No hay riñón para indocumentados

Cuando más cerca estaba Jesús Navarro de recibir un trasplante de riñón tras siete años de angustiosa espera, su esperanza de vida se esfumó de golpe cuando un funcionario de finanzas del hospital de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) le dijo que no se lo podían hacer, por ser indocumentado. (Fuente: La Opinión)
Guillermo Tell

Salvo trabajar duro con menos retribución, bajo la espada de Damocles de la deportación, y contribuir a la economía de Estados Unidos y a los bolsillos de los empleadores que los necesitan, a los indocumentados allí no se les garantiza nada más. Ni siquiera la vida misma si de un proceso quirúrgico depende, por muy elementalmente humano que sea.

Sin embargo Navarro, contaba con un seguro médico vigente, al que tributó puntualmente durante 15 años como soldador en una industria metalúrgica, y aún después de ser despedido. Ahora se le niega el trasplante, hasta que logre en un intento que le llevará tiempo y sin ninguna certeza de éxito, regularizar su estatuto. Tampoco se aceptó la oferta de su esposa de convertirse en donante compatible, ni que lo aceptaran en el hospital tras reunir 200 mil dólares para costear la operación.

Sin alternativas permitidas al indocumentado, obligado a diálisis cada nueve horas, y quien es ante todo un ser humano en situación de emergencia, se le cierran las puertas. Y "si lo avientan para México, el riñón se va a perder porque no va a tomar sus medicinas", argumentan familiares cercanos y ciudadanos movilizados en apoyo.

Así se ha destapado una de las tantas aristas amargas y crueles de la vida de los indocumentados en el país más rico, donde se les requieren y después se les desechan.