Pequeña crónica para la imaginación de un niño

La imaginación estimula la inteligencia de un niño. Foto: Shutterstock

“Silencio, silencio, mamá, que el osito Lilo está durmiendo. Tápalo bien, que tiene frío, y cántale la canción de la araña”. Así empieza o termina un día cualquiera en la vida de mi hijo. Es normal en casa ver muñecos en fila formando un tren, restos de comida frente al hocico de cualquier animal de juguete o biberones compartidos entre varios peluches. Cuando un niño llega al hogar, los padres abrimos también una puerta a la imaginación y comenzamos a compartir con ellos ese mundo del que alguna vez fuimos parte.

Uno no sabe exactamente cuándo aparecen las primeras ocurrencias en un bebé. Se olvida a veces aquella primera vez que nos sacaron una sonrisa a golpe de ingenio, y ya después sus travesuras llegan tan seguidas, que resulta difícil contabilizarlas. Por lo general, es después del primer año de vida cuando los pequeños comienzan a hablar un poco más fluido y a tener un poco más de conciencia del mundo que les rodea, y en ese ejercicio de interpretación llegan las preguntas más sorprendentes, de la mano de la imaginación.

Ellos pueden fácilmente virar nuestro mundo al revés y paralizar cualquier trabajo importante para acostarnos sobre una cama y convertirnos en enfermos, mientras se prueban como doctores sin haber cursado estudios universitarios. Al otro día, se transforman en maestros, cocineros, policías, o imitan mamá y papá, al introducir sus pequeños piececitos en zapatos enormes o tomar prestadas carteras o portafolios.

Esas pequeñas cosas son la felicidad para un niño. Son inmensamente felices cuando se disfrazan, cuando le cantan una canción a un muñeco, cuando escuchan a un gato maullar y logran repetirlo de forma similar, o cuando creen fervientemente que sus garabatos en el papel son un sol, un perro, o una casa. Sí, para un niño de dos años, una raya puede ser un día un pez y al otro una casa.

Hace unos meses escribía sobre la necesidad de despertar la imaginación del niño dejando a un lado las nuevas tecnologías y este es un asunto particularmente importante, si bien está directamente relacionada con el fomento del pensamiento creativo, de la curiosidad y el espíritu aventurero, en un entorno donde cada vez hay más penetración en Cuba de las nuevas tecnologías.

No es tan difícil, comprender y vivir en su imaginación es un arte que va naciendo de las conversaciones que padres e hijos podamos sostener, lo que sin dudas nos ayuda a entender mutuamente los mundos de uno y otro.

Los padres y los hijos obviamente no vivimos en el mismo espacio imaginativo. No obstante, lo ideal sería que, cuando estemos juntos, intentemos vivir aunque sea por unas horas su universo de sueños y fantasías.

Es importante incentivar la imaginación de un niño. Foto: Psicología infantil

Les traigo un ejemplo de mi vida para reflexionar:

Primer aprendizaje: para un niño nunca será lo mismo: un caballo de juguete, un carrito, una muñeca...será siempre una puerta abierta a la imaginación. Aún cuando veamos a nuestros hijos jugar con el mismo carrito desgastado, ellos un día manejarán un carro de bomberos, al otro irán a pasear,  o al otro soñarán que van a la playa...Nosotros, los padres, somos una pieza clave para estimular esa imaginación.

Al mío, por ejemplo, hay que despertarlo cada mañana con un muñeco diferente, y no puede faltarle el abrazo de su gato de peluche, a quien siempre le toca los ojos grandes y se ríe, preguntándose porqué siempre dormirá con los ojos abiertos. Durante un tiempo, llevamos un pelotón de soldados al círculo, porque ellos tenían que conocer a Marcos, Sofía, y al resto de sus amiguitos.

La comida es otro de esos momentos donde nuestros niños más desarrollan la imaginación, y no me refiero solo a quienes creen en las cucharas con forma de avión. Son muchas las veces que mi pequeño ha tenido que almorzar junto a un perro de juguete, o las que hemos servido pequeñas porciones a un zoológico entero. No han faltado tampoco los sorbos de agua para su amigo el tren o para su lista enorme de carritos.

Son muchísimas las ocurrencias. Sino, que levanten la mano todos aquellos que han tenido que organizar un cumpleaños sorpresa al juguete preferido de un niño, o que viven cotidianamente ocurrencias parecidas a estas.

Mi bebé ahora está en el cuarto, tiene montado un tren imaginario con cuanto objeto se ha encontrado y ahora mismo grita chu chu aaaaa. Yo estoy a un borde de la puerta, con la casa en pausa (ropa amontonada para lavar, ropa en la silla para doblar, juguetes por el piso y regueros que viajan de un lugar a otro de la casa). Tengo mucho que hacer y el mundo sigue girando; pero yo no, yo estoy acá, disfrutando esa maravilla que es la imaginación de mi niño.

A ustedes ¿les ha pasado lo mismo?

El poder de la imaginación es infinito. Foto: athrpress.com