Hat trick de Suárez salva al Barcelona

Foto: Lluis Gene / AFP.

Por Francisco Cabezas

Excusas, las que uno quiera. Sólo faltaría. El fútbol ha sido históricamente un deporte dado a la coartada. Quizá porque la palabrería siempre hizo fortuna en esto. Pero no hubo mejor manera para interpretar lo ocurrido que atender a la actitud del Camp Nou en el primer tiempo. Una hinchada pasiva, dejando que fuera el silencio, tan crudo como incómodo, el que acompasara un fútbol por momentos aburrido, por momentos atroz. Venció el Barcelona, como no podía ser de otra manera ante el humilde Eibar. Pero el juego, otrora razón de ser de un conjunto que continúa alejándose del homenajeado Cruyff, hace tiempo que dejó paso a la mera supervivencia. Circunstancia que el trigoleador Luis Suárez, siempre asistido por Neymar, domina como nadie.

Y Luis Enrique volverá a enrocarse en que lo importante son los puntos que tiene en la clasificación, los mismos que el líder Real Madrid. Que lo que toca es mantenerse en pie hasta que vuelva el ángel, o sea Messi; o hasta que enero traiga consigo esa ristra de incorporaciones sin las que todo huele a cataclismo. Y el Barça, que ha perdido la cuenta de los partidos en los que el rival le ha dejado un buen rato en calzones en su propio estadio, divaga y vence mientras pierde señas de identidad al mismo ritmo que se despelleja un inglés en Lloret. Hasta Mascherano perdió los nervios y acabó expulsado tras protestar al asistente.

Cierto. El notable Eibar de Mendilibar llegaba al Camp Nou sin haber perdido un solo partido fuera de casa. Pero no debía ser un equipo repleto de sub-23 y cuyo objetivo prioritario continúa siendo el de mantener la categoría -lo consiguió la temporada pasada gracias al descenso administrativo del Elche- quien pusiera al Barcelona a los pies de los caballos.

Ni siquiera había amanecido, y Capa ya probaba la estabilidad de Bravo. Poco podría hacer el meta azulgrana después ante una contra tramada tras un error de Bartra en la salida. El canterano, sustituido a la hora del encuentro y cuyo descaro siempre hizo desconfiar a sus entrenadores, se perdió entre dríblings ante el jolgorio del Eibar. Repelió Bravo la primera intentona de Keko, pero acabaría rindiéndose frente a la contundencia de Borja Bastón.

Imposible dejar a un lado el devenir del joven ariete madrileño del Eibar, hijo del ex portero Bastón. Hace cincos años, cuando debutaba con el primer equipo del Atlético tras batir varios récords goleadores en sus categorías inferiores, se destrozaba la rodilla cuando sólo llevaba 23 minutos en el campo. Parecía condenado para la élite. Pero, tras cinco cesiones, el fútbol de Primera le ha hecho un hueco. Ya lleva seis goles en los últimos cinco partidos.

Esta vez, sin embargo, el Barcelona supo rehacerse con cierta celeridad. La razón hubo que buscarla en la majestuosidad de Sergio Busquets, futbolista cuya incidencia siempre es máxima y que suele apañárselas, no sólo para tapar las vergüenzas de algunos de sus compañeros, sino para ordenar el caos. Un pase del mediocentro a Sandro, quien por cierto partió en fuera de juego, permitiría el tanto del empate a Suárez.

La jornada ya comenzaría a mejorar para los locales después de que una buena maniobra de Neymar facilitara la labor al uruguayo, siempre eficaz en su labor de ariete. El Eibar, valiente, incisivo y arrastrado por la pasión de Keko, logró mantenerse lejos de la soga hasta que Luis Suárez formuló la sentencia en el área. Lugar donde el Barça muere y sobrevive cien veces cada noche.

(Tomado de El Mundo)