Demanda en Martes 13

"Un día a uno lo encierran de repente, con noches que solo sirven al silencio. Te hacen sentir dolido, traicionado, extraño, frágil, fatigado, ausente...Te llevan a un lugar sombrío y frío donde todo es ajeno, inalienablemente, salones habitados por el odio, en los que el aire es indiferente...Pero sabes que un día volverán  los besos, la luz se cubrirá de dulce efluvio, las puertas las cerrarán cadenas y el calor propagará sobre tu ser su boca, brindándote eterna primavera. Claro que volveré, uno siempre regresa si el profesado amor no es tan solo costumbre. Contra el amor del bueno no hay quien pueda."

(Antonio Guerrero. Poemas Confidenciales. III)

Estos versos los escribió Antonio Guerrero con letra clara y firme en su celda sin sol de Florence, Colorado. Pero no se hallará el elegante trazo del poeta en las paredes de esa prisión fría y dura que algunos llaman "Alcatraz de las Rocosas".

Antonio no es un preso común. Es un preso político. Él no necesita raspar las paredes para perpetuar su nombre. Sus propios verdugos lo hicieron el día en que lo condenaron. El resto lo puso su sensibilidad de poeta.

Los textos de Antonio -infinita sucesión de esquelas y poemas en los 11 largos años en los que también ha sido alumno y maestro de ciencias y de artes- salieron de su alma y de su celda rumbo a su madre, a su hermana, a sus hijos, a sus amigos, en cartas que ya no caben en cajas, archivos y gavetas y se han vuelto libros por su valor y su fuerza.

Hoy el poeta vuelve a Miami, el lugar donde fue uno de cinco protagonistas de un juicio que pasará a la historia como el más largo, el más contaminado por los prejuicios de la comunidad y el que más velozmente tuvo veredicto. Miami, donde su alegato en prosa poética adelantó  los tremendos versos que vendrían después.

En Florence, frío, oscuro y árido encierro, llegó a escribir de la primavera en pleno invierno; enseñaba matemáticas, inglés y español a otros presos y él mismo aprendió a dibujar rostros, naturalezas y objetos de su celda. Alguien dijo una vez que no duerme, porque sus poemas y sus pinturas pueden hallarse ya en cualquier esquina del planeta.

Cintio Vitier, quien prologó al menos dos de sus poemarios, escribió de su puño y letra que "haber escrito tan poderoso y sostenido canto de amor en tan ominosas e injustas circunstancias, pasará a la historia de la patria como un imborrable triunfo espiritual." Los trovadores que pusieron música a sus textos, dicen que parecen destinados a la guitarra.

Su abogado Leonard Weinglass se enorgullece de representarlo. Probablemente antes de Tony y sus cuatro compañeros de causa, jamás pasaron por las cárceles de máxima seguridad de Estados Unidos, hombres más cultos, sensibles y  solidarios.

Resaltan algunos de esos méritos en el memorando presentado al proceso de resentencia que tendrá su vista esta mañana en una Corte de Miami. Quien lo lea y conozca lo que ha sido la vida de Antonio Guerrero Rodríguez, antiterrorista y poeta, no podrá aceptar para él otra sentencia que la libertad, aunque las partes acuerden 20 años en base a una guía mecánica. Una guía concebida para castigar delincuentes, incapaz por tanto de premiar el mérito.

Que nadie pretenda consolar a los que exigen la libertad de Antonio con el argumento de que una prisión de vida ha caído y le queda por servir  menos de una década. ¿Y la otra década y un año que ya sirvió sin merecerlo? Un solo día más de cárcel para él y sus compañeros, es una prolongación absurda, irracional e inaceptable de la injusticia.

Liberarlos, en cambio, podría ser un acto de rectificación honrosa. Una decisión digna de un Nobel de la Paz a favor de hombres que lucharon por esa causa arriesgando sus vidas y que aun condenados, lo siguen haciendo. Una generosidad a la altura de los versos optimistas que escribió Tony mientras sufría huecos, lock down y otros castigos adicionales en sus años en Miami o en Florence, sin siquiera arañar una pared.

"No sé cuándo será y estoy ufano, pues sé que este será todo alegría, descenderá del cielo nuestro día y enjugaré tu rostro con mi mano. Reiré como un niño, limpio y sano, repartiré la miel de mi energía, seré una llama que en su cercanía,  podrá fundir un amor artesano. Las lluvias y las sombras que han creado las nubes de este tiempo desolado,  se irán al pozo que la luz encierra. El sol pondrá un rosa en cada esquina, blanca como tu alma y sin espinas, cuando la libertad toque la tierra."

(Antonio Guerrero. Poemas Confidenciales, XXXI)

El dulce abismo, canción que Silvio Rodríguez le dedicó a los Cinco