Una pelea cubana por la innovación (II)

Entre 197 países de este mundo, Chile ocupa el lugar número 20 en cuanto a la longitud total de sus costas. Es un país privilegiado por su acceso al mar y a sus recursos relacionados. Cuba no se queda muy atrás, también lo es. Ocupamos el lugar 32 en este aspecto con cerca de 3700 km lineales de costas, al menos según la Wikipedia. Somos países de cara al mar y nuestros pueblos y hábitos pesqueros datan de mucho antes de la llegada de los europeos. Es cierto que las características ecológicas del mar en Chile son bastante diferentes de las cubanas. Pero en ambos casos nuestras aguas tienen vida animal, que debidamente explotada puede satisfacer necesidades alimentarias de los habitantes.

La foto muestra una modesta pescadería de Santiago de Chile, un día cualquiera, donde alguna carne de atractivo color naranja identifica al salmón.

En Chile y en muchos otros países del mundo la producción de ciertas especies muy demandadas, como puede ser el propio salmón, no se basa en la pesca del animal en el medio natural. Su pesca es particularmente compleja. Sería preciso tener ejércitos de pescadores para capturar todos los salmones que demanda el mercado. Para esa producción comercial en masa se ha desarrollado la llamada acuacultura (cuando los peces son marinos). Se crían y alimentan en reservas de agua controladas tecnológicamente y se colectan cuando alcanzan cierta talla comercial, como si fuera ganado vacuno. Los chilenos cultivan el salmón del Atlántico en el Pacífico y han llegado a ser los segundos productores mundiales, después de Noruega.

En nuestros mares y ríos el salmón no se seleccionó naturalmente, y probablemente tampoco se pueda cultivar. Sin embargo, el mar tropical y subtropical tiene vida abundante, muy variada. Podríamos tener una buena oferta de pescado y otras especies marinas. Pero la inefectividad para suplir estas necesidades de la población se hace evidente cuando vemos una simple pescadería, como la chilena de la foto. Nuestros científicos afirman que las transformaciones que nos hemos visto obligados a hacer para represar el agua de los ríos han afectado la ecología de nuestros mares de la plataforma insular y consecuentemente nuestras pesquerías. Pero obviamente Cuba no está en un mar muerto. También las iniciativas de innovación podrían contribuir a que nuestras pescaderías fueran parecidas, mejores incluso, y quizás también multicolores.

Los científicos cubanos no han estado de espaldas a esas posibles soluciones, por sus propias iniciativas. El pasado 28 de abril de 2016 defendió su tesis de Doctor en Ciencias, el segundo doctorado, el biólogo marino Luis Sergio Álvarez-Lajonchere García, en el Centro de Investigaciones Marinas de nuestra principal institución científica nacional. Desde su etapa de estudiante de doctorado en los años 70 del pasado siglo se dedicó al estudio y aplicación de la acuacultura, inicialmente en ese propio centro de la Universidad de La Habana y posteriormente en varias otras instituciones, incluso empresariales. En la presentación de la tesis pudo exhibir un trabajo multidisciplinario, dedicado y abnegado. Uno de sus logros fue a la producción comercial mediante cría artificial de nada menos que un tipo del apreciado pargo, cultivado bajo su dirección en… México. Otras experiencias exitosas las pudo mostrar en Brasil y otros países de América Latina, menos en Cuba, donde sus varios intentos nunca pudieron conducir a una salida comercial.

Un relato de sus peripecias de casi medio siglo como científico “esquizofrénicamente persistente” (como él mismo se califica) no cabe en este espacio. Probablemente el seguimiento de esas historias proporcionaría al menos alguno de los artículos imprescindibles para defender la tesis de doctorado en economía, o en política, para un joven estudiante. De forma generalista, se puede afirmar que es una muestra de que la organización económica de nuestro socialismo no ha podido responder a la promoción de varias grandes e importantes iniciativas de innovación que han procedido de nuestros científicos.

Sin embargo, esta no es una afirmación que pueda absolutizarse. Existen innovaciones científicas muy exitosas, implantadas socialmente con la celeridad debida y de forma muy coordinada entre diferentes actores socioeconómicos cubanos. Han ocurrido durante el período revolucionario relativamente reciente, aún marcado por nuestra más larga crisis económica. Estos casos triunfantes han aprovechado las ventajas del socialismo. Su análisis merece un comentario futuro.