El FC Barcelona pierde 3-2 frente al Eintracht Frankfurt y regala la Europa League

Caras de decepción de Gavi, Araújo y Alba tras la eliminación de la Europa League. Foto: Albert Gea / Reuters

Lo que empezó mal, acabó fatal. Superior en la ida en Alemania, mejor y más maduro también en Barcelona, donde la fiesta de los alemanes duró antes, durante y después de los 90 minutos. Desalojados de la Europa League, como antes en la Champions, y lo que fue casi peor desahuciados de su propia casa. En el Camp Nou, que pareció una sucursal del Waldstadion lleno de camisetas blancos, solo ha ganado uno de los seis partidos europeos de este curso. Normal que se vaya antes de tiempo en ambas competiciones.

La olla a presión que pidió Xavi fue una quimera. Quedó en esperpento. El técnico se quejó que el entorno había desprestigiado al Eintracht pero fue su gente la que le abandonó pese al llamamiento y las buenas sensaciones que transmite su equipo en la Liga. Por eso, impactó comprobar la poca importancia que dieron los culés a la reconstrucción y al mismo tiempo sorprendió ver a un Barça tan frágil, afectado por el ambiente. Hubo regalos en la gestión de las entradas y regalos futbolísticos a un Eintracht que llegó a ganar 0-3.

Por si no fuera poco el inusual estado que presentaba la grada del Estadi, no habían pasado ni dos minutos y medio cuando Eric Garcia cometió penalti sobre Lindstrom. En una pugna por la posición, el central se colgó de los hombros del danés y le tiró al suelo. Decidido, el árbitro portugués señaló los 11 metros. Era la cuarta pena máxima en cinco días en contra para el Barça. Y llegó como un jarro de agua fría. Kostic, un especialista engañó a Ter Stegen para situar el 0-1 a las primeras de cambio.

El tanto, a priori, no cambiaba demasiado el plan de Xavi pero los blaugrana mentalmente no pudieron sobreponerse a ese golpe. Con pies de barro y sin Piqué, Frenkie de Jong y Alves, en la primera parte al equipo le faltó mucha jerarquía. Sin dotes de mando, la capacidad de intimidación fue muy menor. Se vio reducida a las acometidas de Dembélé y Ferran Torres por las bandas. El francés recibía demasiadas veces rodeado y en desventaja, lo que no era óbice para intentase su jugada y su conducción.

Con más corazón que cabeza, en una de las pocas veces que pudo encarar bien fue en un pase en profundidad de Pedri hacia su extremo, que recortó a su marcador y puso un centro buenísimo pero el remate de cabeza de Aubameyang se fue alto por poco. Parecía que el Barça reaccionaba pero fue un espejismo.

Apenas dos veces tuvo que intervenir Trapp en ese primer tiempo. El portero alemán, que en 2017 en el Camp Nou encajó el 6-1 como guardameta del PSG y esta vez salió indemne, envió a córner un remate de Araújo tras una falta colgada por Alba. La segunda, un centro-chut de Dembélé al que el germano le adivinó bien las intenciones, ya fue con 0-2 en el marcador.

Entre medio, el Barcelona se extravió en un duelo en el que no encontró su lugar, extraño en su propio hogar y sin entender por dónde entrarle a su rival. Eso sí, Jordi Alba también pidió un penalti en una carrera en la que Touré le chutó en la bota. Pero la verdad es que en el césped y en la grada mandaron los de Frankfurt.

El gol inicial le dio razones para seguir jugando a la suya, con tranquilidad, a cazar contragolpes gracias a la velocidad de Knauff, la pelea de Santos Borré y a los pases inteligentes de Kostic y Kamada. Una pérdida de Dembélé desembocó en el 0-2 en el que el colombiano Borré se inventó un derechazo desde fuera del área que se coló con potencia pese a la estirada de Ter Stegen.

Todo le salía de cara al Eintracht mientras el Barça perdía a Pedri con unas molestias. Entró De Jong y parecía que los Xavi creían en una remontada. Pero Aubameyang falló estrepitosamente cuando solo tenía que rematar a menos de dos metros de la línea de gol. No llegó al centro de Dembélé. Ni así. Nada favorecía al Barcelona, que vio cómo una revisión de unas posibles manos de Santos Borré en el área, que no acabaron en penalti, se alargó mucho y le terminó por cortar totalmente el ritmo. Pese a que el entrenador aprovechó el parón para dar entrada a Adama y Dest.

Por si fuera poco, aún habría más. Un saque de banda mal defendido acabó con una apertura de Kamada para Kostic, que con su zurda batió a Ter Stegen con un disparo cruzado. Entre la tercera diana visitante y un gol anulado por el VAR a Busquets por fuera de juego milimétrico en el 84, la decepción se apoderó de la afición y empezó una desbandada de los asientos que dejó aún con más presencia a los seguidores del Eintracht, ataviados de blanco.

El gol de Busquets, ya en el 90, y las ganas final de Luuk de Jong, que provocó el penalti del 100 (marcado con suspense por Memphis), destaparon unas grietas en los alemanes que incomprensiblemente no se encontraron antes pero no lograron ni siquiera maquillar el despropósito. Del principio al final y del césped a la grada.

(Tomado de La Vanguardia