Goles son amores: Dramas y sospechas (+ Video)

Mbappé y Falcao. Foto tomada de La Pelotona.

A veces mira demasiado al césped, como si le fuera a ocurrir algo debajo de los pies; como si todo lo hecho hasta ahora fuera a desmembrarse debajo de los botines; como si existiera una amplia posibilidad de fracasar para siempre en el próximo regate. La última vez que miró al suelo puso la pelota en el travesaño; jugó de único ‘9’ en el segundo tiempo; dio una asistencia; puso las manos en forma de rezo; pidió le dieran tiempo. Pedir tiempo podría ser un indicio de escapismo. Como observar excesivamente el suelo.

Mbappé quizás sea de esos futbolistas que lloran por las noches y se sientan, con los pies cruzados encima de la cama, a conversar con las persianas, las lámparas, las sábanas o con los afiches de Cristiano que, de niño, tenía en su habitación (hay una imagen donde se ve al francés en algún lugar de su cuarto, con la cabeza sobre sus manos; alrededor,  más de veinte imágenes de CR7; el chico mira hacia arriba y prepara una sonrisa a medias; parece entretenerse en alguna hazaña futura). Probablemente todos debiéramos llorar por las noches y pensar en fechas posteriores. O quizás lo hagamos y nos trastorne decirlo. No estamos preparados para ello. Por suerte, nos parecemos tanto,  que a veces solo coincidimos en la vergüenza.

Lo lógico, en cambio, sería que a sus dieciocho años y con menos de sesenta partidos en primera división, Mbappé sonría eternamente. A esa edad, el sentido de lo eterno es casi literal y, por lo tanto, falso; tan falso que a veces se transforma –la eternidad- en perfección aparente. Llega entonces el mito del imberbe inexpugnable, del ilusorio revulsivo mesiánico fabricado constantemente en los procesos de inflación.

Además de las zancadas pasmosas, los enganches, los amagues, los 30 km/h de velocidad punta… tiene que existir algo invisible en el jugador del Mónaco. Algo que ha obligado a su a club a rechazar ofertas, según se dice, por más de 100 millones de euros. Esto podría conducir a sospechas degradantes o a teorías de la conspiración. Unas como complementos de otras, y viceversa.

Detrás de todo, un joven pide tiempo y mira demasiado al suelo. A fin de cuentas, ambas son acciones válidas para construir el drama: la primera, para llevarnos a un estado de latencia propenso al hartazgo; la segunda, para imaginar que, como muchos de nosotros, Kylian Mbappé también llora por las noches.

Vea algunas jugadas del futbolista parisino en la última temporada: