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El autor intelectual

Fidel Castro en el inicio del juicio del Moncada. Dibujo de Antonio Canet.

Fue el 21 de septiembre de 1953 en la Sala del Pleno de la Audiencia de Santiago de Cuba. El recinto estaba colmado de público, además de los acusados por el asalto al Moncada que habían participado y cuantas personas fueron involucradas, incluyendo a casi todos los dirigentes políticos de los partidos de la oposición a Batista y al golpe de Estado.

Se encontraban también familiares de los asaltantes y centenares de soldados con bayonetas caladas, o sentados en los extremos de cada banco de aquella sala rectangular; empleados del Palacio de Justicia, más letrados de diferentes salas del Tribunal de Santiago de Cuba, y 25 periodistas cuyos órganos de prensa estaban sujetos a la más estricta censura de prensa. De hecho no podían publicar nada.

El Tribunal había terminado el interrogatorio "al principal encartado", el joven abogado Fidel Castro, y a continuación el presidente de la Sala invitó a los abogados que representaban a los políticos acusados, en su mayoría pertenecientes al Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), el del derrocado presidente constitucional Carlos Prío Socarrás.

Un testaferro de Prío, el doctor Ramiro Arango Alsina, pidió la palabra. Él estaba acusado, falsamente, de haberle entregado al doctor Fidel Castro ¡un millón de dólares! para sufragar al Movimiento que asaltó el Moncada y de ser, por tanto, el autor intelectual de los hechos del 26 de Julio.

Concedida la palabra al doctor Arango Alsina, este le preguntó a Fidel:

–¿Pertenezco yo a ese movimiento?

–No –respondió el acusado Fidel Castro.

–¿Entonces no he sido autor intelectual de esta Revolución? –insistió Arango Alsina.

–Nadie debe preocuparse de que lo acusen de ser autor intelectual de la Revolución, porque el único autor intelectual del asalto al Moncada es José Martí, el Apóstol de nuestra independencia –subrayó enfático Fidel.

Las palabras sorprendieron a todos, algunos de sus compañeros exteriorizaron su emoción jubilosa con aplausos que el Tribunal criticó, advirtiendo que no debía repetirse.

Semanas después, en su autodefensa en la salita del Hospital Civil, Fidel reiteraría lo expuesto.

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(Tomado de Granma)