Strike 3: Enrique Díaz, el mérito del esfuerzo

Unos años atrás, a Enrique Díaz le ocurrió lo peor que le puede pasar a un pelotero: falló a la hora cero. Era un lance trivial, y su guante pifió. Detrás de aquel error, como es habitual, vino el batazo, y a seguidas la eliminación del Industriales, y el llanto inconsolable de Enriquito...

Pasó el tiempo, pasaron un águila y alguna temporada beisbolera por el mar, y Enrique tuvo que empuñar en el momento cumbre de una postemporada. Puso el alma en el swing, su conexión -pelota alada- escapó del alcance del outfield, y él corrió por el cuadro interior con la justificada euforia de la reivindicación.

De ese modo, el moreno se quitó los atuendos del villano y se metió en la piel del héroe. La misma piel con la que habrá de retirarse un día no lejano, porque la historia escrita por Enrique ya no podrán mancharla los deslices.

Hace solo unas horas, este capitalino de 42 abriles superó al ilustre granmense Víctor Bejerano como el jugador con más partidos jugados en Series Nacionales, con total de 2034. Y poco antes había desplazado al estelar matancero Fernando Sánchez en cantidad de hits.

Enrique Díaz, en el pelotero capitalino con más hits en todos los tiempos (2133). Foto: Ricardo López Hevia

En su hoja de servicios reza que es líder histórico en bases robadas, comparecencias al cajón y triples, y que marcha segundo en los departamentos de boletos recibidos, carreras anotadas e imparables.

Sin embargo, lo que a mí me impresiona de Enrique es su constancia. El valor que le ha dado al esfuerzo en una época donde no pocos peloteros acusan déficit de esfuerzo, y de amores a la camiseta, y de ese respeto inmensurable que se merece la fanaticada.

Nunca ha formado parte del equipo absoluto del país. Los ha habido mejores en su posición, y eso se lo ha impedido. Pero ese handicap no le quitó las ganas de seguir "regándose" en las almohadillas, lo mismo en el torneo elite que en la Serie Provincial, donde le he visto defender a Centro Habana con furia de titán.

Enrique Esteban Díaz Martínez es la prueba de que el talento puede suplirse con tenacidad. Toda Cuba le debe admiración, porque él representa una reliquia de aquel tiempo pasado en que el béisbol era un juego romántico donde los hombres se jugaban el honor en el terreno.