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Estados Unidos “no puede respirar” en el aniversario de su Independencia

Foto: AP.

Este sábado se celebra en Estados Unidos el 244 aniversario del Día de la Independencia. El 4 de julio de 1776, se leyó solemnemente en Filadelfia “La Declaración de Independencia”, que en su preámbulo señala:

“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad”.[1]

Tres meses después, los denominados Padres Fundadores de la nación la bautizaron como los Estados Unidos de América. De esta forma se apropiaron del nombre con que se había identificado el entonces Nuevo Mundo, a pesar de abarcar solo el 5 % de todo el continente americano (Trece Colonias británicas en la costa este de América del Norte).

Si bien la Declaración de Independencia despertó simpatías en todos los movimientos antimonárquicos y constituyó un modelo a seguir en el mundo, no se debe desconocer que representaba los intereses de la clase pudiente burguesa que emergía. Por tanto, en su definición de pueblo no estaban contemplados la población autóctona ni mucho menos los esclavos, que continuaron siendo explotados, fundamentalmente en las producciones agrícolas de las colonias del sur.

La joven nación no pudo lograr la igualdad proclamada entre sus ciudadanos y tuvo que esperar casi un siglo para declarar la abolición de la esclavitud en 1865, luego de concluir la Guerra Civil. No obstante, surgieron organizaciones extremistas como el Ku Klux Klan, que realizaron linchamientos contra los afroestadounidenses. También en el periodo de Reconstrucción se establecieron las Leyes de Jim Crow que bajo el lema de “separados pero iguales” promovían la segregación racial en las instituciones públicas. Más tarde llegaron los asesinatos de líderes sociales como Malcom X y Martin Luther King en el contexto del Movimiento por los Derechos Civiles en la segunda mitad del siglo XX.

La realidad es que el uso indiscriminado de la fuerza caracterizó a casi la totalidad de los gobiernos estadounidenses. De la matanza y expulsión de la población nativa en las tierras conquistadas para conformar la Unión y la usurpación de más de la mitad del territorio mexicano, a las guerras imperiales del siglo XXI, se ha entronizado la cultura de la violencia. Las posiciones extremas y el odio se convirtieron en los principales postulados ideológicos de determinados grupos sociales.

Es frecuente en la historia de Estados Unidos que representantes de esos grupos lleguen a la Casa Blanca, con posiciones ultra conservadoras de intolerancia a los nativos, la creencia en una superioridad racial y un nacionalismo extremo. Aspectos que constituyen la base del denominado “mesianismo norteamericano” que conduce a una filosofía que privilegia el uso de la fuerza.

Precisamente con proyecciones populistas de derecha radical, llegó a la presidencia de Estados Unidos Donald Trump. En sus discursos de campaña mantuvo posiciones machistas, racistas y xenófobas antiinmigrantes. Durante los casi 4 años al frente del gobierno ha incentivado la división, el odio y la violencia en la sociedad estadounidense.

De ahí que no se debe analizar como un hecho aislado la muerte en Minneapolis del afroestadounidense George Floyd, el pasado 25 de mayo, coincidiendo con la celebración mundial del Día de África. Las imágenes causaron conmoción en todo el país y a escala global, al apreciarse como un policía lo asfixió con su rodilla durante más de ocho minutos, y se escucharon sus últimas palabras: “no puedo respirar”.

Miles de estadounidenses salieron a las calles a protestar por la brutalidad policial y el racismo. Durante varias semanas se vivieron fuertes movilizaciones, toques de queda y saqueos en toda la nación, en apoyo al movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan). Cientos de manifestantes llegaron hasta la puerta misma de la Casa Blanca y forzaron a Trump a internarse brevemente en un búnker subterráneo. La asesora del presidente Kellyanne Conway, reconoció ante la prensa que “es absolutamente cierto que existe un racismo institucional y que hay una falta de igualdad para todas las personas en este país”.[2]

El mandatario estadounidense ha mostrado falta de liderazgo para enfrentar la crisis por la que atraviesa la nación, agravada por el impacto de la pandemia de la COVID-19, que supera los 130 mil fallecidos y casi 3 millones de personas contagiadas; la recesión económica que ha provocado más de 40 millones de desempleados; y las recientes movilizaciones antirracistas. Este es el escenario que vive la principal potencia mundial que “no puede respirar” en el aniversario 244 de su Independencia. ¿Habrá llegado el momento de que Estados Unidos cumpla con su “Declaración de Independencia”?.

Fuentes:

[1] Archivo Nacional de Estados Unidos en:http://www.archives.gov/espanol/la-declaracion-de-independencia.html

[2] Sputnik, 3 de junio de 2020, en: https://mundo.sputniknews.com/america_del_norte/202006031091633566-la-asesora-de-la-casa-blanca-admite-un-racismo-institucional-en-estados-unidos/