El poder de la ficción

Este lunes (9 de junio), saliendo de mi casa, cerca de las diez de la mañana, me detuve a escuchar la conversación de cuatro hombres bastante jóvenes:

-A la jeva le metieron 25 años, dijo uno

-Fueron 30, recuerda que había carne de res, pollo y chocolate, un montón de fulas, le comentó un mulato fornido

-Eso es nuevo…antes te metian al tanque con esa cantidad de años si te habías llevado a alguien del parque, pero… ¡ahora, pa´su madre!, subrayó el más joven.

-¡Hasta si compras un pedazo de vaca vas pa el tanque!, agregó uno montado en una bicicleta.

Como hace poco vivo por la zona del diálogo, me hice la boba para saber donde había sucedido, aunque tenía la impresión de que algo yo conocía de ese hecho. Y de momento supe que hablaban del último episodio de Tras las huellas, serial policiaco transmitido por Cubavisión los domingos por la noche.

No voy a escribir ni de su guión, ni de su factura, ni de su fotografía. Creo que pudo ser mejor, pero el tema que se trató fue motivo de reflexión para mí, desde el mismo momento que transmitieron el programa.

En una escena bastante traída por los pelos, desde el punto de vista policial, cuando uno de los personajes, denuncia al yerno, un joven amigo que estaba de visita en mi casa consideró tal acción como un chivatazo. Para mi la actitud del dueño de la casa donde “se había guardado la mercancía” fue la lógica, porque ese hombre quería ante todo proteger a su hija de un lío delictivo, toda vez que su esposo, aunque con fachada nueva, podía estar metido en cualquier negocio turbio.

La reacción de mi conocido me demostró una vez más que hoy en la sociedad cubana no todo el mundo tiene la misma tabla de valores de hace veinte años, ni siquiera de diez atrás. Nos hemos acostumbrado de tal forma a comprar la bolsa de leche que “alguien saca” de un almacen, a que esa persona “al aruñar, resuelve nuestro problema” y a tantos otros hechos similares, que criticamos a quien los denuncie. Mucho se necesita recuperar en conciencia para que el corrupto lo sea y el ladrón recobre su nombre. Claro, eso sólo no se resuelve con campañas o consignas, sino esencialmente con producción; el viejo y querido Carlos Marx junto a su amigo Federico Engels acuñaron la frase válida hasta hoy de que “la economía decide en última instancia”.

Pero vuelvo a El poder de la ficción, título de este texto. Si Tras la huella trató un asunto álgido como es el robo de productos alimenticios y su venta en “bolsa negra”, este mismo lunes el periódico Granma sacaba una nota sobre el fraude académico, que llevó a la anulación del examen de Matemática para el ingreso a la universidad en La Habana, un asunto para comentar en cada esquina ya que incluso hay un grupo personas detenidas y pueden aumentar las que vayan a juicio.

¿Por qué entonces fui testigo de un diálogo sobre el robo de carne y no el de exámenes? Para no ser absoluta digo que un altisimo por ciento de esto se debe al poder de la ficción en el audiovisual. Una historia policiaca llevada a imágenes con sonoridad es atractiva para la mayoría de la población, por eso Tras las huellas tiene un alto nivel de teleaudiencia, aunque el gusto depende de la realización más o menos efectiva de cada entrega.

La conversación de los cuatro jóvenes de la que fui discreta testigo, evidencia el asunto tratado en el espacio, no cómo fue hecho. De ese poder que tiene desde que nació la imagen en movimiento cuando cuenta historias, a veces no se tiene pre (ocupación) por quienes deciden hacerlas. La ficción, con temas interesantes, polémicos y, por supuesto, bien realizada, es una oferta apetitosa para la mayoría de cubanos y cubanas.

Reflejar con ese género temas que ayuden a rescatar o crear valores, es dinero invertido en una propuesta que devenga alumbrar conciencias o sacudir a otras, aletargadas por una cotidianidad que a veces borra las diferencias entre ética y antiética.

(Continuará con…)

(Tomado de La columna de Paquita)