Cuidaremos siempre el Granma, Cuate

El Cuate es parte de nuestra Historia. Foto: Daily Sánchez Lemus.

Leo que ha muerto el  Cuate, el mexicano cubanísimo que compró el yate Granma por indicaciones de Fidel para la expedición libertaria de 1956, el amigo incondicional de Cuba. Y aunque sé que ya rebasaba los noventa, no deja de apretárseme el pecho.

Sé que hace muy poco tiempo, en su más reciente visita, fue a ver su yate. Allí estuvo acompañado de las muchachas que siempre lo reciben en el Museo de la Revolución, conversaron y estoy segura de una vez más les pidió con insistencia que le cuidasen “su yate”. El Cuate se despedía siempre, pero definitivamente esta vez….

Se despedía y no pude abrazarlo ni escribirnos papelitos como aquel 2017 cuando nos sentamos  juntos durante todas las sesiones del Simposio Internacional de Historia de la Revolución Cubana que el Instituto de Historia organiza. A René González Barrios le debo haberlo conocido. Fue por allá por los días en que Pichirilo volvía a ser noticia gracias a una Reflexiones del Comandante en Jefe en marzo de 2009, cuando mi profe periodista Fabiola López me llamó a la Redacción Deportiva a decirme que El Cuate estaba en Cuba y que si yo quería podía conseguirme el teléfono mediante René para que me comentara sobre el dominicano del Granma. Y así fue. Y aquella fue una entrevista telefónica, pues el amigo estaba en pleno chequeo médico y no había visitas. Pero así fue nuestro primer “encuentro”, tremendo, hasta que casi 10 años después, en 2017, nos abrazamos en el Palacio de Convenciones.

Y habló varias veces allí en el evento. El Cuate habla tan lindo, recordando a Fidel en todo su tiempo, a Alejandro –como él decía en más de una oportunidad pues no perdía la costumbre de llamarle así- . Llevaba un pulóver negro con la silueta del Comandante, tenía entonces 92 años y mucha fuerza a pesar del tiempo. Ya por entonces sus oídos decantaban ruidos: solo captaban los buenos susurros. De aquellas jornadas puedo reproducir algunos fragmentos de lo que nos escribíamos mientras otros compañeros presentaban sus ponencias, jugándonos un llamado de atención…pero lo valía…

Me escribió entonces este pasaje de su vida cuando vivió la Crisis de Octubre en nuestro país:

Yo viví en Cuba la Crisis, pero estaba en la industria, administraba varias fábricas que habían abandonado los gusanos  y que se iban como podían a Miami. No participé en nada. Toda la gente se movilizó, y yo no. Me presenté al Comandante Guevara y solamente me dijo LA INDUSTRIA NO PUEDE PARAR. Solo que no pudiendo hacer nada porque todos éramos milicianos, me fui con Osmani a Ministerio de transporte. Me ordenan ir al Ministerio de Industrias pero no me dejan entrar. Me fui a mi casa, me cambié y volví al Ministerio armado con mi metralleta y uniformado de miliciano (yo soy instructor de tiro  miliciano). No me dejan entrar y me siento en mi carro a oír el radio microondas. Al rato llega un comandante y me sube al Ministerio y me avisa que había muerto mi mamacita. Le dije que quería ir  México, ver a Fidel, hacer algo. Me dijo que no podía hacer nada, esa era la orden, hasta cinco (días) después  más o menos, en avión de la Cruz Roja pude ir a México.

Aquel fue un recuerdo triste y cambiamos de tema. Entonces Fidel regresaba siempre a todo momento, y sus emociones al evocar aquellos años. Había que conversar. Y así hicimos.

En esos días pude estar cerca de él, de la Historia, de un hombre valiente, de los mexicanos que estuvieron con Cuba todo el tiempo. Cuate seguía tan vital como 61 años atrás. Y cuando se conocen héroes así, una que tiene que aprender tantas cosas… entre ellas a no posar, no posar para que la vida  nos retrate, ser modelos de la vida inerte, llenos de adhesivos y cacharros pegados; hay que ser fotógrafos de la vida, elegir y salir a buscar su mejor perfil, su mejor ángulo…y captarlo… y luchar. Eso aprendí con El Cuate.

Cuate: Le debo mi libro “Memorias del dueño del yate Granma”. Gracias. El Cuate.

D-La próxima vez que venga me lo trae y así me dice qué le pareció el de Pichirilo.

Foto: Daily Sánchez Lemus.

Antonio del Conde Pontones, El Cuate, -así decía la tarjeta en la que me escribió que su casa era mi casa- es uno de los expedicionarios que no vino en el Granma físicamente, pero que su corazón estaba en ese yate, y hubiera dado cualquier cosa por zarpar en él…Lo había comprado para la expedición con la anuencia de Fidel, y amaba aquella entonces “aventura” como el que más. Pero Alejandro prefirió dejarlo allí, donde seria más útil y podría conservar su vida. Dice que le temblaron las rodillas cuando oyó en México, en aquel diciembre de 1956, la noticia de que habían matado a Fidel. Pero la vida le permitió conocer la verdad, seguírsela jugando por los valientes muchachones cubanos, ver la Revolución triunfante, y conservar su yate, que era espectacular salvando las olas del Golfo en pleno norte, y nos trajo la luz a la patria.

Por eso El Cuate es parte de nuestra Historia. Por eso es difícil no llorar cuando quedaron abrazos y conversaciones pendientes. Vaya tranquilo, Cuate, que aquí le cuidaremos siempre, pero siempre, su yate Granma…. Porque cuando él pide con tanto afán que se lo cuidemos, es porque está consciente de que aún navega y porque sabe que cuidar su yate es más que cuidar una embarcación que siente suya: es cuidar un símbolo, es cuidar la Revolución que amó hasta este mismísimo 7 de abril, en que zarpó en busca de Fidel y los valientes que conoció.

Hasta siempre, Cuate querido.