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Isla naranja

Torre de la Parroquia de San Francisco de Paula, en el barrio de la Víbora, en La Habana. Imagen del atardecer del 24 de diciembre de 2015. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate

Torre de la Parroquia de San Francisco de Paula, en el barrio de la Víbora, en La Habana. Imagen del atardecer del 24 de diciembre de 2015. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate

Me llamó esta mañana Amaury Pérez Vidal y en la conversación, la primera del día, comentó afectuoso mi nota anterior, Luna habanera, y en particular la afirmación de que el 25 de diciembre hubo una luna llena que no veían los terrícolas desde 1977, “y obviamente nosotros tampoco”. Sé que no es un error, sino una de tus ironías, dijo. Es así y no es.

Por nuestra condición insular o por nuestra particular historia, no conozco a un cubano que no se sienta habitante de un planeta diferente, de un mundo aparte, quizás naranja como la tarde que encabeza esta nota. La razón es simple: una isla es una realidad claramente delimitada, una invitación al aislamiento y una manera de escaparse del mundo conocido. Una isla es también un pequeño universo original, un castillo rodeado de su foso, un lugar sin fronteras, autónomo, redondo y con vecinos incómodos, pero allá, a lo lejos.

Desde Platón hasta Anatole France, me decía Cintio Vitier alguna vez en su casa, las islas han sido elegidas como escenarios ideales. La Atlántida, por ejemplo. Robinson, el más grande de los náufragos, no hubiera existido sin una isla. Cintio estaba convencido de que la isla -y esta en particular, cuyo destino no guardababa proporción con su tamaño- es también un lugar aparte de los poetas y filósofos, y acto seguido me hablaba de los españoles Juan Ramón Jiménez y María Zambrano, que vivieron en La Habana el tiempo suficiente para reconocerlo.

Cuba fue la “patria prenatal” de María: “No la imagen, no la viviente abstracción de la palma y su contorno, ni el modo de estar en el espacio de las personas y las cosas, sino su sombra, su peso secreto, su cifra de realidad, fue lo que me hizo creer recordar que la había ya vivido”, explicaría ella en un ensayo antológico dedicado al Grupo Orígenes, al que pertenecieron Cintio, su esposa Fina García-Marruz, Eliseo Diego, Agustín Pi, José Lezama Lima, Ángel Gaztelu...

Cuando Lezama Lima recordaba los años de María en La Habana, como refugiada de la Guerra Civil Española, los sentía “como los mejores de mi vida. Y Ud. estaba y penetraba en la Cuba secreta, que existirá mientras vivamos y luego reaparecerá en formas impalpables tal vez, pero duras y resistentes como la arena mojada”. Es el autor de Paradiso quien nos dijo que Cuba era “la ínsula distinta en el Cosmos o, lo que es lo mismo, la ínsula indistinta en el Cosmos”. Y fue Cintio quien llamó a su revista de Literatura “Isla infinita”, por la anécdota de Cristóbal Colón, quien le preguntó a los habitantes originales de Cuba si esto era isla o continente, y ellos respondieron que era “tierra infinita de la que nadie había visto el cabo, aunque era isla”.

En junio de 1937 , al intervenir en un coloquio en La Habana sobre el problema de la insularidad que obsesionaba a todos, Juan Ramón escribió:

“¿Una isla? ¿Una hermosa isla? Sí, muy hermosa. Esta vez estamos por suerte o por desgracia para nuestra vida, en lo más hermoso. Pero bella o fea, la isla tiene que pensar, para ser ilimitada, en su límite. Para que una isla, grande o pequeña, lejana o cercana, sea nación y patria poéticas ha de querer su corazón, creer en su profundo corazón y darle a ese sentido el alimento necesario.”

Pensaba sobre todo en poetas cuando diferencié a los cubanos de los terrícolas frente a la rara circunstancia de la luna llena en Navidad. Pero si lo hubiera escrito ayer, no habría sido aquella la crónica, sino esta.

La Parroquia de San Francisco de Paula, en el barrio de la Víbora, en La Habana. Imagen del atardecer del 24 de diciembre de 2015. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate

Por nuestra condición insular o por nuestra particular historia, no conozco a un cubano que no se sienta habitante de un planeta diferente, de un mundo aparte, quizás naranja como la tarde que fotografió Ismaelito. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate

Luna llena en La Habana, Cuba, el 25 de diciembre de 2015. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate

Luna llena en La Habana, Cuba, el 25 de diciembre de 2015. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate

(Tomado del blog de la autora Desbloqueando Cuba)