Strike 3: Bendito sea el verde

A mis amigos de allá: doña Leonor, Cativo Jr, Hectico el sonriente, José Carlos, Pedro Pí, Barreto, Tito, Osaba, Kay...

Pienso en los días recientes -en Urquiola, Pinar, en Donal Duarte-, y enseguida me viene a la cabeza el código de honor del samurai, y veo espadas, harakiris, inclusive cabezas rodantes, pero no asoma la secuencia de una bandera blanca y plañidera.

El samurai no le temía a la muerte. Entablaba combate sin importarle desventajas, convencido de que encontrar el fin en plan guerrero reportaría honor a su familia y su señor. Se me antoja que, de alguna manera, un samurai es un campeón.

Pinar del Río acaba de arruinarse las entrañas para dejar la imagen que tenía que dejar. El campeonato fue tan azaroso como una expedición en camiseta al Polo Norte, pero el equipo soportó a pie firme cada inconveniente y, lejos de minimizarse, duplicó la zancada.

Había llegado casi sin resuello a la recta decisiva del torneo. Nadie apostaba un duro a sus opciones, golpeado como estaba en cada hueso. Sin embargo, se acordó de su estirpe vencedora, ganó ocho de los últimos nueve desafíos y solo dio su espíritu en la raya, sobre el último out del Industriales-Isla de este jueves.

Fue el equipo de las dificultades. Por una u otra causa, perdió a puntales como Quintana, Julio Alfredo, Vladimir Gutiérrez, Madera, Luis Alberto... Encima -y esto lo voy a decir siempre-, a las deserciones se le sumó la decepción de que lo desmembraran para ir a la Serie del Caribe, que es la nueva manzana de la discordia en un béisbol que exige prosperidad y desenvolvimiento, en lugar de razones para la tirantez.

Las bajas y el desánimo habrían sido suficientes para matar a un leviatán. Mas no a Pinar, que aprendió a digerir los handicaps con la misma sangre fría que se repuso a aquella controversia de una noche cerrada en el Latino –cuando el jonrón que sí, jonrón que no-, a aquella otra decisión aún más cuestionable del sábado pasado en el Capitán San Luis, a la lesión de Torres, a la exigua contribución de Freddy Asiel...

Cerca, muy cerca se quedó el guerrero. Estuvo a punto de colarse nuevamente en el Top Four, donde le corresponde estar y donde habría estado –yo lo doy por seguro- de no ser por la diosa Fortuna, tan adversa.

Con los spikes bien puestos, cabría decir que amarrados con cordones de acero, el monarca deja vacante el trono. Pero nadie hace mofa de su muerte. Por medio hay un respeto que no alcanzo a definir en estas pocas, admiradas palabras a modo de epitafio para el guerrero verde -Ronin occidental- que se ha ido con todo el decoro de este mundo.