El nombre de Martirio, símbolo ya del temperamento y el canto único de Maribel Quiñones, fue escogido por la artista para caracterizar a un personaje en torno al cual nacería de ella misma todo un cancionero -letra y música de primera línea- en torno a las dichas y los pesares de la mujer común que, presa entre sartenes y espumaderas, entre angustiosas dietas para bajar de peso y crueles descubrimientos de infidelidad fijos en el pañuelo del marido, harta de llorar, oculta sus penas --por pudor-detrás de unas gafas oscuras. Escoltada por el éxito y la fama, una abundante discografía dejó cuidadosamente salvadas para la memoria todas las coordenadas del personaje cuyo nombre marcaría para siempre a la artista que le diera vida y que, en un momento dado, investida de los poderes que nunca se ha permitido declinar, más allá de la copla, la sevillana, la saeta y demás formas del cancionero español, fascinada por los ecos que le llegaban desde nuestras orillas, decidió abrirse a la canción nacida en el mundo latinoamericano.
Martirio no concibe el arte estrictamente en solitario. Ha compartido la escena en infinidad de ocasiones, animada por el deseo de rendir homenaje a quienes hayan despertado su emoción, no importa si se trata de estrellas famosas o simples desconocidos que aparecen portando en sus fardos alguna semilla que valdría la pena sembrar, alguna piedra cuyo brillo muy pocos antes de ella habían advertido y nadie con tanto amor como ella será, entonces, capaz de mostrar a los ojos de todos. A finales de 1997, cruzó el océano por primera vez, invitada a participar en el concierto homenaje que se ofrecería en La Habana con motivo del cumpleaños 90 de Compay Segundo. De regreso a España, convencida de que aquélla era sólo la primera entre las muchas idas y vueltas que esperaban por ella, llevaba de regalo un tres para su hijo, el guitarrista sevillano Raúl Rodríguez.
Su mirada se volvió entonces hacia la canción nacida en México, las Antillas y Suramérica; sus discos Flor de piel y Mucho corazón, motivaron el reclamo de su presencia para actuar en esas tierras. Entonces, apareció Primavera en Nueva York, grabado en 2006 en esa ciudad estadounidense, junto a un selecto elenco de jazzistas jóvenes: una producción donde el repertorio se concentra en el cancionero antillano creado entre 1940 y1960 y -salvo un título, de la compositora puertorriqueña Silvia Rexach-el resto lleva la firma de autores cubanos como René Touzet, Mario Fernández Porta, José Antonio Méndez y Ela O'Farrill. Una buena muestra de ese trabajo discográfico es el video que puede apreciarse aquí, donde Martirio interpreta el bolero Si te contara, de Félix Reyna.
Siempre a caballo entre la música y la poesía el regalo que puso de su parte la primera piedra en nuestra amistad, junto con un ejemplar de su portentoso trabajo Coplas de madrugá --a dos manos con el pianista gaditano Chano Domínguez--, fue un ejemplar de la antología Mil años de poesía española. Nada raro puede resultar que de su primera aparición en un disco cubano -el ya mencionado Canciones del Buen Amor--- se haya desprendido con toda claridad, para Martirio y Vitier, la necesidad de un mapamundi hecho a la medida de un nuevo y más ambicioso intento.
La cuenta había quedado pendiente, los más caprichosos extremos que la poesía de todos los tiempos puede reclamar para hacerse música de cualquier estilo y de ninguno, trenzada por el canto, desatada por el juego instrumental de sonidos que, de tan antiguos que son, parecen inventados; San Juan de la Cruz, Nicolás Guillén, Calderón de la Barca y García Lorca sentados a una mesa donde las cartas las pone el piano y las íes de los puntos las coloca la voz con su cantar.
En estos días, La Habana ha visto nacer un nuevo disco. Ha venido Raúl con su tres flamenco, sus palmas y demás ardides percutidos; se han acercado Víctor Pellegrini con su guitarra, Amparo del Riego con su cello y Niurka González con su flauta. Martirio y Vitier han sobrevolado por entre todos ellos, cruzando sus fuegos -no me canso de decirlo-para darse cita en más de una decena de poemas y reunirse en un disco de dos, concebido desde dos, que toma para sí el título del texto de una canción con texto del propio Vitier: El aire que te rodea
Esperemos la mejor suerte para Martirio, José María Vitier y la realización final de este disco que -si no es mucho pedir-con toda seguridad podremos aplaudir en vivo y en directo alguna tardecita de mayo, llueva o no, en la Basílica Menor de San Francisco de Asís, en medio del próximo Cubadisco. La cuenta queda pendiente de nuevo.
Almendares, 31 de enero de 2010