Para la guerra sí

El mexicano Manuel Valenzuela sufrió uno de los golpes más duros de su vida cuando Estados Unidos, el país por el que peleó durante años en la jungla vietnamita, le comunicó por carta en 2009 el inicio de su proceso de expulsión. Valenzuela, de 58 años, se siente traicionado. (Fuente: BBC Miami)
Guillermo Tell

De nada le valió que se expusiera por el país que lo envío como carne de cañon, donde vivió durante 55 años, ni que su madre, hijos y nietos fueran ciudadanos estadounidenses. Su falta consistió en mantener su nacionalidad de origen y acogerse confiado a sucesivas extensiones de permisos de residencia, hasta que el arbitrario y visceral Departamento de Inmigración esgrimió como pretexto para expulsarlo de la Unión que había cometido a lo largo de esas cinco décadas y media varias faltas menores como conducir con exceso de velocidad, por lo que recibió multas.

Su caso, al igual que el de su hermano, Valente, de 62 años, también ex soldado en Vietnam, condecorado, están recibiendo la atención de grupos de defensa de veteranos de guerra, que estiman en más de tres mil los militares inmigrantes deportados desde 1996, por causas parecidas. Sin embargo el gobierno permite el alistamiento de esa población extranjera, y hoy dia unos 29 mil no estadounidense sirven en el ejército, sin que nadie les informe ni orienten sobre el riesgo de deportación que corren en cualquier momento tan pronto dejan las filas militares, por mucho que hayan arriesgado la vida en contiendas bélicas o hasta recibido medallas.

Manuel se queja con amargura de que  "te quieren para la guerra pero no como estadounidense". Para la guerra sí, para lo demás, no.