Tras 5 minutos de mar, aparece Güaicanamar, el nombre de un pueblo en idioma aborigen que en el siglo XVII surgiría como Regla, cuando el Marqués de la Real Proclamación, Don Pedro Recio de Oquendo, donaba al peregrino Manuel Antonio, natural de Perú, un pedazo de tierra para la construcción de una Ermita a la Virgen de Regla. Hoy, ese pedazo de tierra se ha convertido en ciudad, lugar de referencia, paisajes que evidencian el paso del tiempo con frecuentes rituales religiosos, y un pequeño malecón que hace de sus habitantes compañeros del mar.
Una corta travesía desde el Muelle de Luz hasta Regla. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Muelle de Regla . Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Lavando las prendas religiosas y depositando ofrendas a los Orishas. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Malecón o playita de Regla. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
En el altar mayor se encuentra la virgen de Regla, construida en 1694, de madera y con busto de caballete.Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Calle del Santuario, donde viviendas muy cerca de la iglesia aún conservan la fachada en una calle original del siglo XVIII. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Parque de las Madres.Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
El Museo de Regla guarda entre sus colecciones el torniquete que se usó a principios del siglo XIX para contabilizar los pasajeros que abordaban la lancha. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Cementerio de Regla, conocido popularmente por el 1900. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Los Guaracheros de Regla, comparsa muy popular que forma parte de la vida de los pobladores. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera