La Adivinación, entre el Azar y el Destino (IV)

En colaboración con Rubén Zardoya

En su esencia mítica, el futuro se presenta ante los individuos en la forma de admoniciones que actúan de manera inmediata sobre la imaginación y los sentimientos, e inspiran el culto y la actuación cotidiana.

Para el hombre religioso, el significado de las admoniciones es mucho mayor que lo que se expresa en ellas de manera inmediata; cada admonición se descompone en un número indeterminado e ilimitado de posibilidades y alternativas diferentes, comprendidas, intuidas o agudamente sentidas. Uno de sus caracteres distintivos es la extrema generalidad, expresada en la forma de aseveraciones categóricas, metáforas, símiles, parábolas, relatos míticos y refranes populares; generalidad que convive con indicaciones precisas sobre la forma en que ha de ejecutarse uno u otro rito mágico, el nombre de las divinidades que exigen una atención diferenciada, o la actitud que debe adoptarse ante una u otra situación ordinaria, en una perspectiva de sentido virtual infinita.

"No comer jutía hembra."

"Póngale una botella de vino blanco a Orunmila y ábrala el próximo 31 de diciembre y brinde con sus allegados y con sus enemigos."

"Aquí se diferencia el fango y la arena."

"Deformación de la conducta social en cuanto a robos y malversaciones."

"No se pueden dar todos los gustos a los hijos."

"Para lograr una mayor productividad de la tierra deben unirse la experiencia práctica y los estudios científicos."

Es precisamente la conjunción de una extraordinaria generalidad y plenitud ideal con la inmediatez de la vida cotidiana en la matriz común de la tradición sacra y la fe religiosa, lo que garantiza la eficacia simbólica de estos vaticinios oraculares y los presenta a la conciencia como algo a la vez misterioso y conocido, venerado y temido, trascendente y cotidiano; lo que les confiere, más allá de toda intelectualización y de toda banalización, el carácter de un secreto compartido, de un misterio develado, de una potencia dominada.

Entre honores y sacrificios a Dios y a las deidades, los medios adivinatorios se utilizan con idénticas miras: abrir las puertas del futuro, contribuir a que el hombre no ande a tontas y locas por el mundo, desconocedor de la voluntad divina, de las concatenaciones necesarias, escuálido frente al destino, prisionero del azar.

Una mirada culta reparará sin dificultades en que las predicciones que a diario realizan los religiosos cubanos no constituyen nebulosas ideales, simples fantasías enfebrecidas, hijas de la superstición -denominación inventada por la religión dominante para calificar a las religiones o sentimientos religiosos dominados-, sino coágulos de sentido social, cultural, humano, condensaciones de la experiencia, los temores y las esperanzas colectivas, abreviaturas intensas de las relaciones de los seres humanos con la naturaleza, la sociedad y la cultura. Se trata de creaciones colectivas, en el sentido de ser herederas de una sabiduría ancestral que se hunde en los arcanos del África mítica y reverdece pletórica de resonancias cubanas.