Strike 3: No hay peor cuña...

...que la de la misma edad. Eso, seguro. Y fíjese si es así, que Cuba emparejó el dual meet contra Estados Unidos gracias a los servicios de dos contemporáneos de los universitarios yanquis.

No pudo hacerlo el abridor Ismel Jiménez (25 abriles), quien se empeñó en partir el centro de la goma y vio volar un trío de pelotas hasta más allá del límite.

Luego vino Dalier Hinojosa (también 25), que permitió una sola anotación -y sucia-, pero antes dio muestras de estar desenfocado del partido, hizo un desfile de lanzamientos malos y hasta un balk cometió.

A seguidas, el mando cubano llamó a Yoelkis Cruz (32 almanaques vencidos), y el veterano dio una base por bolas, tiró mal a primera tras un toque y abandonó el montículo enseguida.

Su reemplazo fue otro experimentado, Alexander Rodríguez (31), quien no pudo impedir que le pegaran el indiscutible productor de una nueva carrera visitante.

Hasta ese momento habían transcurrido seis entradas, y Estados Unidos sumaba seis carreras con ocho imparables, de ellos par de dobles, un triple y tres jonrones. Parecía que los norteños repetirían el triunfo de la noche anterior.

Sin embargo, algo sucedió. Y ese algo consiste en que dos pitchers inexpertos consiguieron lo que no estuvo al alcance de sus antecesores en el box. Dicho en una palabra: dominar.

El zurdo Darién Núñez, de 18 años, y el derecho Pablo Millán Fernández (21), juntaron sus esfuerzos para lanzar el tercio decisivo del encuentro sin soportar hits ni carreras, a ritmo de cuatro ponchetes y un boleto solitario.

Todo el tiempo se vieron muy dueños de sí mismos, y por ende de la situación. Nada en el mundo los podía sacar de sus casillas, ni siquiera los pésimos conteos del árbitro de home. Y mientras ellos "caminaban" sus tramos respectivos, el equipo despertó a la ofensiva y remontó.

A la postre, los cubanos emparejaron la contienda a un éxito por bando. Tuvieron enorme incidencia los cuadrangulares de Rusney, Despaigne y Abreu; el error del receptor Hambright sobre el disparo al plato del outfielder Lorenzen; y el sencillo de oro del emergente William Luis sobre un envío supersónico.

No obstante, lo que más peso tuvo fueron las actuaciones de los jovencitos Núñez y Millán. Se trata de un tope, y como tal debe ser visto. Más que para ganar, el escenario sirve para probar gente, y eso hicieron anoche Víctor y los suyos. Acertaron.