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Ciencias y Creencias de las Mecánicas y del Socialismo

Es amplio el espacio que existe entre la verdad científica comprobada y comprobable, por una parte, y las apreciaciones en las que se puede llegar a creer ciegamente, por la otra. Se ha comentado como la ciencia suele construir hipótesis, que son creencias pendientes de comprobación, a partir del comportamiento observado y de sus regularidades dadas a nuestros sentidos. Pero solo las propone como leyes objetivas cuando se pueden comprobar prácticamente.

Esto a veces conduce también a catástrofes conceptuales. Ya señalábamos en un anterior comentario que a finales del siglo XIX Lord Kelvin proclamaba que en aquel momento se había logrado entender el comportamiento de todo el mundo natural con la mecánica newtoniana y el electromagnetismo de Maxwell. Para él solo quedaban un par de pequeños detalles que pronto se resolverían para completar la comprensión total del universo. Uno de los “detalles” era la llamada “catástrofe del ultravioleta” que ocurría durante los experimentos con un cuerpo calentado a muy altas temperaturas. Resultó que este no podía devolver una radiación luminosa de más energía que la de la luz visible por mucho calor que se le proporcionara. Paradójicamente, esto de que se pudiera emitir luz a unas frecuencias si y a otras no, en “cuantos” o porciones de energía, se constituyó como un fundamento de la llamada mecánica cuántica, para la que la newtoniana de Lord Kelvin es un caso particular macroscópico. El propio postulador, el alemán Max Planck, no se lo creyó demasiado. Su hipótesis era verdaderamente revolucionaria. Sin embargo, al comprobarse en el tiempo dio lugar a una comprensión mucho más amplia del universo, hoy universalmente aceptada y probada.

Las ciencias sociales también nos muestran verdades científicas comprobadas e hipótesis pendientes de verificar, creencias. Karl Marx hizo investigaciones valiéndose de la copiosa información disponible en la Biblioteca de Londres en el siglo XIX. A partir de la historia allí compilada, de un razonamiento matemático y de sus propias observaciones del mundo que lo rodeaba pudo encontrar un ladrillo clave para la comprensión del desarrollo social: el concepto de plusvalía. Se hacía evidente que si todo valor solo podía tener origen en el trabajo realizado para obtenerlo cualquiera que no trabajara y se apropiara del mismo lo estaba robando. La plusvalía como concepto es un cimiento, una verdad científica.

Siguiendo el ejemplo de Marx, la interpretación y solución de los problemas que se presentan en la generación de valor y su distribución en pleno siglo XXI seguramente requieren del uso de toda la inmensa cantidad de información disponible. Por suerte, hoy ya no es necesario estar en la Biblioteca de Londres. Con un simple teléfono inteligente de los que ya van siendo más comunes, y una conectividad adecuada a los tiempos, se puede realizar una buena y confiable investigación.

Ni Marx, ni Lenin escribieron acerca de la planificación. Se ha documentado que fue Bujarin el que propuso la planificación centralizada soviética . Así se constituyó el llamado Gosplan, algo así como un poderoso órgano de gobierno central de toda la economía a partir de una forma de planificación. Las tecnologías que desarrolló esa organización para conducir la URSS bajo el influjo de un líder autoritario como fue Stalin se pusieron a prueba. Fidel nos hizo un brillante análisis crítico de ese personaje histórico en su famoso discurso del 17 de noviembre de 2005. Parece que tuvieron éxito con el plan centralizado en los momentos de profundas crisis, como en las dos postguerras. Sin embargo, no pudieron hacer competir a la economía soviética en los períodos “normales”, sin condicionamientos extremos. Ningún sistema político-económico concebido en país alguno sobrevivió a partir de la creencia de que la tecnología de la planificación central abarcadora y detallada es consustancial con una idea socialista de convivencia entre los hombres. La planificación bien concebida puede ser un método, pero no una creencia dogmática. Muchos consideran también que un mercado debe ser bien gobernado y así tener un espacio relevante. La competencia, como motor dialéctico de innovación y desarrollo, podría ser muy importante también para un socialismo progresista.

Nuestra principal contradicción actual consiste en que lo que se retribuye a un trabajador estatal en valor de cambio real no es proporcional con y es mucho menor que la importancia y valor social de su trabajo. De facto, la retribución del trabajo en el sector privado suele ser varias veces superior como promedio que la del sector estatal para una misma función, aun para trabajos que no requieren calificación alguna. Un parqueador puede tener mayor nivel de vida que un ministro. De esa forma no siempre se puede reclutar a los mejores para dirigir y operar con eficiencia, disciplina e iniciativa una producción de riquezas a la altura de los tiempos ni exigir calidad en el trabajo a los no tan buenos. Eso es válido también para joyas de nuestra Revolución como son la educación, la ciencia y la salud pública. ¿Cuánto le queda de vida útil a la economía estatal del país en estas condiciones de retribución personal tan dispar? Puede que cualquier demora en la implantación de las medidas que recomiendan para ello los lineamientos sea mucho más cara que los riesgos de una urgente reforma de nuestra política monetaria y de precios. Las evidencias científicas de estos problemas ya pueden ser profusamente observadas en muchas disfuncionalidades socioeconómicas que hoy vivimos.

Los cubanos hemos desarrollado un hermoso proceso de libre y rica discusión de los documentos conceptuales y directivos que se han aprobado recientemente por el Partido Comunista de Cuba. En su letra debe estar una creencia de sociedad basada en la independencia, la democracia, el socialismo, la soberanía, la prosperidad y la sostenibilidad, que son metas humanas incontestables. Buscaremos la verdad científica de las formas de gobierno y de gestión económica en estos tiempos para lograr convertir esa creencia en realidades sin necesidad de alienar el trabajo que crea valor, nuestra plusvalía, a favor de grupos privilegiados de poder.

Planificación, informatización y socialismo

La Ciencia como forma de pensar en la política