La Casa Blanca negocia un plan para salvar a Mubarak de la ira popular

Rezo del viernes- Foto: AFP

Funcionarios de los gobiernos estadounidense y egipcio negocian un plan para que el presidente Hosni Mubarack dimita inmediatamente, según informa el diario The New York Times.

El plan cuenta con el apoyo de las fuerzas armadas egipcias y consiste inicialmente en que Mubarak ceda el poder a su vicepresidente, Omar Suleiman, para que encabece un gobierno de transición, asegura el diario, que cita fuentes oficiales estadounidenses y diplomáticas árabes.

Mubarak ha rechazado por el momento las peticiones para su salida inmediata del poder.

El vicepresidente Suleiman, que cuenta con el respaldo del jefe de las Fuerzas Armadas egipcias, Sami Enan y del ministro de Defensa, Field Marshal Mohamed Tantawi, iniciará de inmediato un proceso de reforma constitucional, según el plan revelado por The New York Times.

La propuesta también supone que el Gobierno de transición convoque a una amplia gama de grupos de oposición, incluidos Los Hermanos Musulmanes, la principal fuerza opositora en Egipto. El objetivo es abrir el sistema electoral del país, con el esfuerzo de convocar elecciones en septiembre próximo.

Altos funcionarios estadounidenses dijeron a The New York Times que la propuesta es una de varias opciones que se discuten con altos funcionarios egipcios próximos a Mubarak, aunque no con él directamente, en un esfuerzo para convencerlo de que se vaya.

Los funcionarios advirtieron que el resultado depende de varios factores, entre ellos la evolución de las manifestaciones en las calles de El Cairo y otras ciudades egipcias.

Algunas de las fuentes consultadas por el diario insistieron en que no existen pruebas de que ni Suleiman ni las Fuerzas Armadas estén dispuestos a abandonar a Mubarak.

SE VA SE VA

"¡Se va, se va!""¡No nos vamos hasta que él se vaya!". Es el grito unánime que a estas horas se oye en la plaza de la Liberación de El Cairo, en el momento justo en el que el rezo del viernes ha concluído, un rezo en el que se han unido musulmanes y cristianos.

La lucha para echar del poder al presidente Hosni Mubarak alcanza hoy un día clave, una jornada en la que los opositores esperan el abandono. Durante el sermón, los predicadores han insistido en que la revolución "no es religiosa" y "pertenece por igual a musulmanes y cristianos, hombres y mujeres".

Horas antes del rezo el Ejército ha intensificado los accesos a la plaza. Si bien estos días atrás los soldados, que controlaban los accesos, permitían la entrada a los grupos de personas que se acercaban, hoy el control es mayor y sólo se ha permitido el acceso de uno en uno, lo que ha provocado numerosas colas de personas.

El mayor papel de los militares, posterior a la visita del ministro de Defensa, Mohamed Husein Tantawi, hace unas horas, puso en alerta a los manifestantes, que comenzaron a rodear los carros de combate para evitar que sus movimientos les destrozaran sus barricadas caseras.

Por otro lado, el canal de televisión Al Jazeera ha narrado cómo los manifestantes comprobaban esta mañana los documentos de identidad de las personas que accedían al lugar para comprobar que no se cuele ningún policía o agente al servicio del Gobierno que pueda ocasionar disturbios como los vividos ayer.

El ambiente que se respira es el de alegría y confianza en que la salida de Mubarak es un hecho. Las personas concentradas en la plaza están informados de lo que está ocurriendo fuera y de las negociaciones de los políticos como respuesta a sus protestas.

La presión a los periodistas internacionales presentes en la plaza ha continuado hoy, después de que ayer muchos sufrieran diferentes agresiones. Los militares les han quitado los pasaportes a primera hora, mientras esperaban la visita del ministro de Defensa, pero este ha ordenado que se los devuelvan después de su visita.

Choques violentos el jueves

La plaza de la Liberación se convirtió de nuevo ayer en el escenario de una batalla campal a pesar de que por la tarde los militares optaron por disparar al aire con el objetivo de disolver a la multitud enzarzada. A medida que crece la tensión, los círculos de poder más próximos a Mubarak temen que la dimisión del presidente no sea suficiente. Por eso no ha sorprendido que anoche el diario The New York Times filtrara que la Casa Blanca negocia con oficiales egipcios un plan para que Hosni Mubarak abandone el poder inmediatamente.

En una entrevista concedida a la corresponsal Christiane Amanpour, de ABC News, Hosni Mubarak , aseguró que la única manera de que no se instale el caos en la ciudad es su permanencia en el poder. "Me dio mucha pena ver a egipcios peleando entre ellos. Me hubiera ido, pero todo sería un caos", recalcó el presidente. "No me importa lo que la gente diga sobre mí. Me importa mi país, me importa Egipto", insistió.

Poco después el vicepresidente Omar Suleimán, hombre clave en la crisis, apareció en televisión para calmar los ánimos. No lo consiguió. Primero, porque es difícil calmar desde la pantalla a dos multitudes que se pegan con todo lo que tienen a mano, y porque la mayor violencia provenía justamente del bando gubernamental, que fomentaba el furor de sus fieles, armados en algunos casos con armas de fuego. Los muertos, según el Ministerio de Sanidad, llegan a 13 (una cifra destinada a crecer mucho cuando se conozcan datos reales), con miles de heridos. Segundo, porque no se pueden emitir mensajes contradictorios con la esperanza de que alguno funcione.

Desde el viernes, cuando manifestantes y antidisturbios se enfrentaron con tremenda dureza, se había abierto un periodo de relativa calma y ánimo festivo, combinado con graves saqueos nocturnos, hasta que el miércoles el Gobierno lanzó a sus fieles y a sus matones (armados, organizados, muy peligrosos) contra la gente del 25 de Enero y contra los periodistas extranjeros. A partir de ese momento, el centro de El Cairo se convirtió en el infierno.

Esa localización reducida del conflicto constituye un elemento muy importante de la crisis. Unos y otros han elegido la plaza de la Liberación y sus alrededores como campo de batalla. El resto de la ciudad y el país es otra cosa: grupos de matones, controles improvisados por ciudadanos-vigilantes organizados contra los saqueos, paralización, ansiedad, calles desiertas y comercios cerrados.

La gran mayoría de los egipcios, afligidos por el desabastecimiento (el toque de queda y los controles hacen casi imposible el suministro de mercancías), el alza de precios, el cierre de los centros de trabajo y la desaparición del turismo, una de las grandes fuentes de ingresos del país, desean sobre todo un desenlace rápido.

(Con información de la agencia EFE y El País)