La Supercopa y los tomates de Simeone

Por Rubén Uría

Más alládel triste y feo epitafio final del partido, fue una final competida hasta el último aliento por dos equipos reconocibles. Un duelo de alto calibre, que reafirma la realidad del retrato-robot de la realidad de Barcelona y el Atlético. A un lado, los mejores jugadores del mundo, un ballet extraordinario de posesiones eternas y talento infinito con la pelota. Al otro lado de la ventanilla, un grupo de jugadores que no son los mejores del mundo pero pelean como si lo fueran, un equipo programado para la guerra y con un talento descomunal para competir hasta el final. Por un lado, un gran club, que es de sus socios, donde se compra a los mejores del mundo sin importar lo que cueste. Al otro, un club histórico que se dirige de manera histérica, que fue arrebatado a sus socios y donde se vende a los mejores del equipo sin importar el sentimiento de sus aficionados. Uno dispone de un portaaviones y el otro, de un fuera borda. Ahí reside el mérito de ambos. El del Barça, en hacer saber que invierte su dinero en tratar de jugar casi siempre bien para ganar casi siempre. El mérito del Atlético es diferente: compite con lo que tiene, que es mucho comparado con el resto de la Liga, pero apenas nada comparado con el Barça.

Simeone, en la previa, puso el mejor ejemplo: con tomates. ‘Yo voy a cocinar y necesito que me traigan tomates. Según la plata que vos tengas, me vas a comprar uno tomate mejor o el tomate peor. Ya no depende de mí. Después la comida será en consecuencia a los tomates que vos me traés’. Al Cholo le venden los mejores tomates y cuando pide otros, le suelen traer pepinos. Y con eso, con los tomates que tiene, cocina lo mejor que sabe. Y el plato a muchos no les gusta, pero los ingredientes son meritorios: orgullo y compromiso. El Barça es mejor que el Atlético. Como lo es el Madrid. O el Bayern de Múnich. Ahora bien, si con los tomates que tiene Simeone hizo tomatina en la Copa del Rey y a punto estuvo de reeditarlo en esta Supercopa, imaginen qué sería capaz de hacer este señor si le compran los mejores tomates. Al entrenador del Barça, que le comprarían los tomates que necesite y hasta un huerto de hortalizas si lo pidiese, la vida le es más placentera con tanto talento a disposición. Martino, que dedicó el título a Tito y es un técnico exquisito, prescindió de Iniesta de salida, pero cumplió con la expectativa del aficionado culé de poder disfrutar de Messi y Neymar juntos.

El guión del Barça, el de siempre. Combinaciones, monólogo con la pelota y el diez como centro de gravedad. El plan de Simeone consistía en lograr ser la némesis azulgrana. Así que Cholo, que hace de la motivación una estrategia y de sus recursos finitos un prodigio de imaginación, se ejecutó en dos fases: en el primer tiempo, repliegue, presión y contragolpe; en la segunda mitad, paso al frente, presión arriba y desconcierto culé. Hasta que el cuerpo aguantase y el depósito de gasolina lo permitiese, el Atlético supo competir. Lo hizo peleando como un pequeño para ser grande. Fue áspero, fue al límite y dispuso de las ocasiones más claras. Ahí se topó con Valdés, la figura de su equipo. El tipo al que el club tendrá que encontrar un sustituto de nivel. Suerte, porque después de ver las dos paradas homéricas de Víctor, la van a necesitar. Mascherano, omnipresente, también necesitaría algo más de reconocimiento, por cierto.

Cuando el Atlético notó que las piernas se le volvían de madera, el destino de la final se tiñó de azulgrana. El Barça puso fútbol y el Atlético, ya sin segundo aire, puso patadas. Iniesta entró desde el banco, Messi logró zafarse de la jaula atlética y el orfeón culé se liberó de las cadenas rojiblancas. La recta final fue un carrusel de brusquedades: Filipe fue expulsado, Godín protagonizó un episodio inadmisible y lamentable pisando la espalda de Alves, Arda acabó en la calle por protestar y Messi estrelló un penalti contra el travesaño. [Sobre la labor del árbitro, quejas, reproches y excusas por ambos bandos (más en los aficionados que en los protagonistas, curioso). Así que un doble humilde consejo del autor de este artículo sobre el arbitraje: primero, no me lean más porque intento - aunque no siempre consigo- huír del revisionismo arbitral como de la peste bubónica; segundo, enchufen la televisión y sintonicen ese microcosmos tóxico donde le explicarán, con profusión en el encabalgamiento, qué era tarjeta amarilla, qué fue roja, qué fue agresión, qué fue Villarato y quién hizo teatro. Que aproveche. ] Sobre el fútbol, dos conclusiones: la primera, el Barça está lejos de su mejor versión; la segunda, que aunque a Simeone no le compran los tomates que necesita sino que se los venden, porque donde hay mata no hay patata, su Atlético puede perder un título, pero jamás saldrá derrotado en su orgullo.

ESTADIO CAMP NOU. BARCELONA 0 - ATLÉTICO MADRID 0.

(Tomado de Eurosport)