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Día de fiesta en el colegio electoral del presidente

Díaz-Canel y su esposa Lis Cuesta entran al colegio electoral 3, para ejercer su derecho al voto. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Llegó por donde no lo esperaban, una silenciosa calle sin identificación en las esquinas, perpendicular a la bulliciosa Avenida 25, que cruzó caminando como un vecino más, junto a su esposa y uno de los tres hijos que ambos comparten.

En la puerta del colegio electoral, del lado externo de la cerca perimetral, pidieron el último en la breve fila que a esa hora (8:05 de la mañana) sólo formaba una decena de vecinos.

Adentro, la prensa esperaba ansiosa, pero ninguno se movió, preservando cada cual el sitio que se había garantizado desde temprano para cuando el presidente saliera, pero sólo después de la votación, que en definitiva a eso vino.

Pero volvamos a la fila. El trío de los Díaz-Canel-Cuesta se instaló tan naturalmente entre los votantes a la espera, que una muchacha recién llegada se les coló delante sin reparar para nada en aquellos cuyo derecho invadía. "Ay, por favor, déjenme pasar. Tengo un carro esperándome para ir para la playa".

La esposa de Díaz-Canel le abrió espacio con evidente entusiasmo y un comentario que provocó risas: "Pasa niña y corre... ¡qué envidia, salir de aquí para la playa!".

Fue entonces que Yanet Ricardo, la "colada," reconoció a los que tenía detrás de su alegre playera roja. "Ay qué pena...no sabía." No llegó a decir más. La organizadora de la fila en el colegio electoral venía para aclararle que éste no era el suyo. A ella le correspondía votar en el CIGB, a casi 600 metros.

Entre carcajadas y solicitudes de selfies de sus vecinos, el presidente y su familia la despidieron con el mejor de los ánimos. Se les notaba un estado especial de alegría, una certeza.

Díaz-Canel, Lis y la "colada",Yanet Ricardo.

Este 24 de febrero empezó así en el colegio electoral de Díaz-Canel. El resto lo dijeron ya mis colegas, al reportar sus palabras a la salida del centro: primero que todo su condena fuerte a los indignos presidentes de Colombia y Chile que, con tan graves deudas políticas y sociales con sus pueblos, se fueron a la frontera de una nación hermana para azuzar la guerra. Y luego los motivos de su optimismo y su alegría en medio de las peores amenazas.

La victoria de este 24 de febrero confirma los grandes valores de la nación cubana, afirma la unidad y la continuidad. Y es también un tributo a Nuestra América, a la resistencia de Venezuela. Es decir a Fidel, a Raúl, a Chávez y al socialismo al que ellos consagraron sus vidas, sistema superior por humanista, por justo, por único capaz de hacer un mundo mejor posible.