¡Alerta! Gaslighting o manipulación sutil

Aunque solapada y bastante camaleónica, la manipulación es una forma más de violencia. “¿Estás seguro?”. “¡Ay, no te pongas así! ¡No es para tanto!”. “Yo tú, no me confiaría en Fulana”... son algunas de las frases que emplean como zancadillas para minar tu juicio y, por lo general, son personas socialmente encantadoras, sin embargo, relacionarte con ellas es nebuloso para tu autoestima.

Sin los rastros visibles de un moretón o la furia ciega y desmedida de una confrontación verbal, van socavando poco a poco la certeza y seguridad en sí mismo y sus acciones del que es víctima de este comportamiento ajeno. Hoy en Cuba Joven nos gustaría conversar sobre una de sus expresiones, el gaslighting (luz de gas, por su traducción al español) y cómo hacerle frente.

De acuerdo con la revista norteamericana Psichology Today, el gaslighting “consiste en una táctica empleada por una persona e incluso, una entidad, que hace dudar a la víctima de su percepción de la realidad para ganar poder sobre esta. Resulta más efectiva de lo que se pudiera pensar y todo el mundo es susceptible a vivirlo alguna vez, y es una técnica comúnmente empleada por abusadores, narcisistas y líderes de sectas”.

Por el hecho de ser un tipo de abuso bastante sutil (aunque va in crescendo con el tiempo) es casi imperceptible si no se tiene conocimiento al respecto. Asimismo, se establece en cualquier tipo de relación donde exista una dinámica de poder, díganse, una relación amorosa, de padres a hijos, jefes a subordinados, etcétera.

El término en sí proviene de Gas Light, una obra de teatro británica de 1938, posteriormente adaptada al cine en 1940 y 1944, cuyo argumento es el de un hombre que intenta convencer a su mujer de que está loca, cambiando los objetos de su entorno, mientras le hace creer está equivocada o padeciendo lagunas de memoria cada vez que ella se percata de las modificaciones. La frase hace referencia a las lámparas de gas de la época, que en la historia fílmica el marido desregula como parte de su plan desestabilizador. Con el tiempo, la terminología pasó a formar parte del argot popular.

Ahora bien, ¿cuáles son las fases del gaslighting? Un artículo del diario mexicano La Saga lo define como un proceso escalonado: 

Un primer momento de idealización por parte de la víctima hacia quien lo ejerce. Este es un comportamiento típico de personas narcisistas (individuos con un sentido desmesurado de su propia importancia, una necesidad excesiva de atención y admiración, relaciones conflictivas y una carencia de empatía por los demás).

Los narcisistas, envueltos en su propio ego, al principio de sus relaciones tienden a ser encantadores, carismáticos, envolventes. La persona que los conoce, en primera instancia, se enamora literal o figuradamente de este ser tan especial, que lo lleva a tener una falsa percepción de su abusador.

Con el tiempo, el agresor comenzará a señalar tus errores y hacerte creer que no eres capaz de hacer las cosas bien, sentirás la necesidad de arreglar todo para poder sentirte aceptado/a. “La víctima todavía no duda de su criterio, pero no es consciente del abuso psicológico que está recibiendo y se pregunta qué es lo que está ocurriendo y qué puede hacer para lograr la aprobación de la persona abusadora”, explica la psicóloga española Patricia Garzón en su blog personal.

Como resultado se establece una relación tóxica en la que no importa lo que pase, no importa la ocasión, el victimario siempre buscará la manera de ser la víctima: “Es que tú no me entiendes”. “Te lo doy todo y me pagas así”. “Eres demasiado sensible, no se te puede decir nada”. Esta persona siempre buscará invalidar los sentimientos del otro, al punto, de que su víctima ya no será capaz no solo de defenderse sino se autofustigará por no ser la persona que el otro espera.

Hasta que finalmente con el paso del tiempo se crea y reproduce una relación de dependencia consciente e inconsciente.

El propio término gaslighting describe el matiz turbio que caracteriza este tipo de relaciones: como mismo las lámparas de gas desprenden una luz tenue que no permite del todo iluminar una habitación, la víctima no es capaz de percibir la realidad con claridad.

Un ejemplo concreto de esta técnica es, cita la revista Psichology Today, cuando después del divorcio uno de los ex cónyuges pretende alejar a los hijos del otro para lastimarlo: “(…) En la alienación parental, uno de los padres puede representar al otro como un 'holgazán' y platicarle al niño las 'transgresiones' del otro padre para que el niño se alinee con él y lo vea como el héroe. Pero para ser al héroe, el gaslighter debe crear un enemigo definido”. 

A su vez, explica el texto más adelante, este referente conductual es inconscientemente heredado a los hijos, quienes en el futuro verán la manipulación como una vía más para relacionarse con los demás con el objetivo de alcanzar sus fines en la vida. 

¿Existe una solución para este ciclo de violencia? ¿Se puede evitar?

La respuesta es afirmativa y la revista Psicología y Mente ofrece claves para romper las cadenas de dependencia y sanar este tipo de experiencias:

1. Confía en tu intuición

Si sientes que algo no está bien, ponle atención a eso y examina qué partes no cuadran. La comunicación no es un juego en el que hay que esforzarse por entender todo lo que dicen los demás. En una pareja, si no se ha comprendido un mensaje, la responsabilidad muchas veces es compartida (siempre que le hayamos prestado atención).

2. No busques la aprobación

Resiste la tentación de convencer al otro para obtener aprobación, en vez de eso puedes decir "Estamos en desacuerdo" o "Pensé en lo que me dijiste, pero no lo siento verdad para mí" o "Escucho lo que dices, pero mi realidad es muy distinta a la tuya". Eres perfectamente libre de poner fin a una conversación. ¡Ojo!, aplicar este consejo cuando sientas que estás siendo víctima de gaslighting, en cualquier otro contexto, como en una discusión en la que los argumentos de la otra persona son sólidos, puede convertirse en una excusa para no admitir que no tienes razón y, en ese caso, serías tú el manipulador.

3. Recuerda tu soberanía sobre los propios pensamientos

Las emociones no son ni buenas ni malas, y nadie te puede decir si lo que sientes es cierto o no. Si tú dices "eso me hizo sentir criticado" o "me sentí triste por lo que hiciste" no lo estás sometiendo a debate. A fin de cuentas, si sientes que te humillan o te dañan psicológicamente, solo tú lo sabes. No te disculpes por sentir.

4. Sé consciente de tus valores

Los valores constituyen la columna vertebral de nuestro comportamiento. Pase lo que pase, lo que digan o hagan los demás, no nos debe obligar a ir en contra de estos. El momento en el que alguien nos presione para violar nuestros principios básicos, sabremos que se nos está intentando manipular.

5. Mantén tus límites personales

Si alguien los traspasa, hazlo saber y plantea una consecuencia. Por ejemplo, si te gritan o abusan verbalmente de ti, puedes decir "no me siento cómodo con lo que dijiste, me parece una falta de respeto y no lo pienso dejar pasar". Mantente firme. Si se repite, hazlo saber de nuevo y dependiendo de la relación, busca un diálogo sincero en donde ambos se comprometan a no volverlo a hacer o aléjate.

Si la persona no se hace responsable de sus faltas y continúa rompiendo tu espacio (mental o físico) pregúntate si deseas continuar la relación o la frecuencia de las visitas en caso de familiares o amigos. Trabajar la propia asertividad es indispensable para hacer valer los derechos e intereses propios.

La pregunta es: por mucho que uno quiera y valore a una persona, ¿vale la pena mantener un vínculo así? No existe respuesta incorrecta. Sin embargo, cabe evocar al más universal de los cubanos cuando planteó que la primera ley y eje rector de nuestra sociedad, y se pudiera decir que de la humanidad, debiera ser el culto a la dignidad plena del hombre.