¿El fin de la lucha olímpica?

Por Ariel Trujillo Varela

Hace ya más de una semana y todavía impacta la noticia. Un duro golpe sacudió al deporte cubano cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) anunció la posibilidad de eliminar la lucha a partir de los venideros Juegos del 2020. Nuevamente, otra de nuestras disciplinas de peso sufre ante una probable exclusión, como mismo ha sucediso en otras ocasiones con el boxeo o el beisbol, este último ya aislado de las ediciones estivales.

Según las informaciones del COI, la lucha quedó como la menos votada entre los deportes más integrales de Londres 2012. Por esta razón será sometida a un análisis, y en septiembre próximo se definirá realmente su estado. Por el momento, no forma parte de la columna vertebral olímpica, compuesta por 25 disciplinas. Luego de Río de Janeiro 2016 optará junto con otras nueve disciplinas por una de las tres plazas que ofrecerán para pertenecer a las magnas citas. La decisión dependerá en gran medida de la futura sede.

El golf y el rugby podrían ser unas de estas nueve competidoras que, a todas luces, no presentan tantas credenciales ni suficientes seguidores como la lucha, deporte de combate tradicional existente desde hace milenios.

Resulta realmente difícil que la eliminación llegue a concretarse, debido a la solidez que presenta este deporte desde los inicios de los juegos Olímpicos Modernos en 1896. Incluso antes, era una de las pocas especialidades de los Juegos Antiguos.

Se trata, probablemente, del deporte más longevo de todos, junto con el atletismo. Las primeras informaciones auténticas sobre la lucha se remontan al tiempo de los sumerios en el 2300 a.C. Todos los pueblos antiguos tuvieron su forma de lucha particular.

En la Grecia Antigua la lucha tenía un lugar principal en las leyendas y la literatura; así aparece reflejado en la pintura y la escultura. También en la Edad Media numerosos escritores nos hablan de ella: Cervantes, Dante, Chaucer, entre otros. A partir de Atenas-1896, este deporte se fue extendiendo por el resto de Europa hasta llegar a América. Ya en otras regiones del planeta se practicaba. En Mongolia, por ejemplo, es el deporte nacional. Casi todos los países habían desarrollado su propio estilo de lucha tradicional o autóctona: el Sambo en Rusia, la lucha leonesa y canaria en España, el Schwingen en Suiza, el Glima en Islandia y el Yagli Gures en Turquía, donde la tradición es también muy antigua.

En Atenas-1896 se incluyó la lucha grecorromana, y para la próxima edición se añadió la libre, pues gozaba de renombre en Gran Bretaña y EE.UU. En la actualidad, la federación rusa domina en la lucha greco y los norteamericanos en la libre. Algunos países de Asia Menor también han tenido éxitos en este deporte. Diecisiete países se compartieron las medallas de lucha libre en los Juegos Olímpicos de 1996 en Atlanta. En Sidney fueron 15 y en Atenas 17, lo que demuestra la paridad y el auge que existe en la lucha olímpica en estos tiempos.

¿Estará, entonces, condenada al destierro? Sinceramente, no lo creo. Otros deportes han ido evolucionando poco a poco, pero La Federación Internacional de lucha (FILA) no se queda atrás, y lleva mucho tiempo modificando sus reglamentos para aumentar el espectáculo, pues es preciso encontrar un equilibrio adecuado entre tradición y progreso. Es por ello que se muestra confiada para impedir esta medida.