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Ponerle corazón al postparto

Foto: Ronald Suárez Rivas/ Granma.

Una buena sopa de pollo para recuperar energías, batidos y jugos para producir más leche y compañía para enfrentar las primeras malas noches… Ninguno de los tres me faltó esa larga madrugada después de dar a luz a mi hijo el pasado agosto, la que sin dudas ya se ha convertido en una de las más raras y difíciles de mi vida. A ese período completamente desconocido para la mujer recién parida, y a la vez uno de los más duros que se pueden atravesar durante la maternidad, va dedicada esta columna. Hoy les propongo conversar sobre el llamado postparto, un momento del que usualmente poco se habla, pero que todas las madres vivimos, como si fuera una suerte de epílogo que cierra la historia iniciada con el primer ultrasonido, e inicia una larga relación entre ambos padres e hijo.

La verdad, por mucho que nos preparemos o tengamos apoyo… cuando nos convertimos finalmente en padres nos adentramos en una etapa difícil de imaginar. Ya ocurrió el nacimiento que esperamos durante nueve meses, los médicos nos han asegurado que todo irá bien, pero de un momento a otro sentimos que una avalancha nos viene encima. ¿Y ahora qué? El dolor y el cansancio físico por el trabajo de parto nos vencen; el llanto todavía inentendible del bebé se mezcla con el nerviosismo por no saber cómo cargarlo; mientras que los cambios físicos, psicológicos y emocionales que estamos experimentando nos hacen más de una vez preguntarnos ¿y de verdad yo estaba preparada para ser madre?

Es que, durante el embarazo, poco nos cuentan de lo que vendrá después; e igualmente, aunque nos alerten, nuestros pensamientos siempre van en otro rumbo. Tenemos una imagen tan irreal e idealizada de la maternidad, que el postparto siempre termina chocando con todo lo bello que soñamos. Por mucho que intentemos organizarnos y prever lo que puede pasar, hay que vivirlo para saber lo que es no poder dormir más de una hora corrida hasta varios meses más tarde, mirar la casa llena de regueros y no tener ni fuerzas ni tiempo de organizarla, o tener que bañar a un bebé recién nacido y no saber por dónde agarrarlo por temor a hacerle daño.

Pero si comenzamos por el principio, por esas primeras horas luego de haber dado a luz, hay que decir que lo primero que se siente durante el postparto es una sensación extraña. Sí, porque después de nueve meses de espera y comunicación permanente con el bebé, de sentir sus movimientos y descubrir que la verdadera felicidad es solo comparable a una patadita suya que te recordaba que estaba allá adentro, llegó la hora de apartarse el uno del otro, de cortar el cordón umbilical que los unía, y aunque te pasaste la mitad del embarazo deseando llegar al final, sientes que es raro dejar de estar  embarazada. Quizás por eso muchas nos sentimos divididas entre la felicidad de conocerlo y el estupor de no saber qué hacer con ese ser tan frágil.

El primer choque llega con el cansancio acumulado por las largas horas de parto. Solo las que han vivido semejante experiencia podrán atestiguar lo que significan veinte horas de contracciones, tensión psicológica y esfuerzo físico por sacarlo afuera. Cuando crees que con el nacimiento terminó todo, entonces descubres que en realidad ya no habrá pausa: el bebé llora, todavía no sabe bien cómo succionar, lo pegas a tu pecho y a los pocos minutos se queda dormido, no entiendes si tiene hambre o deseos de estar abrazado. Se queda tranquilo, lo acuestas sobre la cunita, pasan cinco minutos y entonces vuelve a despertar llorando.

En este primer tiempo en que el bebé aún no controla su reloj biológico, todo es muy difícil. Y aunque tengas la suerte de contar con apoyo familiar, el llanto de un hijo es como una voz interna que te llama desde la primera hora. En ese momento no hay papá, abuelos, suegros, tíos, ni nadie, si no coges a tu hijo en brazos, si aún y cuando no tienes ni fuerzas para dar una paso no le cambias el pañal, sientes que se te acaba el mundo.

La lactancia es otro de los momentos más complejos después de dar a luz. Aunque pocas imágenes resultan tan hermosas como la de una mujer amamantando a su hijo, la verdad es que durante esas primeras horas hay que tener paciencia, perseverancia, y un gran apoyo familiar, porque de lo contrario no se logra la lactancia. Todo no es poner al niño y que comience a alimentarse. Para comenzar, la bajada de la leche no se produce hasta después de las primeras 72 horas, y esto es motivo de estrés para muchas madres.

También, aunque son normales en esta primera etapa las dificultades para el agarre y que el bebé se quede dormido mientras succiona, muchas veces las presiones familiares insisten en dar una ayudita de leche artificial al niño para que duerma mejor, y entorpecen así el desarrollo normal de la lactancia.

Son muy difíciles, yo diría que a veces requieren casi de estudios superiores, esas primeras horas de lactancia; pero créanme, todo es posible si existe fuerza de voluntad, así como el asesoramiento y la información necesaria para enfrentar cada problema que pueda presentarse. Mastitis, obstrucciones mamarias, grietas en el pezón… todo eso puede esperar la madre que lacta a su hijo, pero no lo duden un instante, lograrla será una garantía de tranquilidad para la madre y el niño, porque tendrás la certeza de que estarás ofreciéndole la mejor leche del mundo.

Muchas mujeres describen como estresante el momento de los llamados entuertos o contracciones postparto. Tengo que decir que en lo personal no las sentí, pero sé de madres a quienes estas no provocaron apenas molestias en el primer parto y sí las sintieron con fuerza en el segundo. Se trata de contracciones uterinas necesarias para la involución del útero tras el parto, un dolor que muchas veces se mezcla con el estreñimiento, así como con las sudoraciones y el dolor abdominal por la fuerza del parto. Pero pese a todo lo malo, lo curioso es que en unos meses más tarde ni recordarás todo lo que sentiste.

Hay momentos tensos como las grietas en el pezón, las cicatrices si fuiste cesárea, la retención de líquidos o el sangramiento, pero nada que por momentos se olvide cuando lo veas dormir tranquilo o dibujar en el rostro una sonrisa angelical. Si la cara cualquiera de un niño es preciosa, la de tu niño tendrá un efecto diferente sobre tu corazón, porque te lo agitará tan fuerte que pensarás que te va a estallar de alegría. Esta parte en realidad pasa a ocupar el primer plano, y solo la madre lleva por dentro lo mal que se siente.

Si estás embarazada, me estás leyendo, y te encuentras a punto de vivir esta nueva etapa, no te asustes, nada de lo que te cuento en el fondo es tan malo, y al final pasará si lo tomas con entusiasmo. Algo puedo asegurarte: cuando veas a tu hijo mirarte, te agarre un dedo, o cuando escuches las discusiones de si se parece a mamá o a papá…. en esos momentos sentirás que la felicidad, de existir, se parece mucho a la paz que te brinda su inocencia. Solo entonces entenderás que, al difícil postparto, en vez de mala cara, hay que ponerle el corazón.