un criterio muy sensato, al considerar que todos los países, sobre todo aquellos con mayor responsabilidad mundial, por sus capacidades, "deben evitar acciones que aumenten el riesgo de confrontaciones innecesarias". "Por desgracia, -reflexiona al también analista del Wall Street Journal- “el nivel de peligro de tal conducta parece estar aumentando en lugar de disminuir".

Y es que las tensiones se siguen amplificando sin tener en cuenta las derivaciones hacia las cuales se precipitan. Pretender que China y Rusia se subordinen a Washington en la medida en que, vergonzosamente, lo hace Europa, es insensato. Son dos culturas con muy antiguas y ricas trayectorias, grandes territorios, ejércitos potentes y técnica militar avanzada.

La ecuación surgida de la política seguida por la Casa Blanca y acríticamente apoyada por el Viejo Continente, es tan elemental como peligrosa: si tiras piedras no puedes recibir besitos. Momento hubo, sin embargo, en que tuvieron posibilidades de enrolar de modo amable e inteligente  a rusos y chinos en la carreta que pretende continuar a la vanguardia aun cuando haya perdido algunas ruedas.

Washington no sabe hacer amigos. Lo evidencia en sus cruzadas para “lograr un mundo más seguro” y de las cuales solo sacaron engendros peores que aquellos supuestamente conjurados. Ergo: el “estado islámico”.

Mientras coloquen como un asunto de “seguridad nacional” o “en defensa de la democracia” cuanto ocurre  a miles de kilómetros de sus costas, y con ese torpe argumento, quieran imponerse, solo van a fabricar adversarios y graves amenazas, pero no sortearlas. Eso es lo que está ocurriendo y puede darle sitio a lo irreparable.