El show de Pablo Escobar (+ Video)

Por Javier Ortiz

Pablo Escobar es el personaje de un libro de Gabriel García Márquez. También es el título de una serie de televisión colombiana con un protagonista de igual nombre, producida por Juana Uribe y escrita por Camilo Cano, hijos de víctimas del narco.

Quizás muchos de los que ahora escuchan hablar de él, no piensan en el otro Pablo Escobar, el hombre de carne y hueso, el personaje real que se enriqueció más allá de lo posible, vendiendo drogas en el mercado negro de Estados Unidos.

Probablemente, era el colombiano más conocido en el mundo, hasta que apareció Shakira con su Waka Waka.

Por supuesto, su nombre no pasó a la posteridad por abastecer con eficiencia a los cocainómanos de los años ochenta. El precio de la fama lo pagó con plomo, ordenando la muerte a sangre fría de todos los que se oponían a su negocio. Y sus víctimas fueron desde policías corrientes, pasando por periodistas, hasta llegar a cosechar con éxito esa rama tan complicada del terrorismo que es el atentado político.

Una figura tan terrible y espectacular como Pablo Escobar, que parece salido de un guión de Hollywood (a los que probablemente sirvió de inspiración) no podía escapar de la mente de un productor de televisión de su tierra, justo cuando parece que las cadenas colombianas están compitiendo con las brasileñas en el tema de las telenovelas. Como cuando estaba vivo, la sombra de Escobar se extiende otra vez, ahora para el entretenimiento.

La serie parece haber tenido una gran aceptación en Cuba, y sus ya más de cien capítulos se propagan como una epidemia, copiándose de memoria a disco duro o viceversa, por las vías alternativas por lo que se han compartido otros tantos programas de televisión.

El primer capítulo comienza con una frase sentenciosa: "Quien no conoce la historia, está condenado a repetirla." Los guiños históricos son evidentes, aunque se han tomado sus licencias y solo cuenta lo más...novelero.

Pablo Escobar se presta para eso, incluso después de muerto. Además de sus episodios sangrientos, el hombre tenía sentido de espectáculo. Hay muchas anécdotas al respecto. Era un excéntrico, algo así como un Lady Gaga del narco, si vale la comparación. Hasta creó una frase legendaria: "mejor una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos." A la DEA nunca nadie le ha dado tanta promoción. Y no era un elogio gratuito. Los agentes estadounidenses persiguieron a Pablo Escobar con la misma maña y paranoia que luego aplicaría con Osama Bin Laden. Al capo de Medellín lo mató la Policía Nacional colombiana porque en 1993 no existían los drones.

Pablo Escobar no se convirtió en lo que fue por pura maldad, independientemente de que tuviera la química cerebral de un criminal nato. Fue el resultado de una época, el perfecto engendro de la violencia en Colombia y de la demanda de drogas en Estados Unidos. Él mismo no olvidó en la clase de país en que había nacido, y construyó un buen número de obras sociales, que le ganó el afecto de las capas bajas de Medellín, la ciudad sede su cártel.

La mejor descripción que he leído hasta hoy sobre lo que ocurría en la Colombia que vio Pablo Escobar cuando era niño, se puede encontrar en las páginas del libro de memorias "Este mundo sigue andando," la autobiografía del escritor uruguayo Daniel Chavarría, quien vivió en ese país a finales de los años sesenta.

Chavarría lo describe así: "La oligarquía colombiana, a mi juicio la más criminal e inteligente de América, se dividía entre Conservadores y Liberales; y después de la muerte de Gaitán, ambos partidos entablaron, sin anunciarlo, una guerra civil que duró hasta principios de los 60. Desde el siglo XIX, el caudillismo despótico o paternalista de los terratenientes, determinaba que las pequeñas poblaciones, los caseríos y comarcas rurales fuesen, cada uno en abrumadora mayoría, liberal o conservador, según la afiliación del terrateniente. (...) Así, al estallar la violencia con la muerte de Gaitán, los caudillos conservadores movilizaban a sus huestes para atacar una comarca liberal, o viceversa. En ambos casos, el agresor arrasaba las plantaciones, incendiaba las viviendas, mataba, violaba y producía la fuga de los sobrevivientes, que se escondían en los montes, formaban bandas armadas y se vengaban mediante terribles represalias. El bandidaje alcanzó proporciones nacionales y los caminos de Colombia se tornaron intransitables. Los niños sobrevivientes (...) bajaban ahora convertidos en chusma furibunda, a matar y robar."

Chavarría concluye que "estos niños víctimas y luego victimarios, y sus descendientes, precursores del ambiente criminal en que nacían y crecían, señalaron un camino a los futuros jefes mafiosos como Pablo Escobar."

En la Colombia de Pablo Escobar, la afiliación a los partidos políticos ya no eran los que determinaban el ritmo de las matanzas, sino los cárteles, que se disputan el control del tráfico de drogas.

La lucha contra el narcotráfico, o más bien, la lucha del narcotráfico contra la ley, es otra vez noticia en América Latina. No es la trama de una teleserie, sino la vida real.

El cártel de Los Zetas y una nueva generación de narcos han puesto México a sus pies. Otra vez, un gobierno no sabe qué hacer para detener a los delincuentes que se sindicalizan en un crimen organizado de fondos ilimitados (los campos de marihuana son tan rentables como los pozos de petróleo).

Y México tiene lo que Pablo Escobar nunca ni siquiera soñó para Colombia: tres mil kilómetros de frontera terrestre con Estados Unidos.

A parte de las series hechas y por venir, el modus operandi del cártel de Medellín y demás asociados queda retratado amenamente en el libro Noticia de un secuestro," de Gabriel García Márquez. Es una mezcla de periodismo de crónica roja con el realismo mágico del boom latinoamericano.

La legalización de la venta de drogas es un asunto que se discute con seriedad en varios países de América Central. Aparentemente, no hay otra salida, aparte de saltar por la ventana. Sí, quien no conoce la historia está condenado a repetirla. Sería muy instructivo filmar y transmitir una serie anglo-china sobre las Guerras del Opio. Ese fue el primer conflicto moderno por el tráfico de droga. Todo comenzó cuando los mercaderes ingleses de opio, los primeros narcos contemporáneos, le pidieron a su gobierno que les enviara la Real Marina británica a protegerle las espaldas, después de que el emperador Daoguang tomara medidas drásticas para permitir que sus súbditos se enviciaran con el opio. El resultado inmediato de este negocio/conflicto todavía persiste y tiene millones de habitantes: es una ciudad y se llama Hong Kong. ¿Qué les parece?