Strike 3: La conjura de las luces

Anoche cayó un torrente de agua en el Latino. Jugaban el equipo del ALBA contra su similar de Rotterdam (por cierto, ¿no pudieron ponerle nombre a cada escuadra?) y hubo que suspender el desafío.

Sin embargo, el aguacero no fue la comidilla de la noche. Ni tampoco el estado de forma de tal o más cual pelotero. Ni siquiera las siempre controversiales alineaciones de los managers.

En el centro del show solo estaba la luz. Mejor dicho, las luces del estadio, desparramadas por aquellas torres con ínfulas de catedrales góticas. El Latino, otra vez, estaba vivo.

He leído que varios peloteros se mostraron conformes con la iluminación que acaba de estrenarse, aunque igualmente sé que hay que enmendar ciertos detalles. Y me han dicho quelos bombillos adquiridos son de última generación, con reflectores más potentes que sus antecesores.

(A decir verdad, eso de "última generación" no es demasiada garantía, porque esa misma frase la escuché cuando se colocaron las pizarras vietnamitas, un indudable golpe bajo al espectáculo).

No obstante, al margen de recelos absurdos o justificados, lo importante es que se ha dado un salto triple en el camino a la revitalización del campeonato nacional. Sí, porque era imposible concebir un torneo legítimo sin que la instalación insignia del país estuviera en condiciones de acoger juegos nocturnos.

Para nuestra pelota, el Latino es mucho más que la casa de los Industriales. El añejo coloso del Cerro es la bandera, y ondea por igual -en lo más hondo de los corazones- para todo cubano que ame el pasatiempo.

No volvamos a permitir que el estandarte caiga a tierra. Fueron dos años largos. Muuuy laaargos...