Un baño de luz y mar, en el malecón habanero

Una tarde en el malecón habanero siempre tiene su encanto, pues aquí aplica bien eso de que “cada quien tiene un motivo”. Para un fotógrafo, la luz es esencial, y si a esto se suma un mar intrépido y juguetón, entonces uno no se resiste a tomar fotos y a disfrutar de los transeúntes, el agua embravecida y la magia de la luz.

Las olas inquietas, se retraen y cuando menos imaginas, arremeten contra el sofá inmenso de La Habana; otras veces saltan sobre él, como si jugaran a empapar a los que se atreven a acercarse. Por algunos instantes el mar mantiene el ritmo en ese ir y venir, pero casi siempre actúa desenfrenadamente, con la libertad del viento que lo acompaña.

Entonces llega el pensamiento de que nadie se atrevería esa tarde a hacer ejercicios sobre su acera, o pescar desde él, o compartir con la pareja en su entorno, como de costumbre. Sin embargo, sucede que hay quienes no le temen, y se atreven, y retozan al compás de las aguas del malecón habanero.

Malecón habanero. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Malecón habanero. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Malecón habanero. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Malecón habanero. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Malecón habanero. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Malecón habanero. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Malecón habanero. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Malecón habanero. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Malecón habanero. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.