Sudcorea: A casa, con sus preguntas a cuestas

La ofensiva llegó llena de incógnitas al partido decisivo. Poco pesaba en un criterio considerable qué sucedió versus Australia, una selección más canija de lo imaginable, el convidado de piedra del Grupo B, ante cuyo pitcheo dejó diez corredores en base camino a vencer 6x0.

Corea del Sur, sus maderos, abanicaban interrogantes no más. ¿Hyunsoo Kim debía continuar de quinto bate, tras rendir de 8-2, poncharse tres veces y dejar hasta seis corredores en el camino? ¿Acaso no merecía más turnos ofensivos Taekyun Kim, de 5-2 en sus escasas oportunidades? ¿Por qué mantener en el segundo turno, incluso en la alineación a Keunwoo Jeong, incapaz de conectar un sencillo, un texas siquiera en nueve veces al bate? ¿Era un riesgo infértil variar el line up de manera drástica?

Preguntas gravitando sobre sus oportunidades concretar el tercer acceso en sucesión a la segunda ronda de los clásicos. Y tenía que responderla en la brevedad de las tres, acaso cuatro horas de juego ante el hasta hoy invicto Taipei de China, con todo en contra.

Respuestas contundentes debían ser. Quedó expuesto el equipo en su derrota inicial, 0x5 versus Holanda, y estaba obligado a lograr una victoria por seis carreras de diferencia, una exigencia de armas tomar, si reparamos, como se sabe, en que las novenas asiáticas rara vez se sacan grandes ventajas.

Si los nervios se los comían o no, no puedo decirlo. Inescrutables como son, los rostros de las huestes de Joong Il Ryu, y del propio técnico, no expresaban duda, tampoco lo contrario, no expresaban nada a pesar de saber que tenían que fabricar una ventaja de seis carreras al menos antes del noveno capítulos, porque su condición de home club, hoy, era una desventaja. No expresaban duda, tampoco lo contrario, no expresaban nada a pesar estar en un escenario con nueve chinos sobre el diamante dispuestos a mandarlos a casa y, en las gradas, el bullicio constante de casi 23 500 espectadores.

De manera que no conseguí apreciar cuán arriba estaba la motivación, un factor que, como dijo alguna vez un cronista, en el deporte, puesto en una balanza, puede pesar más que el oro y las piedras preciosas. Posiblemente, por la gravedad de su situación, el equipo se encomendó a la circunspección y quiso dejar para después la sonrisa sutil que les acompaña en cada uno de los triunfos “menores”.

Ni siquiera se sonrojaron, aunque debieron, cuando Dai Kang Yang, el Jugador Más Valioso (MVP, siglas en inglés) del Grupo, el jardinero izquierdo y primer madero de Taipei de China, les puso cuesta arriba, más, si eso es posible, una misión, para algunos, imposible ya.

El MVP aportó su ofensiva en las dos carreras, un innnig detrás del otro, y le regaló a Taipei una clasificación merecida, justa.

Inició el tercero con un imparable y anotó, ya con dos outs, después de un hit de su compañero Chih Sheng Lin que se combinó con error del jardinero central Junwoo Jeon. Y en el cuarto, después de dos outs también, bateó un hit al centro del terreno e impulsó a Yen Wen Kuo.

Ahora Corea del Sur tenía que anotar ocho carreras y no permitir ninguna. Llegó, entonces, la sonrisa refinada de los asiáticos, pero en los rostros de los chinos de Taipei, que comenzaban a acariciar, con más ardor, su primer avance a la segunda ronda, en tres clásicos.

Hubo amagos. Taipei pudo abultar la pizarra y Corea, sobre todo en el cuarto acto, cuando llenó las bases, estuvo en posición de romper la monotonía de ceros de su ofensiva. No pasó lo uno, tampoco lo otro. Avanzó lenta y alevosamente el juego sin cambiar el marcador.

Así, con la sensación de que los coreanos rogaban por el término del partido, llegaron al octavo capítulo, su última oportunidad para anotar ocho carreras o más. Y, cual si fuera el rictus postrero de un moribundo, anotaron tres veces.

Después de encallar en el camino a ocho corredores, en ese octavo episodio un doble del tercer madero Seung Yuop Lee, un sencillo del cuarto bate Dae Ho Lee y el jonrón el tercera base Jungho Kang mostraron, tarde en el juego, tarde en la triangular, que sigue siendo un rival competitivo.

Un rival, peligroso, complicado, que no se salvó con la contundencia del éxito 3x2. Un rival que, con toda seguridad, no querían en la segunda ronda ni Taipei, ni Cuba, ni Japón, ni Holanda. Un rival que, aparte su alarmante discapacidad para fabricar anotaciones, pagó caro la vacilación de su director técnico para cambiar un line up inoperante.