Transiciones peligrosas

Diego Simeone, entrenador del Atlético. Foto: As

El Cholo pega alaridos en la banda y el Atlético de Madrid empuja, intensifica, chuta, avalancha su juego sobre el rival como una fiera iracunda. Con más denuedo que fútbol, yergue su barbilla e intenta con el escudo lo que no consigue con juego.

Esta temporada, el Atlético casi siempre quiere, pero pocas veces puede. Esta temporada, dice una y otra vez Diego Pablo Simeone, quizás en un acto
de convencimiento a sí mismo, constituye una “necesaria transición” para intentar nuevamente asaltar la élite.

Es una figura interesante la de Simeone. Quien lo ve al borde del campo descubre en sus expresiones a un competidor furibundo, uno de esos deportistas que sienten la derrota como una enfermedad, un veneno que se escurre entre sus huesos y les envejece. Sobre el césped pocos destilan tanta adrenalina. Luego va a la sala de prensa y suaviza su estampa. Reduce el barómetro de la exigencia y rebaja a una altura alcanzable el listón de los retos. Entonces parece
–aunque no lo sea- una persona conformista.

A orillas del Manzanares, muchos consideran un acto imperdonable de ingratitud cuestionar la figura del argentino como timonel del barco rojiblanco. Con toda razón. Si el Atlético de Madrid es hoy una entidad solvente desde el punto de vista económico y de vanguardia a nivel deportivo en el mundo, en buena medida la responsabilidad la tiene aquel que tuvo el coraje de sacarlos del lodo en momentos difíciles.

El Cholo representa la quinta esencia del sentimiento rojiblanco y ha convertido al club en adalid del sacrificio en tiempos en que las carteras han
minimizado el poder de las canteras.

Simeone no solo impregnó su manera de vivir y de sentir el deporte, sino que además llevó al viejo Calderón una Liga y una Copa del Rey, metió al equipo en dos finales de Champions y cuando no pudo avanzar en la máxima competición, colocó en sus vitrinas la Europa League. Tiene dos heridas abiertas en su piel, cuyo sangramiento todavía agrieta el orgullo de los colchoneros más obsesos: las derrotas ante el Real Madrid en Lisboa y Milán, un lastre bien pesado en la carrera del Cholo.

Sin embargo, los resultados no representan un argumento baladí. Están ahí, a la vista de todos, traducidos en triunfos y en el cambio de cariz de un club grande hundido en la mediocridad a un club grande huésped en el selecto grupo de los mejores. Pero en fútbol a veces la memoria falla. Y el Atlético, que enfangó incluso sus uniformes en el barro de la Segunda División, ahora quiere más.
Con una inversión de más de 250 millones de euros en la actual temporada, y una plantilla sin demasiadas fisuras tangibles, ve atascado su crecimiento y lejos de ganar la ansiada Champions, sufre para clasificar a ella. El Cholo ya no sabe qué hacer. Esquiva las balas lanzadas desde la grada en forma de exigencias y saca su adarga en ruedas de prensa. “Este es un año de transición”, fue su último dislate, cuyo significado, por la gravedad intrínseca en sus palabras, se ha esparcido como pólvora.

El Atlético de Madrid atraviesa un año de transición. Hay que repetirlo, como un eco adictivo, para creer que, luego de tantos años luchando por un equipo con el talento del actual, los hinchas colchoneros deban resignarse a observar una Liga por el simple “placer” de ver madurar a los jugadores jóvenes. Y ni buscando la quinta pata al gato, en un escrutinio terco de la frase, es fácil comprender esta
retirada temprana del Cholo.

Con la nueva joya portuguesa Joao Félix llevada al Wanda Metropolitano a golpe de talonario y la consolidación de una defensa ya eficiente con la llegada de Mario Hermoso y Felipe, más la estabilidad del núcleo grueso del grupo, al
Atleti solo le falta algo, un aspecto primordial para ascender a la cima: transgredir los límites de un equipo timorato y rudo, creerse protagonista y serlo con el balón
y no sin él.

Los gastos en el mercado no deben ser, de ninguna manera, el detonante de una transformación en el estilo. Tampoco un cambio de técnico. Si el fútbol tuviera algo que ver con aritmética ya el PSG y el Manchester City tendrían hastío
al observar el trono. El Wanda quiere un equipo agresivo y descarado, pero con su ídolo dando indicaciones en la banda. Nadie ha pedido a Simeone que traicione su idea básica del juego. La valentía es, en todo caso, uno de sus
rasgos característicos. Con esto, y un poco más de cuidado
ante los micrófonos, el panorama sería halagüeño. El Atlético no necesita transiciones. Necesita transformaciones.

La caricatura

Caricatura de Roberto Carlos Serrano Prieto.

La frase:

“No he pensado en Zlatan. Ya en la Fiorentina hay
un viejo: yo”. (Rocco Commisso, presidente de la
Fiorentina, tras ser inquirido hace pocos días sobre el
posible fichaje de Ibrahimovic para el conjunto viola).

Tomada del Twitter de la comisión nacional de fútbol.

Capturas de Superdeporte.

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