Ventanas a Cuba

Como un universo preñado de aves vírgenes que permanecen casi todo el tiempo con sus alas abiertas, Cuba es una Isla llena de ventanas. Y cada apertura suele estar coronada por hojas que movemos ansiosos para bebernos la luz y el aire, para asomarnos a la esperanza.

Las ventanas, como las columnas y los portales, están situadas en puntos cardinales de nuestras vidas. Son para abrirnos al paisaje, y para mirar la suerte que discurre afuera como corriente en la cual nos sumergimos día a día para pescar nuestras fortunas, pesadumbres y sorpresas.

Son ojos las ventanas -de nosotros hacia los demás-; y a la vez se convierten en el ojo ajeno que nos escudriña, que nos interroga y casi nos desnuda. Y eso no nos sobrecoge porque somos dados a ventilar todo tipo de asuntos, desde los más minuciosos hasta los urgentes y perdurables.

Quizás lo seductor de esas damas que se abren y cierran en todos los espacios, sea la búsqueda incesante, a través de ellas, de la luz, esa bendición que traspasa el aire y que al cubano le enciende o marchita el corazón. Seguramente ellas, aperturas imprescindibles para el descubrimiento, han sido culpables de esos versos dibujados por Eliseo Diego, y que él tituló "Oda a la joven luz":

Y es que ciega la luz en mi país deslumbra/ su propio corazón inviolable/ sin saber de ganancias ni de pérdidas./ Pura como la sal, intacta, erguida,/ la casta, demente luz deshoja el tiempo.

(Texto Alina Perera. Fotos: Kaloian)