El inmenso legado de los hermanos Grenet (+ Video)

Pude haber encabezado estos párrafos de muy diversas maneras. Me incliné por una que obligara a guardar en sitio reservado esa sobrecarga con que, a veces, la admiración extrema lastra cualquier resumen verbal. Para las multitudes, existe un remedio santo: la ovación. Para quien -como yo-aspira a allanar el camino y colocar lucecitas de trecho en trecho, de manera que el sano deseo de re-conocimiento por parte de una o más personas hacia valores como los que centran nuestra atención este domingo quede aliviado en cierta medida, no está resultando sencilla la empresa.

Se trata de los hermanos Grenet: Eliseo (1893-1950), Emilio (Neno) (1901-1941) y Ernesto (1908-1981). Nacieron en La Habana, recibieron una excelente formación musical básica que cada uno fue completando por diversos caminos según sus respectivos intereses. A partir de los datos hallados en las fuentes confiables que tengo a mano observo que los tres se valieron del piano como instrumento básico, en su acuciosa labor hacia el dominio de los géneros y estilos que el panorama de la música popular de su época puso a su disposición. Es bueno recalcar que no se trata de tres pianistas intuitivos sino equipados con una  excelente formación técnica puesta al servicio de cualquier manifestación en la cual decidieran incursionar. Siendo todavía un adolescente Eliseo se enfrentó al público desde su piano, asumiendo el papel de  animador en la proyección de películas silentes; muy joven todavía, se hizo cargo de la dirección de la orquesta en un teatro; poco después, formó su propia jazzband, agrupación  en la que, con frecuencia, asumiría el papel director desde el piano al actuar en pequeños cabarets y en exclusivos salones de baile.

Resulta oportuno detenerse a pensar  músicos como el mayor de los Grenet, que nacen  en los años finales del siglo XIX,  crecen y alcanzan su madurez en las dos primeras décadas del siglo XX. Sobre ellos, recae la divina responsabilidad de descubrir las células básicas de toda esa diversidad de formas y matices que van conformando el universo musical cubano. En una bien nutrida lista, venían recorriendo la segunda mitad de su siglo de origen (el XIX) el inmenso Sindo y los gestores de la trova santiaguera; son hombres de guitarra: en 1885 nace Rosendo Ruiz;  en 1895 Ernesto Lecuona y Graciano Gómez. Dos años antes, había venido al mundo Eliseo Grenet. Ellos encabezan la legión de creadores e intérpretes que contribuyen a dar forma y color al paisaje musical cubano cuya identidad defienden -- a capa y espada-- a lo largo de la primera mitad del siglo XX, conscientes de que no son una misma cosa la canción trovadoresca, la criolla, el bolero, el danzón, la guaracha y el son; orgullosos de los matices que pueden animar y hacer más ameno ese paisaje aún dentro de cada modalidad. Toda esta labor converge y se funde en el crisol de nuestro teatro vernáculo, cuya resonancia trascendió a otros medios y fue reconocida en otras latitudes.

Nuestro teatro lírico -así lo afirman los estudiosos de esa manifestación-nace, con todas las de la ley, en 1927 con la zarzuela cubana Niña Rita o La Habana en 1830, donde los talentos musicales de Ernesto Lecuona y Eliseo Grenet asumen la creación de las partes musicales y para la cual este último compone el tango- congo ¡Ay!Mamá Inés, éxito indiscutible de Rita Montaner en su debut teatral y uno de los modelos emblemáticos de la música cubana. Son los años en que esa gran embajadora de nuestro arte musical en todos los continentes pasea, fuera ya del ámbito del teatro, un repertorio cubano donde el pregón El manisero, obra de Moisés Simons (el hijo de quien fuera maestro de Solfeo y Teoría de Eliseo) comparte los aplausos bien merecidos que arranca el ya mencionado tango-congo. Años en que culmina el pensamiento de quienes, con el sabio Don Fernando Ortiz a la cabeza, colocan en su justo sitio  el aporte del componente africano a nuestro ser nacional.

El monumento a la memoria de Eliseo Grenet en el parquecito de la calle 41, a mitad de camino entre la calle que conduce a Tropicana y el hospital que conocemos con el nombre popular de La Ceguera.

Alrededor de estas luces bailan y se entremezclan  los frutos del espíritu, a raíz de la publicación, en abril de 1930, de los Motivos de son de Nicolás Guillén. Tallados con trazo firme relucen, fijos para siempre, los nombres de los  hermanos Grenet cuyas respectivas historias, al cabo de tantos años y a tres décadas de la desaparición física de Ernesto, el menor de los tres, estoy tratando de reconstruir amorosamente, si bien con verdadera dificultad. Queda abierta esta puerta para quienes posean datos al respecto, más allá de aquellos registrados en las fuentes que menciono aquí. Al menos, el primer cubano se ha acercado ya, presto a ofrecer una pista, a manera de muestra gráfica, para los lectores: existe un monumento a la memoria de Eliseo Grenet en el parquecito de la calle 41, a mitad de camino entre la calle que conduce a Tropicana y el hospital que conocemos con el nombre popular de La Ceguera.

Además de la inscripción perfectamente legible en la foto, no se aprecian otros datos. Alrededor del tema que estamos iniciando este domingo, y más allá la hierba mala que crece y se extiende en torno al monumento y que valdría la pena chapear (cuidando de no dañar los brotes de conmovedoras florecillas silvestres que, no por gusto, la sabia naturaleza ha colocado, a manera de singular tributo,  en sus modestas jardineras), queda mucha tela por dónde cortar. Por el momento, gracias al amigo Ángel González (Angelito) un cubano sencillo que no es capaz de pasar indiferente por delante de los monumentos de su ciudad.

(Continuará)

Almendares, 17 de julio de 2011

Diccionario enciclopédico de la música cubana;  de Radamés Giro; Música cubana, del Areyto a la Nueva trova, Si te quieres por el pico divertir y Cuando salí de La Habana, de Cristóbal Díaz Ayala; Déjame que te cuente de Bola y Rita Montaner, testimonio de una época, de Ramón Fajardo Estrada.

Y mujeres (recuérdese a la madre, la hermana y la entrañable hija Guarina en la historia de Sindo, al igual que a Piedad, la hermana de Oscar y Mario Hernández y todo el linaje en cuyo sitial más alto figura María Teresa Vera)

Sobre un argumento de Aurelio C. Riancho y Antonio Castells

En video, "¡Ay! Mamá Inés" interpretado por Bola de Nieve