Messi descabeza al Arsenal (0-2) en octavos de Champions (+ Video)

Foto: Andy Rain / EFE.

Por Francisco Cabezas

"El fútbol es el tipo de deporte donde, aunque tu equipo esté jugando fatal, puedes llegar a descojonarte de risa e incluso esperar con exaltación la siguiente y trágica derrota. La mayor alegría de un aficionado es que, al final, no hay ninguna alegría". El sentir, tremendista, de uno de los aficionados ilustres del Arsenal, el vocalista de los Pistols, Johnny Rotten, define el habitual pesar del hincha gunner. Clavado con tachuelas en el sarcófago de su pasado. Sepultado esta vez por un Barcelona que tuvo la sangre fría suficiente para esperar el momento de su tridente. Para que Messi derrumbara por dos veces a Cech, a quien nunca había batido, y dejara al Barça a un paso de los cuartos de la Liga de Campeones.

Lo peor para el Arsenal no fue sólo traicionar su ideario ofensivo, sino ver cómo el Barcelona se hacía con el partido con un contragolpe gestado en apenas 14 segundos y un penalti sobre La Pulga. Arsène Wenger, durante tantos años elogiado asceta del fútbol pese a su escasez de títulos, considerado por muchos uno de los últimos románticos, ya a sus 66 años, había mandado la mística al garete para hacer lo mismo que el resto de los mortales. Que Mourinho. Que Pellegrini. Envió a correr hacia atrás a todo su talento (ya fuera Özil, ya fuera Alexis), parapetó a sus hombres en el último tercio de campo y rezó con el contragolpe. La debilidad, antes o después, siempre nos alcanza.

A la hinchada del Arsenal, al menos durante la disputa del choque, no pareció importarle demasiado que su equipo rechazara el balón y se fuera al descanso con un pírrico 29% de posesión. Quizá ya habían tenido suficiente con ver cómo, durante años, los elogios al juego de su equipo quedaban ahogados entre las lágrimas de la indiferencia. Y el Emirates rugía cada vez que la bala Oxlade-Chamberlain se encontraba con espacio para correr. Y también se tiraba de los pelos al ver cómo Mascherano, siempre crecido cuando se prioriza la testosterona al juego, cercenaba a su manera el sueño ajeno.

Visto que al Barcelona le costaba zurcir el juego una vez traspasada la línea de medios ante el esfuerzo defensivo del Arsenal, al menos agradecía que Piqué y Mascherano siempre estuvieran atentos a la corrección. Y la única vez en la que los gunners lograron plantarse frente a frente con Ter Stegen, a Oxlade-Chamberlain le salió un tiro de canario.

El éxito del Barcelona pasaba por mantener la paciencia. El motivo, el progresivo derrumbe físico de los londinenses, condenados a pensar más en el pulmón que en el pie. Las arremetidas azulgrana en el ocaso del primer acto fueron significativas. La primera conexión con cara y ojos entre Messi, Neymar y Suárez concluyó con un mal remate del uruguayo. Tampoco acertaría en un testarazo que nunca debió irse fuera.

Amenazó el encuentro con resquebrajarse en el segundo tiempo. Pero una vez Cech detuvo a Neymar, y Ter Stegen a Giroud, el Barça tomó la contra que propinaría el merecido castigo a un Arsenal que caería rendido tras el penalti de Flamini a Messi. El castigo no fue mayor porque Suárez tiró después al palo y Neymar volvió a toparse con el checo.

Quizá no haya remedio contra el Barcelona. Pero Wenger arruinó su prestigio.

(Tomado de El Mundo)